14 nov 2015

Fútbol instantáneo (VI): La furia del capitán


  Por Rubén López | rubenlopezfcp@gmail.com

Dave Mackay fue uno de esos jugadores ásperos tan típicos fútbol británico de los años 60. Con carácter marcado, contundencia dentro del campo y una capacidad de liderazgo que le llevó a ser el capitán del Tottenham ganador del doblete en 1961, tuvo que vivir con una fama de tipo duro que nunca le gustó demasiado tener fuera del césped. Poco le ayudó su fotografía más icónica, que siempre manifestó odiar debido a que opinaba que le representaba como un abusón.

'La furia del capitán'



Allá por el año 1966, y a pesar que con el transcurso de los años la aparición puntual de futbolistas de contundencia al límite de la legalidad penal como Roy Keane o Joey Barton fuese vista como una rareza, la figura del tipo duro no era algo para nada fuera de contexto dentro de un campo de fútbol, sobre todo en Inglaterra. Dave Mackay era esa clase de futbolista. Era el alma de su equipo, capaz de entrar con todo al inigualable George Best o tratar de levantarse para seguir jugando un partido tras romperse una pierna, y por ello nadie osaba rechistarle. Ni siquiera Billy Bremner, la volcánicamente temperamental estrella de aquel viril Leeds United entrenado por Don Revie osó hacerle frente. Es a Bremner a quien sujeta de la camiseta en la imponente escena, sin que este parezca capaz de reaccionar ante la cara de odio que se le acerca peligrosamente.  

A Mackay siempre le disgustó la foto. No le gustaba la imagen que daba de él, y es que, a pesar de que mostraba un caracter bestial en el campo, era más que eso. Sabía manejar el juego de su equipo, y el fútbol de uno de los mejores Spurs de la historia estaba condicionado por su presencia en el campo (en alguna ocasión él mismo comparó su juego con el de Paul Scholes). Décadas más tarde, el propio protagonista explicó su reacción en aquel encuentro:

"[Bremner] me dio una patada en la pierna que había roto dos veces. Si me hubiese golpeado en la otra podría haberme dado igual, pero no soporté que me hubiese dado en esa. Pude haberle matado aquel día"
El final del enfrentamiento se resolvió con una charla de reproche del árbitro y la posterior separación de ambos contendientes. Ni una tarjeta o amenaza de sacarla. El fútbol de antaño era un mundo diferente y Mackay nunca, en toda su carrera, fue expulsado.