19 dic 2019

Una mirada al pasado para intentar tener un futuro


Por Rubén López | rubenlopezfcp@gmail.com


Parece prácticamente confirmado que Fernando Vázquez sucederá próximamente a Luis César Sampedro como entrenador del Deportivo. Su nombramiento, en mi opinión, es quizás la noticia más grata de lo que va de temporada aunque lo cierto es que tal y como se están desarrollando los acontecimientos decir eso no parece gran cosa. No obstante, creo que su llegada al banquillo de Riazor es una de las pocas cosas que podrían hacerme confiar en que algo va a cambiar, aunque lo cierto es que el cambio a estas alturas se ve como algo casi imposible y ni siquiera la llegada de Jürgen Klopp podría hacer confiar en una mejoría firme, ya que todo hace aguas por tantos costados que difícilmente una única persona puede lograr achicar todo el líquido que está hundiendo el barco blanquiazul.

En cualquier caso, el presumible fichaje del entrenador gallego de la mano de la que con alta probabilidad será la futura directiva del Dépor parece un primer paso para encontrar algo que hace tiempo que se perdió, y que parte de una búsqueda de volver a todo aquello que somos. El deportivismo y el club en general necesita referentes con los que sentirse cómodos, gente que genera esa identificación con lo que significa el escudo que se vio minada por la gestión deportiva de Carmelo del Pozo, que buscó crear un equipo a su imagen y semejanza eliminando todo rastro del pasado para inventarse un ególatra futuro que convirtió en rotundo fracaso. El pasado del que procede Vázquez no es tan glorioso como otros pasados más remotos, ni mucho menos, pero es un pasado que evoca algunas alegrías que en Coruña hace demasiado que ni se intuyen en lo referente al fútbol. Los argumentos futbolísticos ofrecidos en aquella etapa no fueron dignos de elogio formal, pero sí dignos de lo que se espera de un equipo de fútbol, que no es otra cosa que buscar lograr los objetivos utilizando unos ideales básicos reconocibles. Yo, a estas alturas, es lo único que pido, sabiendo que eso es la base de que llegue todo lo demás.

Entiendo que pueda haber críticas a la elección de Fernando Vázquez como nuevo entrenador del Dépor. No es un técnico al que los analistas comparen con Guardiola, no es un técnico de los que se llevan titulares en los tiempos modernos y ni siquiera es una de esos antiguas estrellas del fútbol recientemente retirada que viene a comerse el mundo en su nueva etapa como entrenador. Entiendo que posiblemente (aunque nunca se sabe lo que puede llegar a pasar) no es un entrenador para un proyecto largo en el que asentar las bases de un futuro que a día de hoy es más incierto que nunca, pero eso no me preocupa ya que asentar las bases del futuro no es lo principal ahora mismo: lo principal es asegurarse de que el club pueda tener dicho futuro. No sé si las cosas mejorarán y no sé si existe una opción factible que sea mejor que Vázquez para entrenar a este equipo, pero sí estoy seguro de que su llegada tiene motivos para ser vista con gran positividad y de que su anterior marcha del club fue una de las decisiones más injustas y carentes de lógica deportiva que se tomaron en el Dépor en los últimos años.

Nunca debió irse, al menos no en aquel momento. El entrenador gallego tuvo, en su etapa en Coruña, dos objetivos a conseguir: uno casi imposible y otro factible. El factible fue el de su segunda temporada, el ascenso desde la categoría de plata, y aunque hubo momentos de inquietud lo cierto es que resolvió la papeleta de manera digna y dando confianza a gente de la casa con un juego que nunca fue brillante pero casi siempre fue sólido. El casi imposible fue el de su primer año, y los paralelismos con la situación actual hacen que su desempeño en aquel momento sirva al menos para tener un clavo ardiendo al que agarrarse. Llegó a un equipo roto, sin salvación y en un momento en el que el ambiente entorno al club estaba completamente desgarrado por dentro y por fuera. En ese contexto impracticable no consiguió el milagro, pero sí consiguió acercarse a él contra todo pronósitico y llevar a todo el mundo a unirse entorno a él y a creer, porque él fue el único que creyó cuando hacía falta que creyese alguien y contagiase ese sentimiento a todos los demás.

El fichaje de Fernando Vázquez no es populismo, es confianza en la última persona (dejando aparte esos brillantes meses de Víctor Sánchez del Amo) que trajo al club algo más que mediocridad, porque salirse de la mediocridad en el fútbol no está en jugar bonito sino en que la afición reciba desde el césped algo con lo que identificarse, y Riazor recibió en aquellos tiempos un equipo al que era imposible reprochar casi nada incluso cuando las cosas no salían. En A Coruña nunca se pidió jugar bien, sólo se pide poder creer en el equipo, y Vázquez demostró saber conseguir eso en el pasado. ¿Hay elecciones factibles que mejoren a la suya? Quizás, no lo sé. ¿Es el mejor entrenador del mundo? Evidentemente no. ¿Puede acabar en desastre? Por supuesto que puede hacerlo, pero el desastre es el único destino al que lleva abocado este equipo desde hace casi cuatro meses y sólo sería la continuación de un rumbo heredado.

Al menos esta vez tenemos a alguien que sabemos que moverá cielo y tierra para intentar que ese desastre final no se produzca, porque si algo no se le puede negar a Vázquez es que, más allá de aciertos o equivocaciones, la pasión que pone en conseguir que las cosas funcionen es la que cualquier aficionado en su puesto mostraría pero añadiendo a mayores los conocimientos de un profesional, innegables en alguien con décadas de carrera a sus espaldas. De esta forma sobreviviremos o moriremos, confiando en uno de los nuestros, en alguien como nosotros que sabemos que dará todo por recuperar esto y nunca se dejará llevar por la corriente. Es lo único que nos queda.

7 oct 2019

Desorientación deportiva


Por Rubén López | rubenlopezfcp@gmail.com

Juan Antonio Anquela llegó, vió y perdió. Su etapa en A Coruña fue breve y su estancia en el banquillo de Riazor será recordado durante mucho tiempo, no en vano durante su dirección se pudo ver el que posiblemente sea el peor Deportivo en décadas. En estos escasos cuatro meses al frente del equipo blanquiazul sólo en el partido contra el Oviedo conseguimos ver una idea de juego definida, en los restantes partidos (ni siquiera pueden salvarse los encuentros contra Albacete o Cádiz en los que el equipo estuvo mejor asentado que en el resto de sinsentidos pero sin llegar a ofrecer nada digno de elogio) todo fue desorden, falta de ideas, incapacidad para mover el balón y desastre defensivo. Ni siquiera se le puede reprochar, como muchos temían tras su nombramiento, que su juego fuera rácano, ya que para racanear es necesario primero tener algo que proteger y eso nunca fue el caso. El Dépor de Anquela fue el vacío más absoluto y sin lugar a dudas estuvimos ante el peor equipo, a nivel de juego colectivo, de todo el fútbol profesional español. Incluso puedo decir que en los años que llevo viendo fútbol recuerdo a pocos equipos que jugaran peor de lo que lo hizo el Deportivo en las primeras diez jornadas de liga.

Las palabras del primer párrafo son duras, sí, pero no es para menos. Además, por irónico que parezca, no creo que a Anquela se le pueda culpar demasiado de todo lo ocurrido. Es cierto que no supo encontrar soluciones, que sólo hizo peores a sus jugadores y no los protegió de sus defectos, pero no deja de ser consecuencia de haber sido nombrado líder de un proyecto para el que no era el hombre adecuado. Anquela es culpable del mal juego, sí, pero también es víctima de unos bandazos inadmisibles en la dirección deportiva de un club que alternó sin sonrojos y en sólo diez meses entre entrenadores tan distintos como Natxo González, Pep Martí, Juan Antonio Anquela y Luis César. No existe ningún tipo de conexión ideológica entre ellos, e incluso podría decirse que los dos últimos son tan antagónicos como lo eran los dos primeros.

Esos antagonismos Natxo - Martí y Anquela - Luis César es un verdadero atentado contra la cordura. Dos temporadas seguidas se cambió a un entrenador por otro que no tiene nada que ver, lo cuál indica que la confección de plantilla se hizo sin una idea en mente y su timón se dio a entrenadores elegidos sin buscar coherencia con los jugadores disponibles. No creo que Luis César sea un mal entrenador, de hecho hizo cosas muy destacables en Lugo y Tarragona además de conseguir hacer funcionar en tiempo record a un Tenerife que no carburaba la pasada temporada y de ese modo conseguir la salvación, pero me genera dudas lo que puede conseguir con sus ideas teniendo para trabajar un equipo al que le cuesta tanto sacar el balón jugado en las primeras fases del juego. Creo que vamos a ver un intento importante de que Vicente vuelva a ser capitán general en el centro del campo, me sorprendería que el nuevo entrenador no buscara darle relevancia, pero la primera fase de construcción tiene difícil salvación. Veremos si la recuperación de Somma, un jugador que a priori encaja bien con Peru, puede conseguir que Sampedro consiga tener una defensa capaz de sacar el balón jugado sin problemas. En cualquier caso, es evidente que el enésimo cambio de entrenador en tan sólo un lustro trae a la mente la idea del eterno deja vù en el que el banquillo de Riazor se convierte en una trituradora de nombres.

Carmelo del Pozo demostró sobradamente no tener ni la menor idea de lo que está haciendo. El equipo no funciona y no consigue lograr objetivos, algo que no es exclusivo de la primera plantilla. Es cierto, Anquela nunca fue capaz de enderezar esto y su marcha en este caso era necesaria, pero cambiar de entrenador cada cuatro meses no es la solución por mucho que las personas al mando del Deportivo se empeñen en continuar haciéndolo sin pizca de autocrítica. Está más que claro que el problema de este equipo es estructural y hace falta sangre nueva que sea capaz de cambiar todo lo que no funciona. Los cambios de entrenador son sólo un parche, la solución definitiva pasa por la marcha de un Carmelo del Pozo que debe asumir cuanto antes su fracaso por el bien del club y por la convocatoria de unas nuevas elecciones que den paso a gente que sepa darle al club una consistencia más que necesaria.

Por lo demás, toda la suerte del mundo a Luis César, ya que ahora todo está en sus manos. También suerte a Anquela en el futuro, ya que al fin y al cabo sólo fue un entrenador que llegó y vivió con toda la ilusión del mundo su etapa pero encontró unas condiciones de trabajo imposibles para él.

