Perú - Austria: El partido discordante en los Juegos de Hitler
Por Rubén López | rubenlopezfcp@gmail.com
Los Juegos Olímpicos de Berlín 1936 tuvieron repercusión más allá del puro deporte. Fueron el
escaparate ideado por Adolf Hitler para enseñar al mundo una imagen idealizada de su Alemania nazi, y lo cierto es que en su día fueron bastante efectivos como elemento de propaganda. Muchos turistas y aficionados volvieron a sus hogares creyendo que aquel país era un lugar muy diferente de la cruda realidad debido a todos los artificios dispuestos por el NSDAP. Incluso Jesse Owens (contrariamente a la leyenda popular) dijo que se le había tratado mucho mejor en Alemania que en su propio país, reconociendo que no había sido Hitler quien le había despreciado, sino Franklin D. Roosevelt, quien ni siquiera le había enviado un telegrama tras su gesta.

Sea como sea, y política aparte, durante aquellos JJOO existió una anécdota dentro de la competencia futbolística que vista desde la perspectiva actual llama la atención, no sólo por el hecho en sí, sino porque cerca de 80 años después todavía nadie sabe realmente bien qué ocurrió y cuál fue el motivo real por el que un partido de cuartos de final del torneo olímpico de Berlín tuvo que ser repetido.
El 8 de agosto de 1936 se enfrentaron en el Stadion am Gesundbrunnen (antecesor del Olympiastadion) las selecciones de Perú y Austria. El encuentro fue disputado hasta el último momento, con remontada incluida en el último suspiro por parte del equipo peruano, que anuló el 0-2 con el que se había ido ganando el conjunto austríaco al descanso. Hicieron falta 30 minuto de
prórroga, en la que el combinado sudamericano se impuso marcando otros dos tantos, logrando la hazaña de clasificarse para las semifinales del campeonato, o al menos eso parecía.

Tras el partido, los austríacos solicitaron repetir el encuentro basándose en que un nutrido grupo de seguidores peruanos (algunos, dijeron, armados con pistolas) habían invadido el campo durante el encuentro y se habían aliado con los futbolistas de su selección para amenazar y zarandear a los rivales. También alegaron que el estadio no estaba en las condiciones adecuadas para disputar un partido de fútbol profesional.
La demanda de la Federación de Austria llegó al Comité Olímpico y también al bando peruano, aunque estos últimos no pudieron llegar a defenderse, pues un desfile nazi se interpuso en el camino de su delegación impidiéndoles llegar a tiempo a la reunión organizada para tomar la decisión sobre el asunto. El Comité y la FIFA dieron la razón a Austria sin que Perú pudiese decir ni una palabra y el partido quedó fijado para redisputarse el 10 de agosto, dos días después del encuentro original.
Agraviados por esta decisión, la expedición peruana decidió abandonar el territorio alemán como
signo de protesta y retirarse del torneo, con la consiguiente eliminación automática. En Perú, los ciudadanos indignados atacaron el consulado alemán e incendiaron banderas olímpicas en rechazo a una medida que consideraban injusta e irrespetuosa, y recibieron como héroes a los futbolistas que habían sido capaces de clasificarse en el campo para unas semifinales olímpicas, a pesar de que se las hubieran quitado en el despacho.

La historia no pasaría de una anécdota curiosa si no fuese porque a día de hoy, casi un siglo después, aún no está muy claro qué pasó. En Perú la tradición popular dice que Adolf Hitler interfirió para que su apreciada Austria no se quedara por el camino, pero lo cierto es que quien tuvo el peso de la decisión fue la FIFA, sobre la que el líder nazi no habría de tener poder alguno. También parece probado que sí existió invasión de campo, con lo que la denuncia austríaca tuvo fundamento. Si los detalles fueron exagerados y los organismos competentes decidieron en base a simpatías es ya otra historia que posiblemente nunca podamos aclarar.