Por Rubén López | rubenlopezfcp@gmail.com
Tras 14 jornadas, es decir, pasado ya más de un tercio de liga, el Deportivo se encuentra penúltimo en la clasificación, empatado a 10 con el colista y ocupando, de esta forma, uno de los tres puestos marcados en color rojo de la clasificación. Es demasiado pronto para hablar de descensos, pero la sensación no es buena y con la media de puntos actual no dan las cuentas. Los partidos transcurren derrota tras derrota, con ciertos empates puntuales, una victoria engañosa frente al Eibar y un partido en el que sí, por una vez, se hicieron muchas cosas bien frente al Valencia.
Cuando un equipo cae en una mala racha, el técnico se ve ante una situación complicada, que sólo pueden levantar los que demuestran tener la suficiente personalidad para ello. Una personalidad que no se basa exclusivamente en empezar a pegar gritos para advertir de la situación a los jugadores, sino en la habilidad para hacer autocrítica, identificar errores, y trabajar desde el minuto uno en solventarlos. Un ejemplo reciente podría ser el Rayo Vallecano de la temporada pasada. Durante muchas jornadas convivieron con el descenso con una racha de resultados nefasta, y Paco Jémez supo ver que algo fallaba. No dejó que su equipo cayese en la autocomplacencia de creer que estaban en el buen camino, y en sus declaraciones advertía que no estaban jugando como debían jugar, mientras iba fórmulas alternativas. Evidentemente, sabía que cuando las victorias no llegan, es que algo estás haciendo peor que tus rivales.
En el caso del Depor, esa autocrítica no llega. El entrenador siempre estimó que se seguía el camino correcto, a pesar de que no se está consiguiendo sacar adelante los partidos. En el caso del último encuentro frente al Málaga es cierto que Kameni paró lo imparable y que en otras condiciones se podría haber conseguido la victoria, pero las ocasiones de gol no hay que juzgarlas como una verdad absoluta, sino como un hecho puntual perteneciente a un conjunto de situaciones mucho más grande y complejo. Se llegó a portería rival, sí, pero lo importante está en el cómo, y en ese aspecto no hay demasiados motivos para felicitarse. El Depor fue un equipo que supo aprovecharse de errores en despejes para montar ataques fugaces aprovechando los espacios de las transiciones fallidas del rival, o que supo encontrar en momentos puntuales un espacio creado más por demérito en la colocación de los contrarios que por la capacidad de buscarlo. Y precisamente esa incapacidad para mover al equipo contrario es un defecto que me sorprende, porque en el fútbol actual es una práctica más que recurrente.
El equipo blanquiazul muestra una evidente carencia de juego horizontal, algo que, sin que este deba de ser un recurso demasiado utilizado en un equipo sin superioridad técnica, es necesario en muchas ocasiones para conseguir superioridad posicional. Los jugadores de ataque buscan siempre el juego directo, ya sea mediante pases o conducciones, pero sin buscar otro camino que no sea el mas vertical, lo que, aunque pueda parecer debido a una eminente vocación defensiva, se traduce casi siempre en una tendencia preocupante al fallo en la toma de decisiones y la consiguiente propensión a la pérdida de balón. El equipo tiene ocasiones, pero dispara muy poco, impresionantemente poco. Sin los datos en la mano, me atrevería a decir que es uno de los equipos que menos tira a portería de Europa, y tampoco pisan área con demasiada frecuencia pero, como digo, sí es cierto que saben crear un puñado de ocasiones por partido. Eso nos lleva irremediablemente a pensar que en la zona de ataque hay jugadores capaces de conseguir ciertas ventajas cuando el balón llega en circunstancias idóneas, pero la raíz del problema viene de más atrás. Un dibujo de mediocampo cuya idea hace aguas, y que no es capaz de suministrar balones al ataque creando a una situación idónea. No se está sabiendo hacer circular el balón de manea que los rivales comprometan sus posiciones defensivas, ya que al buscar siempre el camino más directo se otorga a los contrarios la forma más fácil de defender, la basada en moverse hacia la propia portería guardando los espacios para el pase entre líneas.
Se hace evidente, y los resultados así lo muestran, que el equipo no está jugando bien más que en fases puntuales de partidos aislados, y una de las principales cuestiones está en lo que podría llamarse 'juego inconsciente', es decir, los mecanismos adquiridos. No sé si la incapacidad para dar pausa y respiro al juego es algo premeditado y ordenado o una circunstancia del contexto de ansiedad de esta temporada, pero no hay esa capacidad de templanza, de pararse y dársela a un jugador colocado en mejor situación para leer el contexto del juego. Al equipo le puede el ansia de ir hacia arriba y no saben encontrar espacios, pero es que tampoco lo intentan.
Si nos paramos a pensar en las ocasiones de gol, este equipo llega con peligro a área contraria casi siempre en contragolpes o jugadas rápidas, lo que en algunos casos podría leerse como buena pegada, pero que en el contexto de este equipo me inclino más por pensar que es debido a carencias a la hora de conseguir llegar de una forma más controlada. El mediocampo, como decía antes, es el principal problema en el rompecabezas de Víctor Fernández, ya que no sólo en ataque no consiguen crear una superioridad, sino que en tareas defensivas se aprecia cierta incapacidad para las ayudas, algo que se evidencia en la importante cantidad de oportunidades para probar el tiro desde media distancia que suelen gozar los rivales. Creo que habría que replantearse las funciones de los futbolistas que se encargan de la creación de juego, porque Medunjanin se pasa los partidos corriendo demasiados kilómetros de una manera ineficiente y que sólo hace que llegue tarde a todas las jugadas, Juan Domínguez se ahoga en tareas que no son su especialidad y José Rodríguez escorado a banda pierde aportación en el equipo. También creo que cuando Cuenca entra en el campo debe dársele mucha menos parcela de juego. Su sitio es pegado a la banda, donde sabe crear peligro, y lo estamos viendo con una tendencia demasiado alta a irse al centro, donde acaba perdiendo buena parte de los balones que conduce.
Se busca el ataque rápido, pero sin ofrecer la convicción adecuada para ello. Tras meses de competición, no parece que los mecanismos necesarios a adquirir para que la idea de juego sea fluída estén todavía insertados en el equipo, y eso es grave. Si la razón es que la idea de juego no es compatible con los jugadores o que el trabajo para ponerla en práctica no es el adecuado es algo que sólo pueden saber los que están dentro del vestuario, pero es un problema que hay que afrontar con autocrítica. El tiempo apremia y los resultados no dicen que las cosas se estén haciendo bien.