26 ago 2019

Baño de realidad en Huesca


Por Rubén López | rubenlopezfcp@gmail.com

Duro golpe en Huesca para el Dépor en todos los sentidos en la segunda jornada del campeonato de liga. El palo a nivel deportivo es evidente y deja ver que a día de hoy el equipo blanquiazul es muy inferior a un teórico rival directo, pero sin duda lo más doloroso es el golpe de realidad que se sufrió con lo que se pudo ver en El Alcoraz. Nada que ver con esa propaganda de equipo luchador y entregado que vendió Anquela en la pretemporada. Esas palabras hicieron a muchos temblar presagiando un equipo especulador, ramplón y tosco, pero en el último partido ni siquiera eso fue ofrecido por el cuadro coruñés. Salvo 20 minutos al final del encuentro en los que el Huesca bajó el pistón y se vio a un Dépor más capaz de hacer cosas con el balón, el resto del encuentro fue una masacre a favor del equipo local. Sólo hicieron falta dos jugadores en ataque para hacer añicos al Dépor, Mikel Rico y Dani Raba. Ellos solos se bastaron para combinar en la débil zona izquierda de la zaga blanquiazul y hacer que los tres puntos se quedaran en casa.

El principal punto negro en el que haya que poner la lupa es precisamente esa banda zurda, en la que Luis Ruiz hizo aguas en todo momento y demostró por qué fue suplente en un equipo que casi desciende la temporada pasada. Incapaz de ganar duelos (algo de lo que no hay que exculpar a las escasas ayudas efectivas que ofreció Borja Valle, su compañero de banda) y falto de recursos como el balón en los pies, incluso la mala suerte se cebó con él en el primer gol al no ser capaz de reaccionar para dejar un espacio necesario para que Gaku despejara el balón de una zona delicada y obstruir de esa manera un en envío que acabó llegando a un delantero rival que fabricó el tanto inicial. En el tercero, de nuevo, volvió a ser protagonista al no estar ni remotamente cerca del extremo que dio el pase de gol a placer a Pulido tras un mal movimiento de Bergantiños. En cualquier caso, es inexcusable que desde el banquillo no se buscara proteger especialmente ese flanco al ver los incesantes problemas que ahí existían. Ruiz, con todos sus defectos, se vio a menudo solo ante el peligro.

La figura de Bergantiños vuelve a necesitar ser comentada. Fuera de toda duda está su condición de jugador de garra y compromiso, pero esta forma de jugar, en la que se ve envuelto en un contexto de ida y vuelta descontrolada, es la antítesis de su habitat natural. Es un jugador desordenado en lo posicional y debido a esa tendencia al balonazo del equipo blanquiazul se ve continuamente superado al correr hacia delante y también cuando hay que ir hacia atrás. No es igual jugar a esto que jugar teniendo a Marí y a Duarte detrás con una salida limpia de balón que permite más tiempo para ubicarse sin perder balones continuamente haciendo vivir al mediocentro en una constante transición. Incluso hay fases en las que Gaku destaca más que él en la destrucción y eso no debería ser así. Sobre todo porque con Gaku en esa zona se pierde al japonés para hacer lo que realmente sabe hacer.

Hablando de Gaku, la tendencia vuelve a ser verlo demasiado retrasado y ejerciendo como base de creación, al menos en el plan A que vimos en la primera parte, dando unos pasos hacia el campo rival en los últimos minutos del partido. Esto le obliga a empequeñecerse, haciendo que deba correr hacia atrás con más frecuencia que hacia delante y perdiéndole en el área de influencia donde puede ser importante. Incluso Aketxe se vio obligado en algunas ocasiones a ir a la base de creación para conseguir tener algo de incidencia en el juego, algo que no debería ocurrir nunca


Todo este panorama se tradujo, en el ámbito ofensivo, en posesiones breves y sin control alguno sobre el juego, relegándolo todo en la primera parte a que Koné consiguiera sacar petróleo de balones que llegaban a su zona para ser peleados, algo que no parece demasiado eficiente. En los últimos minutos y con Longo y Santos sobre el campo, la estrategia cambió y se adelantó al equipo en bloque para intentar llegar al área con mayor superioridad. Los ataques en ese contexto fueron más exitosos, pero sin que la diferencia fuera suficiente más allá del gol conseguido por Santos.

En cualquier caso, lo preocupante debe ser el desbarajuste defensivo en el que habitó el equipo y que se iniciaba ya desde que el Huesca empezaba sus jugadas. Mucho espacio en la zona de mediocampo en el comienzo de los ataques rivales hizo muy sencillo que rompieran líneas en las primeras fases de su juego, pudiéndose plantar con suma facilidad en la zona de peligro con un complemento de lujo para ello como resultó ser la calidad de Raba, un suplicio caído a la banda más débil.

No es exagerado decir que la línea defensiva titular del Deportivo está hoy por hoy muy lejos del nivel que debería tener un aspirante al ascenso. La pareja formada en su centro por Lampropoulos y Somma está a años luz de lo que ofrecían Duarte y Marí, y los laterales no pasan de tener nivel para ser simples suplentes cumplidores en un equipo de segunda división. No hay más de donde sacar, y la baja de Peru durante el próximo mes hace que las perspectivas al respecto no sean las mejores. Hay poquísimo margen de maniobra en tiempo y dinero, pero parece evidente que, salvo milagro, con esta línea de cuatro es imposible optar a luchar por nada.

Creo que también debo mencionar el partido de un Pedro Mosquera con el Huesca que generó mucha superioridad para su equipo gracias a su buen juego posicional y distribución. Rompió líneas y cortó ataques mostrando una solvencia notable por alto. En Coruña nunca se confió en darle esa manija y tuvo que irse para demostrar su valía en ese ámbito. Además, no sólo fue relevante en campo propio, sino que también tuvo acciones meritorias en la zona de tres cuartos. El tercer gol de su equipo, por ejemplo, nace de una buena decisión suya al leer las posiciones de la defensa deportivista que deja al bloque ofensivo del Huesca en una situación muy ventajosa. Actuando de pivote  y acompañado de dos interiores bastante adelantados no sufrió en ningún momento hasta que empezó a perder un poco de fuelle a partir del minuto 70, y eso es decir mucho de un jugador que en Coruña "no servía" para ese rol (aunque la labor de su técnico actual protegiéndolo de los aspectos del juego en los que sufre también tiene algo que ver). Su único error, no obstante, fue grave: un pase que acabó en las botas de Álex Bergantiños y dio pie al gol de Christian Santos. La capacidad para el remate del delantero venezolano es quizá la única noticia positiva del encuentro.

En resumen, es muy rácano confiar en que Koné consiga crearse la oportunidad a partir de balonazos. Es muy rácano hablar de que el fútbol es una guerra y hacen falta soldados y, sobre todo, es muy rácano confiar en el caracter cuando el único plan fuera de casa parece ser el jugar a no perder, lo que muestra una total carencia de él. Cuando juegas a ser un equipo ordenado necesitas jugadores capaces de hacer eso, necesitas jugadores muy superiores tacticamente en los puestos clave y no sólo no los hay sino que el orden en la fase defensiva en general es de chiste. No hay equipos exitosos en este estilo de fútbol sin un central imperial, sin un mediocentro defensivo posicionalmente enorme y con dos laterales muy por debajo del nivel de los titulares de la categoría. Si además lo acompañas de unos jugadores en los extremos que no aportan nada diferencial en ataque, el cóctel es de órdago.

Este equipo no es superior en nada al del año pasado, y lo preocupante no es analizarlo en clave de individualidades, sino en clave de equipo. Todo lo visto en el primer encuentro se evaporó en Huesca, no hay una idea a la que encomendarse más allá de la especulación. Si esta es la apuesta que se va a llevar a cabo no hay duda: Carmelo creó un equipo de segunda fila con el que vamos a sufrir en una decisión que tomó forma desde el mismo momento en el que se eligió el técnico. Cinco goles encajados (que podrían haber sido bastantes más) en dos partidos dejan bastante claro que a día de hoy al Dépor no le queda ni siquiera agarrarse al clavo ardiendo de pensar que somos un equipo rácano pero ordenado y sólido como se dice que son todos los equipos de Anquela. Sólo nos queda la racanería.

19 ago 2019

Lo que se intuye y lo que le falta al Dépor de Anquela


Por Rubén López | rubenlopezfcp@gmail.com
 
Este domingo la liga volvió a Riazor enfrentando al equipo local con el Oviedo. No fue en primera, como todos habríamos deseado en junio, pero lo que comienza es una nueva oportunidad para regresar al lugar al que el club blanquiazul busca volver cuanto antes y el resultado no fue un mal comienzo, pues a pesar del sufrimiento los 3 puntos se quedaron en Coruña. Fue un partido de altibajos, que sirve para ver las intenciones, las virtudes y las carencias de un equipo que empieza a rodar y que se intentarán resumir en este artículo.

La primera parte fue interesante. En ella se vieron los principios de juego, unos principios que se adecuaron bien a lo que se dispuso sobre el campo. Se renunció a tener el balón en muchos aspectos, pero es algo que no me parece realmente censurable si hay un plan y en este partido lo había. Se alineó a un equipo que quiso dar el máximo en los contextos muy favorables, en los que abundaban espacios para ser explotados por los de arriba, y dio manifiestamente el protagonismo y el balón al rival cuando no los había y la situación no era propicia para ir al ataque. Se quiso economizar el esfuerzo y también guardarse las espaldas.

El Dépor buscó con frecuencia la creación activa de esos espacios en el esquema del rival, sobre todo mediante movimientos de Koné y riesgos tomados en el pase (para mí excesivos y propiciadores de un número alto de errores no forzados) de Gaku. Eso aportó capacidad para sacar el máximo de las contras y optimizar su eficiencia recurriendo a ellas sólo cuando la ocasión era lo suficientemente clara como para apostar por ella. Complementando ese recurso con la poca intención de mantener la posesión, se consiguió tener al equipo asentado en campo propio sin sobresaltos. Quizás esto último parezca algo contradictorio, pero no lo es. Renunciar a mantener la posesión reduce las fases críticas de creación en campo propio y minimiza, de esa manera, los sustos que puede dar la presión alta del rival. Teniendo una primera fase de creación en la que el balón pasa irremediablemente por jugadores como Bergantiños, Lampropoulos o Bóveda, parece inteligente buscar maneras de atacar que sean diferentes a la continua construcción. En ese contexto, construir sólo cuando el riesgo vale la pena parece prudente y permitió que en el minuto 56 el equipo fuera ganando por un aparentemente cómodo 2-0.

