Fabio Coentrao sale del Retiro para jugar en la liga india
Este reportaje fue encontrado esta mañana taponando la entrada de un sumidero en una céntrica calle de Madrid por uno de los reporteros de esta casa. Los trazos eran irregulares y muchos fragmentos estaban notoriamente afectados por el agua, con lo que puede que algunas palabras sean inexactas. Sobre la veracidad de lo contado en las siguientes líneas, FCP prefiere no pronunciarse por el bien de la salud mental de los lectores. Léanlo bajo su propia responsabilidad. No recomendado para mentes frágiles o fácilmente impresionables.
Fabio Coentrão es un hombre tranquilo. Cuando me llamó para anunciar que tenía una noticia que darme no dudé en concertar una cita para charlar con él, pero tardó un buen rato en decirme qué fecha le vendría bien. "A mí en Navidad me gusta meditar y estar solo" manifestó con cierta fiereza. Hubo que insistir para concertar una fecha que le resultase adecuada: 28 de diciembre a las 5:00 AM. ¿El lugar? El madrileño Parque de El Retiro.
Aquel horario y aquel emplazamiento no casaban muy bien. Para empezar, el parque ni siquiera está abierto al público de madrugada, con lo que me limité a esperar apoyado en la verja que clausura la entrada. Tras unos 10 minutos, con el frío creando los primeros carámbanos en mi cuerpo bañado por la lluvia, escuché una voz que pronunciaba algo. El sonido provenía de mi espalda, del interior de aquel parque cerrado donde no se esperaba que hubiese absolutamente nadie, al menos humano. "¡Sapristi!" exclamé mientras me lanzaba rápidamente hacia la dirección contraria con respecto a la que se habían pronunciado aquellas palabras que aún ahora no me atrevo a reproducir, con la vana esperanza de que todo hubiera sido una macabra ilusión orquestada por mi cerebro. Aquel lenguaje no podía ser humano, ni siquiera terrestre. Sólo podía provenir de algún ser venido de los confines de nuestro sistema solar, de algún planeta oscuro y lejano al que la luz solar no llega. ¿Qué clase de rito estaría efectuando aquel ente en un lugar tan apartado y solitario? Con prudencia y temor me fui dando la vuelta y echando la mirada hacia atrás, hacia aquella verja en la que estaba seguro de estar a punto de encontrarme el horror. Mi mano agarraba el teléfono con firmeza, dispuesto a twittear la emergencia, pero lo que vi realmente me dejó sin palabras. Fabio Coentrão estaba allí, con un aparentemente cálido pijama de una pieza y con una taza de café caliente sujetada entre el pulgar y el índice. Me manifestó su extrañeza ante mi reacción cuando lo único que me había dicho era "hola, soy Fabio", pero yo sabía que eso no era cierto. Las palabras reales sólo podían pertenecer a los horribles dialectos hablados en los confines de la galaxia por seres de apariencia monstruosa. Quizás (temo incluso pronunciar ese nombre), fuesen pronunciadas en el tenebroso idioma portugués, lengua descrita con todo detalle en un sinfín de trabajos esotéricos del siglo XVIII como 'la que trae la destrucción'.
No me quedó otra que dejar pasar este detalle y saludar. Fabio me invitó, con naturalidad, a que pasara mientras se sacaba del bolsillo una voluminosa llave con la que abrió la verja. No entendía nada de lo que estaba pasando y por un momento me esperé encontrar allí dentro algun aquelarre organizado por misteriosas y malignas sociedades. La cara de mi interlocutor, con unas ojeras dignas de oso panda y un pelo de un tono sin vida, no invitaba a pensar otra cosa. No obstante, reconozco que me tranquilicé cuando mi ¿anfitrión? me invitó a tomar asiento en uno de esos bancos en los que la gente suele hacerse las fotos delante del estanque. La conversación que sobrevino estuvo plagada de momentos dantescos y difíciles de manifestar sobre el papel.