Hay ciertas incógnitas que me parece interesante abordar en este juicio de la idea básica de juego, como la de si Aketxe puede llegar a ser ese metrónomo necesario en su zona para jugar al contrataque, ese tipo de jugador del que el mejor Özil es paradigma. De Aketxe vimos bastantes cosas, vimos que tiene llegada y descaro pero quizás se echa demasiado a banda como para ofrecer el rol comentado y Gaku juega demasiado atrás como para cumplirlo. Habrá que ver cómo se acopla eso en futuros partidos.

La cara menos amable la dejó una segunda parte que respondió a una incógnita que rondaba por la mente de cualquier espectador en la primera: La pareja de centrales está formada por dos jugadores no muy destacables por alto (ningún jugador defensivo de este Dépor lo es) ni muy capaces de correr hacia atrás. ¿Qué pasaría ante equipos que buscaran su espalda o buscasen colgar balones? Egea había planteado de inicio un ataque buscando que la sorpresa la dieran sus jugadores de segunda línea, planteamiento en el que la defensa blanquiazul estuvo cómoda al no tener que competir contra ninguna de las carencias comentadas. Pero cuando el Oviedo juntó a dos puntas y cambió la estrategia todo se complicó. A partir de ese momento, el estilo de ataque del conjunto asturiano pudo volverse más imprevisible y variado, atacando a las evidentes carencias de la pareja de centrales con éxito. Aparecieron los balones laterales y las espaldas descubiertas, y llegó el empate. Al Dépor no le quedaba más remedio que defenderse utilizando su ataque y alejando el balón del área y por ello salieron al campo Santos y Longo. Una gran acción del delantero venezolano dio al Depor el 3-2 definitivo.


Si buscamos resumir lo bueno y lo malo, veo una idea de base que podría llegar a funcionar en ataque (en la que tener a Koné sano es capital, y si las lesiones le respetan va a ser un gran fichaje) pero con piezas defensivas que rechinan y en las que debe buscarse un parche como sea, porque son potencialmente insostenibles.Las primeras piezas a revisar ya las mencioné y son la pareja de centrales. Otra de ellas es Álex Bergantiños. Siempre se le cuestiona y al final siempre acaba siendo importante, pero en este tipo de juego es en el que más difícil adaptación puede tener. En un estilo de juego como el planteado contra el Oviedo es vital un mediocentro posicionalmente muy pulido y Álex dista mucho de ser eso. Es un jugador de oficio, empeño y pulmón, pero la colocación no es su virtud.Se le vio fuera de sitio en acciones clave, limitándose a ver pasar el balón por encima de su cabeza o incluso estando a diez metros de la jugada a taponar. Lo hizo mejor incluso con el balón en los pies que en la destrucción, y por ello me gustaría ver ahí a Peru y comprobar si puede dar una alternativa.

Queda mucho trabajo, todo está muy verde todavía.Este juego podría funcionar, pero debe haber incorporaciones defensivas para que tenga éxito y eso es lo que me hace replantearme su validez. El entramado defensivo es demasiado endeble como para conseguir un bloque compacto atrás sin fichajes que den un salto de nivel importante, y sin esa solidez sólo se conseguirá perder para la causa a un jugador creativo como Gaku, que sufre de lo mismo que Edu Expósito sufrió la temporada pasada: una multiplicación de funciones que no le benefician. Habrá que esperar.

10 jun 2019

¡Canten, putos, canten!


Por Rubén López | rubenlopezfcp@gmail.com
Luz. Llamas. Ruido. Cánticos. Euforia. Riazor tuvo todo eso el pasado sábado después del último partido de su liga regular y lo tuvo porque pudo y porque quiso. Más allá de que no hubiera ningún ascenso que celebrar todavía, los allí presentes nos recreamos en lo único que tenemos por ahora, que es a la vez lo máximo que podíamos tener: seguir vivos aspirando a conseguir el objetivo del ascenso. El acto salió de una mezcla entre la espontaneidad y el preparativo previo y fue recibido con cierto rechazo por una parte de la afición, pero yo creo que fue algo de lo que sólo se pueden sacar cosas positivas. Superado un escollo que hace sólo unas semanas parecía imposible, es momento de aprovechar la buena ola y no poner freno a la euforia, porque la euforia por sí misma no es mala. Si se consigue que no provoque un alejamiento de la realidad es un valor añadido.

Esta misma temporada fue un claro ejemplo de los beneficios que una euforia bien gestionada puede dar. Lo vimos en la Champions, donde, en medio de esa histriónica atmósfera que siempre rodea a Klopp, el Liverpool venció sobre el agarrotamiento de la obligación que suponía el cetro europeo para equipos como City o Barcelona, que se quedaron por el camino con una sensación de decepción notable. Pero también se vio en nuestra propia categoría con Osasuna, campeón con el que pocos contaban y que se hizo fuerte consiguiendo el compromiso de una afición que desde que empezó a verse con opciones supo que no había nada que perder y transmitir ese sentimiento al equipo. Y es que la euforia es eso, ser consciente de que una derrota no es el fin del mundo y que el fútbol está hecho para ilusionarse con las grandes victorias.
 
El fútbol, en resumen, es creer, crear, criar... Creer porque la creencia nos lleva a despertarnos cada domingo esperando al menos un gol más en el lado de nuestro escudo que en el del rival en el marcador al final del partido. Crear porque cada partido es una forma de creación, de mostrar al mundo la capacidad de un conjunto. Y criar, por supuesto, porque no existe mejor medio para formar a las nuevas generaciones que un juego, los juegos son como la vida. Hay malos, hay buenos, hay lealtades, éxitos y fracasos. El fútbol se filtra en cada uno de los huecos de la mente del niño que va a ver a su equipo, y a un niño no lo puedes criar en la obligación del éxito porque eso es irreal y sólo crea frustración. La ilusión de la euforia controlada, la emoción por cada victoria y la aceptación de la derrota como el inicio de un nuevo ciclo hasta el siguiente partido en vez de como el fin del mundo. Eso es este deporte y eso demostró entender Riazor hace unos días.
 
La euforia no es mala mientras los pies estén en el suelo. La buena euforia conduce a los éxitos de la misma forma que la frustrante obligación conduce a los fracasos. Ese Liverpool de Klopp del que ya hablé y que vive en la euforia constante es el perfecto ejemplo. Incluso en el peor de los casos, me gustaría que tuviésemos en la cabeza esa imagen de Mohamed Salah desolado hace poco más de un año. Porque esa imagen, una imagen que podría parecer de fracaso, no lo es. Esa imagen es la imagen de un futuro éxito, un éxito que se produjo tan solo un año después. Tanto esa falsa noción de fracaso (ser el segundo equipo de Europa no lo es) como el éxito posterior tuvieron un denominador común: Creer. Porque cuando crees puedes ganar o puedes perder, pero cuando te obligas y te generas urgencia no hay alegría posible porque ganar es lo normal y la derrota es una debacle que hace temblar las piernas mientras compites. No hay ilusión porque no puedes conseguir nada, sólo hay miedo por perder lo que necesitas para poder sobrevivir.

No hay motivos reales para el pesimismo. Si analizamos nuestra situación, es cierto que tenemos ese leve handicap que haría que antes de unos hipotéticos penaltis estuviéramos eliminados. No nos importa. ¿Cuántos partidos históricos de nuestro Deportivo nos engrandecieron en los penaltis? No somos de esos, nosotros mejor que nadie tenemos grabado a fuego un dogma incuestionable: nuestra grandeza no debe volver a depender de un penalti, nunca más. Olvidemos las obligaciones y creamos que es posible, porque si el año que viene no estamos en primera seguiremos teniendo esa imagen de un desolado Salah hace 12 meses y la satisfacción de saber cómo continua esa historia un año más tarde. Mientras todo está en el aire hasta que el tercero en discordia del ascenso se decida en esa mágica noche de San Juan en la que en Coruña somos omnipotentes, sólo cabe recordar las palabras que un sabio nos dedicó en tiempos pretéritos: ¡Canten, putos, canten!

20 may 2019

No es sólo el quién, también es el cómo


Por Rubén López | rubenlopezfcp@gmail.com

El Dépor dejó encarrilada su permanencia en Segunda División de cara a la siguiente temporada con su inerte actuación en el Anxo Carro el pasado domingo. El equipo de Martí dejó ver vicios anteriormente mostrados y convirtió en espejismo todo lo que en anteriores partidos había parecido parte de una lenta pero esperanzadora progresión. Quizás simplemente fuera una mala tarde y realmente sí existe tal progresión, pero a estas alturas no había ya margen para malas tardes. Haría falta ahora no fallar en los partidos que restan para tener alguna opción, y no parece lo más probable viendo que en la presente temporada el Deportivo nunca fue capaz de encadenar tres victorias seguidas.

Teniendo en cuenta que la temporada está casi perdida, cabe pensar en qué fue lo que la llevó al probable fracaso. Si en la etapa de Natxo se abusó de dar confianza a jugadores poco confiables en contextos desfavorables, lo cierto es que con Martí se minimizó ese protagonismo de los jugadores de perfil más bajo y se apostó por los que a priori tienen mayor calidad, al menos en la parcela ofensiva. Las presencias en el once de jugadores como Didier Moreno o Pedro Sánchez pasaron a ser anecdóticas, aunque el extremo alicantino todavía tiene un peso inexplicable en las segundas partes. Otra cosa que se frenó con Martí fueron los bandazos: a día de hoy la idea y la estructura es clara. 

No obstante, hay un aspecto que continua a la orden del día en el Dépor, y es la negligente elección del contexto en el que se hace desenvolver a los futbolistas. Con una plantilla hecha para dominar, el entrenador tiene que esforzarse siempre por encajar a los mejores, eso se da por descontado, pero además tiene que rodearlos de un contexto favorable aprovechando sus virtudes y minimizando sus defectos. Es cierto que no siempre se puede favorecer a todos, pero al menos se debe buscar el equilibrio, algo que no pasa desde hace demasiado tiempo en Coruña, no es un defecto sólo de esta temporada. El equipo lleva años haciendo caer en picado el valor de sus jugadores, jugadores que en muchos casos demostraron de nuevo su valía al salir de Coruña, y esa desvalorización tiene mucho de explicable en clave de contexto de juego al que se enfrentó aquí. Hay jugadores que en este equipo no sólo no son aprovechados con sus mejores virtudes, sino que se les mata haciéndoles actuar en situaciones desfavorables. Y, si buscamos  particularizar, hay nombres propios para regalar:

  • Saúl lleva varios partidos siendo un futbolista mediocre e incluso nefasto por momentos. El lateral tiene nivel más que demostrado en la categoría y es probable que acabe siendo un jugador de primera durante bastantes años, con lo que no debemos buscar las razones sólo en él, sino también en lo que le rodea. ¿En qué beneficia a Saúl, un jugador con predilección por seguir las jugadas, ofrecerse como apoyo y participar siempre en la combinación, encontrarse un solar desierto de apoyos en su zona? En los últimos partidos, es habitual verlo recibir sin compañeros ofreciéndose en su banda, viéndose obligado a algo tan impropio de un lateral como darse la vuelta y buscar un amigo en zonas retrasadas. Su influencia en ataque está perdida totalmente porque no es un lateral sorpresivo, sino un llegador gradual, y perder la presencia de un interior con el que buscar subidas como era Vicente le perjudicó evidentemente. 
  • Edu Expósito lleva bastante tiempo sin deslumbrar y posiblemente el menos culpable de ello sea él. Lo cierto es que se está viendo obligado a actuar en un entorno que le obliga a la intrascendencia aunque, paradójicamente, le obligue también a la omnipresencia. ¿En qué beneficia a Edu verse obligado a dar varios pasos hacia atrás para desatascar la función de salida de balón porque Bergantiños no es un jugador solvente realizándola, cuando la principal aportación de Edu es la de ser determinante con el balón en tres cuartos y cuando la labor de construcción previa puede ser realizada por jugadores que sí son específicos para ella como Vicente o Mosquera? Y, sobre todo, ¿en qué beneficia al equipo tener a Expósito ahogado en el minuto 60 por esa ida y vuelta, haciendo labores propias de tres posiciones diferentes y siendo incapaz por ello de no brillar en ninguna? Por si fuera poco, ayer no fueron pocas las ocasiones en las que teniendo Expósito el balón fue incapaz de encontrar apoyos para soltarlo.
  • Carlos Fernández es el jugador más diferencial del equipo, un futbolista que facilita enormemente el mantener la posesión en zonas altas por su juego de espaldas y capacidad combinativa. ¿En qué beneficia a Carlos caer en el juego brusco y rápido, de ida y vuelta, al que se entrega el Dépor sin reticencia a instancias de sus rivales? Cuando el balón llega a Carlos, el panorama inmediatamente detrás de él es desolador. Edu, incapaz de estar en todos sitios, no siempre está en el apoyo y Fede en ataques rápidos no tiene tiempo de cubrir su hueco desde la banda. Al final, los balones que llegan a los dos de arriba acaban siendo en muchas ocasiones una invitación agresiva a que se busquen la vida ellos mismos y no se puede vivir de la pegada en un equipo en el que tus dos delanteros, aunque solventes y de calidad, no son Messi y Cristiano Ronaldo.
  • Marí y Duarte son dos defensas que se sienten muy cómodos desde el dominio. No se tensan cuando hay que sacar el balón con calma y se toman su tiempo moviendo al rival y tocando entre ellos todo lo que sea necesario si así se requiere. Son jugadores con un muy buen posicionamiento, pero no son centrales excelsos cubriendo campo, cuando el control se pierde sufren, cuando los ataques pillan desordenado al equipo y la transición defensiva es errática lo pasan mal. ¿De qué les sirve también a ellos esa continua ida y vuelta que acaba casi siempre con pérdidas rápidas y transiciones a trompicones que conllevan contras inmediatas del rival, contexto que especialmente cuando el delantero es rápido (y, contra el Dépor, los rivales suelen usar esta opción conociendo este detalle) tiene grandes posibilidades de hacer especial daño?
  • Bergantiños es un destructor puro, necesita a alguien cerca para dársela inmediatamente cuando recupera, un jugador que haga lo que hizo Juan Domínguez cuando los dos fueron jugadores muy destacados hace unas temporadas en segunda. Por lo explicado anteriormente, es evidente que Edu no es el hombre adecuado para hacerlo. ¿En qué beneficia a Álex y, sobre todo, en qué beneficia al equipo, que sea la base del juego de ataque? Su habilidad para sacar el balón mejoró considerablemente de hace unos años a esta parte, pero nadie sale beneficiado de hacerle resolver papeletas en las que sufre.
  • Todos los jugadores de banda están a un nivel horrendo, sin excepción, desde hace tiempo. Y ni Cartabia, ni Valle ni Nahuel son jugadores horrendos. Es evidente que existe un problema estructural en su irrelevancia, que la existencia en la pierna cambiada es un invento sin pies ni cabeza dentro de la sistemática de juego del equipo porque no aporta nada en la estructura habitual de ataque y limita tanto a ellos como a los delanteros, porque siempre va a sobrar un jugador, un jugador que además al estar a pie cambiado tampoco te va a dar la capacidad de sacarte un centro en la mayoría de ocasiones. Me parece adecuado el recurso de las bandas cambiadas en esquemas con un sólo delantero, algo que te permite usar a un jugador para mover la defensa y sorprender introduciendo a un jugador en conducción desde el exterior, o en aspectos puntuales de los partidos, pero utilizarlo como recurso por defecto carece de sentido si no es con argumentos de peso que resulta evidente que no existen.
Se podría entrar a valorar más cosas, muchas más, pero haríamos de este artículo una sucesión infinita de párrafos. El resumen se basa simplemente en que poner a los mejores es sólo una parte esencial del plan, pero no la única. Saber por qué son los mejores y permitirles serlo es realmente la clave de todo. Pero seguramente sea ya muy tarde para todo esto, porque el fútbol es un juego orquestal que no cambia de la noche a la mañana. Habrá que confiar en la ciencia infusa y en la suerte.

22 abr 2019

En busca de la competitividad perdida



  Por Rubén López | rubenlopezfcp@gmail.com

Los equipos tienen personalidad. Siempre existen versos libres que vagan a su aire por el vestuario, pero puede decirse que lo normal es que cada equipo alcance con el tiempo su propia forma de ser, que esencialmente dicta la manera con la que se enfrentan a las adversidades en el campo. El Real Madrid de la primera etapa de Zidane era un equipo ególatra, el United de Ferguson era un equipo prepotente, el Inter de Mourinho era un equipo sacrificado y leal y el Barça de Rijkaard era un equipo feliz y despreocupado. Estos rasgos, aunque en algún caso puedan parecer peyorativos, no lo son. Son ese factor diferencial que estos grandes equipos supieron explotar para convertir su proyecto en grandeza en los momentos críticos, el punto que, bien gestionado, marcó la diferencia entre el éxito y el fracaso cuando tenía que hacerlo. La egolatría del Real Madrid les permitió ser un equipo inmune a la presión de las grandes citas. La prepotencia del United les permitió ser un equipo que nunca se veía inferior a nadie bajo ninguna circunstancia. La lealtad del Inter permitió ver un equipo que de otra manera, sin morir por las ideas, nunca habría sido campeón de Europa y la alegría despreocupada del Barcelona hizo que el equipo dejara atrás a pasos agigantados una época oscura demasiado triste. Por supuesto, para lograr convertir en algo positivo estas personalidades colectivas fue necesario moldearlas o gestionarlas adecuadamente para conseguir esos resultados positivos.

Los ejemplos utilizados hasta ahora son ejemplos de éxito, pero evidentemente también hay ejemplos de personalidades que conllevan fracaso, ya sea por predisposición hacia ello o por fallar en lo ya comentado: no tener una gestión adecuada. Muchos equipos con grandes nombres que acaban fracasando suelen ser equipos divos fruto de una prepotencia o egolatría mal llevada a diferencia de los casos comentados anteriormente en los que sí dio frutos. En el fracaso, la etiqueta es más difícil de poner que en el éxito, ya que no se sabe bien si lo que se muestra es lo real o el producto de la negligencia. El caso del Deportivo lo veo como un claro ejemplo de fracaso en la gestión de la personalidad y es algo que ya traté anteriormente. A día de hoy creo que es una plantilla estancada en la ''cómoda'' inoperancia de no querer afrontar el fracaso y preferir verlo como falta de suerte más que como falta de atrevimiento. Creo que estamos viendo un equipo postrado a aceptar la ansiedad propia de ese sentimiento casi victimista, un sentimiento que llegó a vencer a este equipo por completo. Y eso es un desastre, ya que no hay nada más anticompetitivo que eso.

Esa actitud es una garantía de fracaso cuando uno se abandona a ella. Hay ocasiones en las que gente capaz de sacar adelante sus obligaciones se ve totalmente embotada cuando conoce el escollo de la derrota. Ya sea en el fútbol, en un carrera universitaria o en la vida laboral, los malos momentos siempre aparecen y no saber afrontarlos es algo que puede aparecer en cualquier momento. Y según cómo seas, la manera de arreglarlo difiere bastante. Veo a este Dépor como a ese alumno que va a los exámenes sabiendo que va a suspender y que se bloquea ante ese miedo prefiriendo evadirse antes que poner todo de su parte para que eso no pase. Salir de ese catastrofismo no es sencillo, y por supuesto que la influencia externa tiene su peso. De hecho, algo observado ayer relacionado con esta influencia externa es lo que me llevó a recuperar hoy este tema.

Soy de los que defiende que una grada no debe ser hostil contra su equipo cuando todo está en juego, de hecho lo hice aquí mismo no hace mucho. No obstante, lo que expongo en el párrafo anterior sobre que cada personalidad necesita estímulos distintos para sobreponerse a los malos momentos también es algo que ha de tenerse en cuenta, y contra el Extremadura se vio algo curioso que me hizo reflexionar este asunto: Justamente los únicos momentos para guardar del equipo en el partido se dieron con la grada totalmente en contra (sin que se pueda obviar a mayores el hecho de que esos momentos los cambios habían mejorado al equipo al haber introducido a Mosquera y Cartabia). Fue cuando la grada empezó a pensar más en acusar que en apoyar cuando apareció un Dépor con un poco de sangre inyectada en los ojos y que olvidó de la apatía para encenderse en busca del gol.  No obstante, era demasiado tarde. No ha de entenderse esto como una invitación a increpar a los jugadores desde la grada, ni mucho menos. Quizás podría serlo si una grada de fútbol fuese un colectivo de gente de la que se pudiera esperar conocer los límites de la decencia humana, pero como no es el caso simplemente es una simple reflexión: quizás el equipo necesite que le dejen claro la clase de ridículo que están haciendo para que dejen de hacer el ridículo y saquen la pizca de orgullo que les pueda quedar en su interior.