No pude resistirme a preguntarle qué hacía en aquel lugar y por qué tenía las llaves, a lo que me respondió con enorme naturalidad: "Me dijeron que en España, cuando alguien dejaba el fútbol, estaba en El Retiro. Así que cuando lo dejé, no me quedó más remedio que venirme aquí". Aquellas palabras me sorprendieron y me plantearon una nueva duda: "Pero Fabio, ¿cómo que dejaste el fútbol? ¿Desde cuándo?". El fútbolista portugués respondió con un halo de nostalgia en sus pupilas, en su expresión había una honda tristeza: "Aquella vez en la que me pillaron fumando se generó alrededor de mi una polémica que no supe afrontar. Me quitó todas las ganas de seguir jugando a ese deporte y dedicar tiempo de mi vida a él" dijo mientras su expresión se alternaba con rapidez entre la tristeza y el vasto nirvana que sólo alcanza aquel que medita con frecuencia. "¿Sabes? Nunca había fumado antes y nunca volví a fumar desde aquella vez" manifestó con firmeza el portugués mientras abría su cajetilla de Ducados y se metía uno elegantemente en la boca, añadiendo: "En aquel momento tomé la decisión de dejar el fútbol y entrar en El Retiro. No se lo dije a nadie, claro, porque es algo muy personal".
Mientras tanto, allí estaba yo, enterándome de que un futbolista en activo se había retirado hace años en el marco de un paisaje gótico nocturno que evocaría en cualquiera sus miedos más originales. No obstante, no permití que el terror ante las sombras móviles que se dejaban entrever tras los árboles ni los aullidos (entre lobunos y humanos) me paralizaran y continué con mis preguntas. Le expuse claramente que no hacía mucho tiempo que le había visto jugar por la tele, y de nuevo no vaciló al responder: "Por supuesto, de vez en cuando me llama un hombre, un tal Zizou. Me dice que me necesita para algún que otro partido, supongo que benéfico, y los ex futbolistas somos gente muy solidaria". Tras esto, duda un segundo y añade: "Lo que sí tengo que decir es que se lo toman muy en serio. Suelen exigirme bastante y yo a estas alturas no estoy para eso. Se lo digo a todos, pero sólo se ríen y no me hacen caso".
No obstante, no era eso lo que Fabio quería contarme. Cuando las fuerzas me empezaban a flaquear y el miedo comenzaba a encontrar la forma de abrirse paso desde el interior de mi estoica fachada, decidí hacerle la última pregunta a mi interlocutor, la pregunta clave. Le pregunté por aquella noticia que debía darme y una mirada de ilusión se dejó ver en sus ojos. "Quería anunciarte que mañana voy a salir del Retiro, tengo una oferta irrechazable sobre la mesa. Recibí una llamada de un viejo amigo, Marco Materazzi, para irme a jugar a su equipo en la liga India. Estoy deseando contárselo a mi amigo Zizou, seguro que le hará ilusión, Incluso invitaré a Marco para que él en persona le dé la noticia". La cara del portugués era de auténtico éxtasis tras contar su noticia, y no supe sacarlo de ese trance. Después de cinco minutos intentando hablarle sin encontrar respuesta me fui dejándole allí, no sin antes pegarle un post it en la frente en el que le instaba a avisarme para estar presente en el momento del encuentro entre Materazzi y Zidane.
Mientras me dirigía a paso rápido hacia la verja del parque, noté una inquietante presencia a mis espaldas. Apreté todavía más el ritmo, pero una fuerte respiración se notaba cada vez más cercana a pesar de mis esfuerzos. Miré hacia atrás y un cuerpo humanoide y peludo se abalanzaba sin remedio hacia mí, por lo que empecé a correr a toda prisa. Me alegré cuando comencé a entrever la entrada ante mis ojos, pero mientras me acercaba todas mis esperanzas se hacían añicos: Fabio había dejado la verja cerrada. Llegué a los barrotes de metal y me sujeté a ellos con fuerza, como si así tuviese alguna opción de escapar del horror. Resignado a lo inevitable, decidí terminar con dignidad y al menos mirar a los ojos a aquel ser salvaje que se avalanzaba hacia mi con extrema fiereza. Cuando estaba a sólo unos centímetros de mi pude verlo con total claridad, y no me quedó más remedio que cerrar los ojos. Era.... Era.... Era...."