En cualquier caso, no soy psicólogo ni trabajo a diario con los jugadores para que mis palabras sean más que opiniones en base a la observación lanzadas sin más pretensión que el puro debate y, por supuesto, aunque me guste bastante tratar el aspecto psicológico (porque creo que lleva siendo un handicap en este club desde hace tiempo y este año es el más significativo en ese aspecto) eso sólo es el factor qe da la puntilla a todo lo demás. Una plantilla con la que el equipo debería ir bastante holgado para conseguir al menos estar en puestos de play off sin sufrir se mermó de manera inadmisible haciendo peores a los más válidos o directamente prescindiendo de ellos (entran aquí Mosquera, Saúl, Vicente, Carles Gil y Cartabia) para dar una confianza desmesurada a jugadores mediocres que no deberían ser más que un complemento puntual (Didier, Pedro o Bóveda). Tampoco se dio oportunidad a jugadores que parecían poder aportar, como es el caso de Montiel. Si a eso le sumas las continuas lesiones de Carlos Fernández y Krohn Dehli, dos jugadores que partían como piezas importantes, lo que te queda es una plantilla que dista mucho de lo que se podía entrever en verano y que se asemeja más a una balanza descompensada.

Por otro lado, tampoco se puede negar que desde el banquillo no se está ayudando para nada al equipo desde hace meses. Si la lectura de los partidos de Natxo en sus últimos tiempos estaba siendo deficiente, Martí ayer dio una lección de lo que no debe hacerse en el apartado táctico. La idea de alinear a Vítor Silva (un jugador que sólo puede rendir en un contexto de mucha posesión adelantada y poca ida y vueta) poniendo a la vez un costado derecho formado por tres jugadores como Moreno, Bóveda y Pedro que son totalmente contraproducentes para el fútbol combinativo no te hace sólo perder toda posibilidad de jugar a lo que podrías querer jugar, sino que además conlleva jugar con un jugador menos, ya que Vítor Silva pasa a no servirte para nada y a restar más que sumar. La alineación contra el Extremadura es un error tan inexplicable y grave como el de acabar jugando con Pedro de lateral derecho. Cuando llegas para cambiar la dinámica de un equipo lo último que puedes hacer es caer en las mismas locuras absurdas en las que cayó tu predecesor en el banquillo en sus últimos partidos, cuando buscaba soluciones desesperadas.

Nadie debería engañarse, este Dépor no va a ascender ni va a meterse en el play off. Quizás a partir de la próxima jornada veamos a un equipo diferente, pero las cosas no son tan sencillas y llevamos media temporada confiando en milagros que no llegan. Y a estas alturas, prácticamente ni un milagro puede hacer que este no sea el fracaso más sonado de las últimas décadas en este club. Un año más, el proyecto deportivo vuelve a fallar de manera estrepitosa.

7 abr 2019

El debate sobre la culpa de Natxo en el fracaso de su proyecto en el Dépor es irrelevante


  Por Rubén López | rubenlopezfcp@gmail.com
Natxo González ya es historia para el deportivismo. Con su cese, anunciado esta tarde, se cierra una nueva etapa fallida que acabó mucho peor de lo que se esperaba hace no demasiados meses. Una etapa que llegó a parecer diferente a las anteriores en algún momento, pero que se cerró como absolutamente todas las que se abrieron durante los últimos tiempos: con un sonado fracaso.

Natxo forma ya parte del pasado, y el debate útil ya no debe tenerle a él como objeto de reflexiones. Siempre es importante tener presente el pasado para tomar decisiones de cara al futuro, pero también es importante identificar la raíz de los problemas a los que uno se enfrenta, y en el Deportivo hay uno evidente que eclipsa a todos los demás. El único debate que se debe hacer a día de hoy es el que busque dar respuesta a una simple pregunta: ¿Qué se está haciendo mal a nivel de club para que exista esa imposibilidad de crear un proyecto estable a medio plazo?

El caso del club coruñés es sorprendente, ya que no se puede decir que no hubiera intentos muy variopintos de hacer cosas diferentes. No todo proyecto estuvo encabezado por entrenadores incapaces como Clarence Seedorf o que tomaron las riendas en un momento demasiado hostil como Cristobal Parralo, también existieron etapas en las que por un momento todo parecía ir bien como en la época de Víctor Sánchez del Amo o mismamente en la de Natxo. También intriga ver cómo un entrenador como Gaizka Garitano, que en Coruña mostró una versión gris, está actualmente consiguiendo objetivos con cierta holgura en Bilbao.

Creo que en este club existe cierta tendencia por no encontrar el punto medio, tendencia a confiar en técnicos con buenas intenciones pero a los que todavía les queda grande un club de la categoría del Deportivo (de nuevo los ejemplos de Víctor y Natxo) o entrenadores de vuelta y media que ya no tienen ese ansia de crecer y ese factor sorpresa que aportar al fútbol moderno (Mel y Víctor Fernandez). Esas alternativas pueden salir bien y tanto la opción de dar la alternativa a gente nueva como la de echar mano de la experiencia son perfectamente válidas, pero cuando ninguna te funcionó cabe preguntarse si no vendría bien apostar por algo distinto por una vez.

Cuando hablo de algo distinto, y este me parece un aspecto clave, me refiero a que deberíamos echar la vista hacia atrás y analizar un detalle: ninguno de los entrenadores que llegaron durante la era Tino para encabezar sus proyectos tenía experiencia o la tenía pero había experimentado sólo el fracaso en el cometido para el que llegaban. Si excluimos los entrenadores que llegaron al Dépor con la temporada empezada (se intuye una mayor disponibilidad para elegir a un entrenador cuando se contrata en verano que con la temporada ya empezada y por ello debemos ser más críticos con los errores en el mercado veraniego), tenemos los siguientes casos:

  •  Víctor Fernández: Llegó para pelear por el descenso, pero a lo largo de su carrera sólo conoció esa lucha en una ocasión, en su primera temporada en Primera. Llegó a mitad de temporada al Zaragoza y consiguió el objetivo, sí, pero aquello fue en 1991. En el resto de sus proyectos en la categoría quedó en la mitad alta de la tabla salvo en su última temporada completa en Zaragoza, donde quedó 13º pero sin estar nunca en peligro real. En las campañas en las que entrenó a equipos que acabaron luchando por no descender fue siempre destituido antes de acabar el año.
  • Gaizka Garitano: Llegó con el objetivo de la permanencia en primera después de no haberla logrado en su única oportunidad previa en la máxima categoría (a pesar de que el Eibar acabaría manteniéndose en los despachos).
  • Natxo González: Llegó con el objetivo fundamental del ascenso a primera, pero en su única oportunidad de estar en esa lucha acabó siendo eliminado el el play off.

En cuanto a los fichajes de urgencia en mitad de la temporada como parche para salvar al equipo de la hecatombe, sólo Mel había tenido alguna experiencia exitosa en salvar a un equipo del descenso desde primera división (y sólo en una temporada). Víctor, Seedorf y Cristóbal eran debutantes en la categoría. Pero como dije antes el mercado de entrenadores una vez la temporada ya está empezada es muy limitado, lo realmente preocupante es errar el tiro en el mercado de verano en tres ocasiones que podrían contabilizarse como cuatro si tenemos en cuenta la renovación de la confianza en un Mel que a pesar de haber conseguido la salvación estaba ya muy discutido al final de su primera temporada.

Sea como sea, siete proyectos fallidos en cinco años es argumento suficiente para esquivar casi por completo el debate sobre la figura de Natxo González ahora que ya no es parte del club. El nuevo entrenador ha de tener presente su etapa para ver qué fortalezas y debilidades mostró el equipo tanto colectiva como individualmente y buscar no repetir errores, pero poco más. El debate realmente útil pasa por reconocer que algo se está haciendo mal a nivel de club que hace que sea imposible alcanzar la estabilidad y todo debate debe orientarse a hallar la raíz de ese problema. Encontrar una persona y una idea para asentar el futuro deportivo del club es una condición obligatoria para alcanzar objetivos, y la deriva actual sólo puede dirigir al Deportivo al fracaso endémico.

6 abr 2019

El mal momento del Dépor entendido como un fracaso ideológico


  Por Rubén López | rubenlopezfcp@gmail.com

Reconozco que el 10 de junio se encendió una alarma en mi cerebro. Un clic mental de esos que saltan cuando ocurre algo, por muy nimio que sea, que no puedes evitar ver como un suceso con potencial capacidad de repercutir en el futuro de manera manifiesta. Ese suceso, que durante todo el año llevo teniendo en la cabeza como temido presagio de lo que podría ser un infame efecto mariposa, no es más que una frase que en su momento me golpeó en el orgullo con violencia. Aquel 10 de junio, Carmelo del Pozo se pronunció de la siguiente manera: 

El ascenso es un premio, no es un objetivo. El objetivo es volver a hacer un equipo competitivo y que ilusione a la gente. Seguramente si hacemos eso en ese trayecto llegaremos a unos retos deportivos a medio plazo muy buenos

Quizás, quien lea ahora estas palabras torcerá el gesto irremediablemente y se burle de lo lejos que se quedó el proyecto de lograr esa intención, pero yo voy más allá, voy a la implicación de las palabras. En el momento en el que leí eso la conclusión que me vino a la mente fue horrenda: Esa complaciente y absurdamente alejada de la realidad idea iba a ser la base sobre la que se va a edificar el entramado ideológico de nuestro equipo en una temporada de importancia capital. Evidentemente, en su momento no pude más que callarme con la esperanza de no tener razón y desear no llegar nunca a sentirme inclinado a escribir este artículo, pero no tuvimos esa suerte. Además, según pasaba el tiempo todas las declaraciones sobre objetivos que se hacían desde el club (las más recientes de Natxo González diciendo que jugar el play-off no sería un fracaso) iban orientadas a reafirmarse en esa intención de crear un ambiente en el que no conseguir ascender no fuese visto como una hecatombe.

Sinceramente, por muy duro que suene decirlo de una forma tan cortante, no puedo negar que siempre desprecié esa filosofía de buscar descargar peso de los propios hombros, porque ni la comparto ni la practico. No es simplemente que no me gusten las excusas, sino que creo que lo único que puede llevar al éxito son unos ideales muy definidos entorno a ellos, y pensar que el fracaso tiene cabida me parece la cumbre de la indefinición cuando hablamos de un club que debe aspirar a ser dominante en un contexto de competición. Es cierto que vivimos en una sociedad cada vez más infantilizada en la que el miedo al fracaso y al rechazo están cada vez más presentes, pero la solución no es poner el fracaso como algo aceptable, porque por más que nos queramos vendar los ojos, no es así. La única manera que conozco de sobrevivir al fracaso es autoexigirse lo máximo para que no suceda y, en el caso de no poder evitarlo, asimilarlo como algo que no se puede volver a repetir. Poner paños calientes de antemano sólo ayuda en los momentos buenos, en los que el agua no llega al cuello, pues evita pensar en otras cosas, pero cuando vienen mal dadas (y siempre hay malas épocas, es inevitable) aferrarse a la errada idea de cerrar los ojos al peligro acechante del fiasco es una manera contraproducente de afrontar los problemas. La temporada del Deportivo es claro ejemplo de ello, pues lo único que se consiguió es que en el momento en el que las cosas se empezaron a torcer la realidad golpeara con fuerza y entraran las prisas y el bloqueo.

El equipo, con algún que otro revés inicial, empezó bien la temporada, viendo el final lejano y sin ningún tipo de presión. El objetivo era 'agradar' y la plantilla es de calidad sobrada (no creo que nadie pueda poner un pero a esa afirmación) para hacer cosas importantes en la categoría, con lo que conseguir hacer bien las cosas no fue problema mientras los momentos decisivos estaban todavía lejos. No obstante, ¿qué pasó cuando la segunda vuelta empezó y cada punto debía ser atesorado como si fuera el oro más puro del planeta? Ahí las dudas empezaron a aparecer, porque en el fondo todo el mundo sabe que este club no puede permitirse una temporada sin el ascenso. En el momento en el que se empezó a entrever el final como algo más cercano de lo que parecía y el ansia resultadista hizo acto de presencia todos fueron golpeados por la realidad de que la jornada 42 se acercaba cada vez más y no había una ideología real a la que atenerse más allá de la de aceptar la mediocridad. No había un objetivo inequívoco entre ceja y ceja con el que motivarse y con el que inyectar sangre a los ojos. Por supuesto, estoy seguro de que la intención de lograr el ascenso lleva todo el año flotando en el vestuario como la necesidad imperiosa que deben saciar, pero esa tirita que de cara al público se esforzó por establecer la dirección deportiva desde el principio hizo que de alguna manera el cerebro no estuviera preparado para afrontar los momentos decisivos con esa solvencia que todo equipo que aspira a la grandeza tiene que mostrar obligatoriamente.

Siempre fui de la idea de que lo puramente futbolístico, lo táctico y lo técnico, es la base sobre la que evidentemente ha de sustentarse todo, pero que ese plus que decide la balanza entre quien triunfa y quien fracasa tiene una fortísima componente psicológica, y esa componente se basa casi en su totalidad en la ideología básica con la que afrontas la temporada. Pensemos en los grandes dominadores del fútbol mundial a lo largo de la historia y en todos ellos veremos ese denominador común. Creo que nadie se replantea las ideologías innegociables que enarbolaban las mejores épocas de Real Madrid, Barcelona, Manchester United o Bayern. Todos esos grandes equipos que se sucedieron a lo largo de la historia mostraron unos argumentos a los que aferrarse con uñas y dientes y que, a pesar de que dependiendo del club adopta manifestaciones muy variopintas (juego de posición, fortaleza mental capaz de empequeñecer al rival, pegada temible etc.) siempre se resume en un mismo trasfondo: centrarse en buscar el éxito y ni siquiera plantearse la posibilidad de fracaso. Si Guardiola, Mourinho, Simeone o Klopp son quienes son a día de hoy es porque entendieron como nadie ese concepto, el fútbol se divide entre quien busca triunfar y quien tiene miedo a fracasar. Y, aceptémoslo, por muy comprensible y humano que sea temer las situaciones negativas aquí no estamos para intentar que nadie se sienta mejor consigo mismo, sino para debatir sobre este deporte, y en el fútbol los que triunfan casi nunca son los que muestran esa humanidad de temblar ante la adversidad. Cada individuo, cada jugador, puede tener (y de hecho tiene, irremediablemente) sus dudas y sus temores, pero ante todo ha de sentirse arropado por un refugio basado en la fortaleza psicológica de un conjunto cobijado bajo el convencimiento inequívoco de que lo mejor está por venir, algo que refuerza al grupo y contribuye a levantar a los caídos.

Ahora, después de decir todo esto, habrá quien piense que una frase dicha a principios de año no puede tener toda la culpa de la mala temporada, y yo le respondo que por supuesto que no. Aparte de esto veo más problemas, como la baja de Carles Gil en invierno que inevitablemente provocó la pérdida del único jugador de la plantilla que, a falta de ver a Silva en esa posición, podía aportar algo jugando centrado en tres cuartos. También los innegables inconvenientes que supone renunciar a un jugador como Mosquera a saber por qué razón para dar protagonismo a un Didier Moreno que por muy voluntarioso que sea no cumple los mínimos para la categoría o, sobre todo, la habitual incapacidad de Natxo González para conseguir influir positivamente en los partidos con sus cambios, y el partido contra el Rayo Majadahonda fue un ejemplo perfecto de ello. La primera parte fue una declaración de intenciones del equipo de Antonio Iriondo, que desde el principio mostró la intención de hacer daño a los blanquiazules con una línea defensiva muy adelantada, presión intensa y aprovechar la velocidad de sus atacantes para ganarle la espalda a la defensa herculina. En ese contexto, en el que los madrileños consiguieron imponer su idea e incomodar al equipo local, no se intentó buscar en casi ningún momento los recursos que podrían haber dado un toque distinto al partido: aprovechar que esta vez había jugadores válidos para buscar mantener la posesión y ponerle pausa a un partido cuyo control se había escapado (siempre se buscó llegar rápido al área con unas prisas incomprensibles), permitiendo así crear espacios en las líneas rivales y a la vez que los jugadores deportivistas no perdieran su puesto para poder arropar mejor la salida de balón rival o explotar también la espalda de la defensa usando la velocidad de Quique o Nahuel. Se jugó a lo que quiso el Rayo sin ofrecer resistencia alguna.

Tampoco los cambios hoy fueron capaces de sumar nada, y si acaso consiguieron algo fue restar. La entrada de Vítor Silva por Vicente no aportó nada que se necesitara para cambiar el rumbo del partido y la salida de Pedro Sánchez fuera de posición para dar profundidad en el lateral en un momento en el que a todas luces hacía falta meter en el área a un rematados como Christian Santos me dejó también una sensación amarga. La rueda de prensa del técnico, de una cruda introspección, no dejó ningún lugar a la duda: el técnico vasco está superado por la situación desde hace varias jornadas y atentaría contra toda lógica que este no fuera su último encuentro. Ahora, aunque llegue un cambio en el banquillo, el reto es mayúsculo: ¿será posible cambiar un chip programado con instrucciones erróneas durante toda la temporada en sólo un puñado de partidos de importancia mayúscula? Ojalá sí. Y ojalá también se erradique para siempre de nuestro club, pues esta tolerancia hacia los resultados mediocres es algo endémico. Quizás la transformación de Gaizka Garitano desde la tristeza transmitida en Coruña hasta la solvencia mostrada en Bilbao, en un Athletic Club donde acercarse a los puestos de descenso nunca estuvo permitido, tenga un componente explicable en base a la clásica condescendencia coruñesa.

1 abr 2019

El Dépor jugó bien en el Tartiere


 
No me iré por las ramas antes de explicar convenientemente el título de este artículo: El Dépor jugó bien en el Tartiere, sí, pero la bondad de su juego le duró poco, muy poco. Exactamente el tiempo que estuvieron juntos sobre el verde los jugadores más capaces, de los que había disponibles, de aportar al bloque a la hora de crear superioridades en ataque. Cuando Vítor Silva salió al campo y pudo aliarse con Vicente y Carlos Fernández para efectuar una circulación efectiva en campo rival las sensaciones del equipo fueron muy diferentes a lo que habían sido el resto del encuentro. Quitando esos minutos entre la entrada de Silva y la salida de Carlos, el conjunto blanquiazul dejó sensación de ganas y voluntad, pero poco más.

Se volvía al rombo y el rombo exige cosas que han de estar muy claras cuando recurres a él. No dudo de que Natxo lo tiene presente, pero tampoco dudo de que quiere experimentar para ver si el sistema es compatible con añadidos que llevamos demasiados partidos viendo que no se van a dar, al menos no sin renunciar a todo lo demás. Juntar a Álex y Didier Moreno no es buena idea en un sistema en el que se hace necesario hacer circular el balón con precisión milimétrica para crear espacios en el esquema rival al carecer de extremos que abran campo, por mucho que partas de una idea de usar laterales profundos (además, tener a David Simón en la derecha dista mucho de un lateral profundo de utilidad real en ataque). A Moreno no se le puede reprochar nada, sus ganas en el campo son innegables, pero es un sumidero en la construcción y, más allá de eso, encontrarle siempre es complicado porque no suele estar en el sitio indicado: Vicente está mal y sufre más cuando se rodea de jugadores indisciplinados en el posicionamiento porque no encuentra apoyos, y ayer ni Didier ni Pedro supieron ser una ayuda. Al colombiano, se le vio lejos de la posición de apoyo incluso en los saques de banda de Simón.

En el caso de Pedro, puede verse su alineación ayer como la búsqueda de tener un enganche que funcionara en fase ofensiva como un tercer delantero para desequilibrar una zaga de tres centrales que puede ser más vulnerable a la diversificación de hombres a los que cubrir que al pase entre líneas, pero no funcionó. Y no funcionó precisamente porque se eliminó una etapa de la creación, la que lleva el balón desde el mediocampo hasta el penúltimo hombre. Hacer que Pedro diese un paso adelante provocó que Vicente, el único jugador capaz de contribuir en esa parcela de todos los que jugaron de titulares en el rombo, se viera ante un vacío zonal en el que tenía que afrontar sólo ante el peligro una tarea que ya de por sí no es su principal virtud. Ese nexo final hacia el peligro es la tarea en la que más se echa en falta al ausente Expósito.

Personalmente veo el planteamiento del rombo titular de ayer como una aberración lógica a la que sólo encuentro explicación si divido el problema y voy buscando razones jugador por jugador para ver por qué fueron alineados, pero el fútbol tiene que tener en cuenta contextos globales y no le encuentro razón alguna al once si pienso en ese sentido. Por supuesto que Natxo se la encontraría,es indudable que pensó en cómo acoplar las individualidades al plan, pero a mí se me escapa.

Vuelvo a ver como un sacrilegio el ostracismo de Mosquera en estas circunstancias. Por supuesto, siempre pueden buscarse motivos para sus continuadas ausencias si tenemos en mente el plan habitual del entrenador: No es un destructor puro y le gusta demasiado buscar el riesgo en el pase. A Natxo le gusta mantener las posesiones de manera pausada sin caer en los balones por alto que tanto suele buscar el centrocampista coruñés. El técnico prefiere el toque simple en las primeras fases de construcción y por eso opta por Bergantiños o Didier, que en un porcentaje altísimo de ocasiones pasarán al compañero más cercano, pero a pesar de ello sus errores no forzados en el pase son habituales y condenan la construcción de manera peligrosa o eliminan las potenciales ventajas a la jugada. Mosquera no es impecable, tiende también a ciertos errores en el pase, pero es mucho más aseado y desde luego creo que es el más idóneo para usar de medio defensivo si lo que se quiere es jugar a tener la iniciativa.

Sinceramente, por mucho que se puedan sacar conclusiones positivas del resultado de ayer, no veo motivo alguno para consolarse con el punto. Tampoco me gustó el empate en Malaga que fue valorado por algunos como un buen resultado (aunque sea cierto que con el contexto que se dio en el partido fue el menor de los males). La razón por la que no me gustaron ninguno de los dos resultados es simple: Cuando aspiras a ser dominador en una categoría, un empate sólo es una excusa para ir a por el gol, y un 1-0 es la confirmación de que las cosas van bien y de que hay que buscar afianzar esa superioridad amoldándose necesariamente al cambio de estrategia que buscará rival, pero sin dar pasos atrás más allá que los que una buena respuesta del contrincante obligue. Un equipo dominador debe salir al campo confiado de infundir miedo y que cada partido sea visto por un infierno por los rivales. Por supuesto que esto no es fácil y no se le debe exigir obligatoriamente a un equipo porque no es tan sencillo como simplemente intentarlo, pero el problema del Dépor es que al principio de la temporada lo consiguió y ahora se frustra en la impotencia de verse incapaz de ello porque la inmediatez de los momentos decisivos hicieron que apareciera el miedo al riesgo y ellos sólos fueron dejando morir esa condición. Desde hace demasiadas jornadas se le da un valor excesivo a no perder puntos y ganarlos pasa a ser secundario, actitud que no es propia de un equipo obligado a ser protagonista. La base de todo está en la seguridad atrás, es cierto, pero no encajar nunca debe ser el principal objetivo para un equipo que busque acabar en los primeros puestos, porque las porterías a cero no llevan al éxito si el equipo no es capaz de marcar, y a día de hoy el mal principal está en la pegada más que en área propia. Los empates que hoy nos parecen valiosos pueden transformarse muy rápido en dos puntos perdidos, pues si volvemos al ejemplo del Málaga lo cierto es que si la temporada acabase hoy para lo único que nos habría valido la igualada sería para quedar por debajo de un rival directo. Los partidos hay que verlos en su contexto y si el rival está atosigando hay que cambiar cosas, pero puedes buscar recuperar la iniciativa (cosa que ayer creo que sí se hizo) o rendirte a su merced deseando que no estén acertados (cosa que se hizo en La Rosaleda). Es el banquillo el que decide el mensaje a transmitir a los jugadores.

El panorama de cara al futuro inmediato es ahora una incógnita. No entro en debates sobre un posible cese del entrenador que no tengo nada claro que sea recomendable o no, mi única certeza es que en gran medida el fútbol se basa en poner a los mejores o a los que mejor están, y ya que nadie está para ganar un Balón de Oro últimamente en este equipo, la única opción válida es la de buscar enchufar a los teóricamente más válidos dándoles confianza. El rombo ideal, si lo que queremos es jugar a lo que este equipo demostró saber jugar, para mí no es otro que el que formarían Mosquera en el vértice defensivo, Vicente y Expósito en los interiores y Vítor Silva en la mediapunta. Todo lo que se salga de esa idea de aquí a final de temporada debería ser por exigencias del guión.

El Deportivo debe (y quiere, pero lleva meses sin encontrar las piezas necesarias para hacerlo) aspirar a jugar en campo rival todo el tiempo posible, tiene mimbres para hacerlo ahora que Carlos está recuperado. Es la manera de conseguir protección atrás y a la vez causar peligro mientras se gana la confianza perdida, la única forma de triunfar que se encontró en lo que va de temporada con una plantilla demasiado orientada a eso como para buscar otros planes o confiar en ese a medias. Es momento de confiar en la única idea que aportó algo y no negociarla.

23 mar 2019

La afición de Riazor no es el problema


 Por Rubén López | rubenlopezfcp@gmail.com

¿Alguna vez coincidieron con esa gente que va a un McDonald's y no recoge su bandeja jactándose de no hacerlo mientras espetan: "No voy a hacer el trabajo de otra persona cuando vengo aquí y pago"? ¿Alguna vez coincidieron con esa gente que trata a su pareja como basura y cuando al final la pareja se harta y termina la relación se lo toman muy a pecho y acaban reprochando de manera psicópata: "No tienes derecho a dejarme. ¡Yo te quería!"? Ambas son actitudes de persona que no sabe (o no quiere saber) lo que significan sus actos y actúa y reflexiona sobre ellos ajeno a la realidad, metido en su propia mentira. El primero no sabe que no está pagando por el servicio de mesa y que el dependiente no cobra por hacer lo que él no hace. Por ahorrarse dos míseros segundos de vida está perjudicando a un trabajador. En el segundo caso pues bueno, poco hay que explicar.

Parece que en la grada de Riazor estamos ante un fenómeno parecido. No quiero profundizar demasiado en el tema porque ya está más que tratado, pero  como veo a muchos tomándose como una afrenta que se hable de la grada como si alguien estuviera diciendo que esta sea la causante de todos los males de un equipo que tiene problemas muy graves más allá del ambiente al que se enfrenta en su propia casa habrá que dedicarle a esto unas últimas líneas.

No, la afición de Riazor no es el problema. Es más que evidente que nadie quiere decir eso. Y todo el mundo tiene derecho a expresar su opinión como le venga en gana, faltaría más, igual que todo el mundo tiene derecho a no recoger su bandeja en el McDonald's. Pero, por favor, sin victimismos y sin estar ajenos a la realidad de lo que conlleva. Si haces algo que a todas luces tiene una repercusión negativa en otras personas, afróntalo con dignidad y sin crearte una coartada en el falso victimismo como en los dos ejemplos que puse al principio. Es evidente lo que se quiere decir cuando se habla de la afición, es evidente que si desde dentro lo llevan mencionando desde que se atisba esta beligerancia es porque realmente afecta y no como excusa (aunque pueda servir en parte como coartada) y es evidente, sobre todo, que yo no soy nadie para decirle a nadie lo que tiene que hacer. Sinceramente, en este tema me quedo en el bando de los RB, el de apoyar e intentar sumar para que a final de temporada nadie pueda reprochar nada. Y sí, si el objetivo exigible se escapa todos sabemos que los máximos responsables no serán los 16000 de todos los fines de semana, pero es que vuelve a ser algo tan evidente que me da hasta cierto reparo tener que decirlo.

Y, quien no quiera entender, que no entienda

22 mar 2019

Lo que explica y lo que implica la no convocatoria de Mosquera contra el Almería


 Por Rubén López | rubenlopezfcp@gmail.com


La ausencia de Edu Expósito es un condicionante muy a tener en cuenta a la hora de planear un partido en el Deportivo actual. El centrocampista catalán es seguramente el activo más importante del conjunto blanquiazul y los dos encuentros de sanción a los que se enfrenta no serán fáciles, está claro que va echarse en falta su contribución. Ahora, teniendo este factor en cuenta, ¿se puede leer en esta ausencia la no convocatoria de Pedro Mosquera para el partido contra el Almería? Tal y como yo lo veo, creo que en parte sí y en parte no.

Empezaré primero por la parte que sí: Es indudable que este Dépor se alimentó en sus mejores momentos de un recurso impagable para un equipo que busca tener la posesión del balón: acumular jugadores en ataque con unas condiciones privilegiadas para ayudar al equipo mantener posesión de balón en tres cuartos y tener la fortuna de que estos estuvieran en su mejor nivel. Me refiero, por supuesto, a Edu, Vicente y, sobre todo, Carlos Fernández. Estos tres jugadores fueron la auténtica clave de la capacidad del equipo de Natxo González para hacer daño en los últimos meses de 2018. A día de hoy, debido a las lesiones, Edu es el único que pudo seguir aportando algo al equipo en este contexto durante estos meses, pero no es suficiente. Un sólo jugador no puede hacer un trabajo tan colectivo como mantener la pelota con garantías en terreno peligroso, hace falta la labor de espaldas y de retención de balón que ofrecía Carlos, la pausa y protección de posesión que aportaba Vicente y, como colofón, la creación de contextos de superioridad que siempre aporta el propio Expósito. Todo aquello, aderezado con un Quique muy móvil y muy capaz de sacar petróleo de los espacios convirtió al Dépor en un equipo con mucha pegada y que se podía permitir tomarse los partidos sin prisas, sabiendo que el gol llegaría. A día de hoy, a la máquina le faltan demasiadas piezas y Natxo lo sabe. Por ello, busca otro tipo de juego, un juego en el que cree que Mosquera no es adecuado. Seguramente quiera darle velocidad al juego, aprovechar los errores del rival en vez de esperarlos y llevar rápido el balón al área. Un doble pivote Didier - Vicente como el que se está dando por hecho en el once de esta noche no se entendería sin situar unas bandas muy abiertas (lo ideal sería contar con Nahuel en este contexto, pero quizás sus problemas físicos recientes no le permitan ser titular) y Christian Santos de referencia. Implicaría un cambio considerable en todos los conceptos adquiridos durante la temporada, pero sería la única opción realmente honesta con lo que se intuye a la vista de las pruebas y la convocatoria.

Trataré ahora la parte en la que la ausencia de Edu no tiene influencia, que a la vez me parece el gran error conceptual de la decisión (por supuesto, siempre que realmente estuviese fundamentado en las ideas que expongo): Es bastante poco habitual en Segunda División enfrentarse a equipos que alineen a un mediapunta clásico como es el caso del Almería. Es cierto que hay equipos que juegan con alguien centrado en tres cuartos, pero suelen ser jugadores con un objetivo más puesto en la llegada y sin tantos recursos. El perfil de Juan Carlos Real, viejo conocido de Riazor, es distinto a la mayoría de jugadores de la categoría. Es un futbolista que aporta las cualidades del mediapunta de toda la vida, que ofrece último pase, que tiene más peligro cuando recibe unos cuantos metros fuera del área que dentro de ella pero que también tiene gol, y no precisamente poco. Es un futbolista al que hay que tener controlado, y el entrenador deportivista no es ajeno a ello. Todo apunta a que usará a Didier para esa labor, pues lo ve como un jugador con capacidad de abarcar mucho campo por rendimiento físico, lo que puede ser un valor añadido contra el 10 del conjunto almeriense aprovechando que a pesar de sus virtudes no es un jugador rápido. El juego ofensivo del Almería tiene una dependencia importante de Juan Carlos y minimizar su influencia minimiza el peligro.

Visto esto Didier es un futbolista que, con todas sus limitaciones, siempre llega al apoyo y puede verse su alineación como algo con cierto sentido, pero teniendo a Pedro Mosquera en plantilla la idea se cae por su propio peso. No sólo porque haya sido de lo poco salvable del último partido, sino porque también se adecua mucho mejor a lo que podría buscarse en el encuentro de hoy. Por mucho que el centrocampista coruñés no sea generalmente loado por su labor defensiva, lo cierto es que su función dando equilibrio al equipo es vital y, yendo a lo que nos atañe aquí, es un jugador que abarca también mucho mucho más campo de lo que puede parecer: no se pega grandes carreras como Didier, pero es porque siempre suele estar bien posicionado, lo que le evita correr más de la cuenta. Las grandes carreras quedan bien en cámara, pero a menudo son simples formas de tapar mediante el fondo físico una mala gestión táctica.

Ojalá acabe saliendo bien, pero he de reconocer que esta elección no me gusta. Supone un cambio importante en la mentalidad, supone adecuar por primera vez la idea de juego al rival (distíngase idea de juego y plan de juego, este último siempre ha de tener en cuenta al equipo contrario) en lugar de al revés. Es evidente que nada estaba funcionando en los últimos meses y esta es una manera de agitar el árbol, pero no tengo claro que un equipo hecho para ascender y dominar en la categoría pueda conseguir este cambio de mentalidad con la temporada ya avanzada y lograr algo más que acomplejarse. En cualquier caso, nadie sabe mejor lo que puede dar cada jugador que quien los entrena cada día, con lo que sólo queda confiar en que mi visión esté equivocada.El partido de hoy dirá si realmente se consiguen los frutos del árbol agitado o simplemente estamos ante un preocupante bandazo.

5 mar 2019

Dépor - Alcorcón: Un punto para alejarse del objetivo


 Por Rubén López | rubenlopezfcp@gmail.com

El partido de ayer en Riazor alejó peligrosamente al equipo local de la lucha por el ascenso directo, no tanto en lo que respecta a los puntos (que también) como en las sensaciones. El encuentro pasó por tres fases muy definidas: La primera de ellas nos mostró a un equipo blanquiazul que entró tarde en el juego y no supo frenar el arranque de un Alcorcón que empezó en Riazor sin ningún complejo y que durante 15 minutos superó a su rival de manera incontestable. La segunda, mucho más agradable para la grada local, mostró a un Dépor encontrando la forma de hacer daño y lográndolo con asiduidad, creando un interesante número de ocasiones claras que en muchos casos sólo la magnífica actuación de un Dani Jiménez estelar pudo salvar. No obstante, cuando los locales contaban ya con el favorable 2-1 la cosa se torció. El equipo alfarero consiguió volver a encontrar contextos desde los cuales hacer daño y la tercera y última fase tuvo a un Deportivo que, a pesar de seguir buscando el gol de la sentencia, deseaba con demasiadas ganas el pitido final hasta que un gol de Casadesús lo frustró todo.

El guión del partido volvió a tener un final ya visto en otras ocasiones. Un Dépor que sabe llegar con peligro y que se adelanta en el marcador de forma merecida, pero que no se ve capaz de cerrar el partido y acaba encajando un gol en los últimos minutos que le roba dos puntos vitales. Ayer, quizás, faltó el refuerzo positivo porque dio la sensación de que Natxo no supo transmitir desde el banquillo la confianza para sentenciar. No hablo aquí del cambio de Simón por Somma (el contexto recomendaba hacerlo), pero sí de la forma de hacer los cambios y también de la adecuación de estos a lo que se buscaba en cada contexto.

El problema en Cartabia y Simón estaba identificado. El argentino estaba teniendo un partido desastroso y el lateral estaba pasado de revoluciones y con una amarilla que cada vez se volvía más naranja. Además, Edu (que volvió a ser el mejor) estaba bastante falto de apoyos cuando cogía el balón en el último tramo de la creación y alguien capaz de ofrecerse y dar pausa al juego en la búsqueda del asedio al área contraria se hacía necesario. Tenemos entonces que las salidas de Fede y Simón y la entrada de Vicente eran muy recomendables y el técnico supo ver eso. No obstante, ¿fue la ejecución adecuada? Mi subjetiva opinión es que en gran parte no:

  •  El trueque de Cartabia, el primero de ellos, llegó cerca del ecuador de la segunda parte a pesar de que desde el primer tiempo se veía que estaba teniendo muchos problemas para entrar en el partido. La banda derecha estaba siendo un agujero muy oscuro y el principal sumidero de posesiones del equipo, hacía falta subsanarlo cuanto antes y se tardó demasiado. Cuando algo no funciona y es tan evidente no tiene sentido esperar más de la cuenta. Fede no está y a veces da muestras de que ni siquiera se le espera. Aunque suene extraño, la titularidad no le sienta nada bien, se le nota dosificando esfuerzos desde el primer minuto y esa preocupación por su físico le saca del partido. El argentino es, con total seguridad, el mejor jugador de revulsivo de la categoría, sabe entender y cambiar los contextos del partido al que entra como pocos, pero probablemente nunca se conforme con ese rol. No obstante, si quiere dar el salto a ser un buen titular necesita un cambio radical con respecto a lo que estamos viendo.
  • El segundo cambio, la entrada de Vicente por Mosquera, también tiene sus matices. Quieres mantener el balón en campo contrario y mantener la bola buscando espacios, necesitas el gol cuanto antes y sacas a un jugador capaz de darte eso. Hasta ahí todo bien, pero, ¿por qué el sustituido vuelve a ser Mosquera? El 5 lleva una trayectoria ascendente en las últimas jornadas y es un jugador que sabe rendir como MCD siendo un primer eslabón en la creación más constante y fiable que Bergantiños en esos contextos en los que un error en construcción puede condenarte.
  • Por último, el cambio más controvertido del encuentro. Muchos no vieron adecuado el cambio definitivo, el que dió entrada a Somma por David Simón. El canario había sido más que advertido por el árbitro, tenía amarilla desde el comienzo del partido y aún así estaba pasado de vueltas, con lo que mantenerlo sobre el césped era un riesgo importante. En esa situación, no es ninguna locura realizar la sustitución, pero sí realmente querías asegurarte de no acabar con 10 jugadores, podían verse motivos desde mucho antes que el minuto 83 (aunque sí es cierto que fue justo instantes antes de esa sustitución cuando se vio una clara acción en la que el árbitro le perdonó sorprendentemente la roja). Que ese sea el cambio definitivo, poco después de haberte puesto por delante en el marcador y con el equipo en un momento alto de moral y de juego, es algo muy susceptible de generar dudas entre los jugadores y llevarles a pensar que importa más ser comedidos que ir a por el partido, que la sentencia es algo secundario.
Una vez dada mi visión (visión de aficionado, por supuesto, una condición desde donde es muy fácil opinar) sobre la manera de ejecutar las sustituciones, me quiero centrar en el último aspecto que comenté en estos tres puntos: Lo que pudo haber transmitido al equipo el último cambio. Digo que un cambio de esta índole es capaz de dar un mensaje peligroso al equipo porque, de hecho, tengo la sensación de que fue eso lo que pasó. Seguro que la instrucción nunca fue pisar el freno, seguro que desde el banquillo no se pidió perder protagonismo y el equipo siguió atacando, siguió teniendo peligro, pero se pudo ver una actitud diferente. Se vio a un Dépor sufriendo un ataque de realidad, que captó el tono de la salida de Simón como una llamada a ser cautos y el equipo empezó a jugar de manera sustancialmente distinta. Volvieron, como ya había pasado en el primer tiempo, a aparecer excesivos espacios en campo propio que el Alcorcón supo gestionar igual de bien que en los primero 15 minutos, y aunque es cierto que no tuvieron muchas oportunidades para explotarlos debido a que el conjunto herculino continuó buscando tener el balón y consiguiéndolo, fueron suficientes para que en una llegada rápida consiguieran poner el definitivo 2-2 en el marcador.

No podemos ser catastrofistas todavía, pero sí que es cierto que la catástrofe está más cerca. A día de hoy, da la sensación de que el equipo se está instalando en el miedo y en la falta de confianza de manera casi inconsciente  y de que se piensa en la clasificación desde demasiado antes del pitido final. Encauzar eso y entender que los estímulos externos son vitales es la asignatura pendiente para Natxo González, que está haciendo un buen trabajo en muchos aspectos pero que en cuanto a la gestión de partidos desde el banquillo con frecuencia no está sabiendo ser un entrenador de los que suman. Al fin y al cabo, el detalle diferencial que decanta a un equipo hacia el éxito o el fracaso en el fútbol tiene a menudo más que ver con el aspecto psicológico que con la pizarra.