Por Rubén Pedreira
Es digno de estudio lo que está pasando esta temporada. El Dépor no está bien y eso lo sabemos todos, pero no es solo que no esté bien, sino que con el mayor gasto salarial de la categoría (gasto incluso superior al de un buen puñado de equipos de 2ª división) se pasea con pena y sin gloria por la mitad de la tabla. Si nos fiamos de los datos consultables, gasta unos 5 millones en sus jugadores, mientras que el segundo que más gasta del grupo es el Lugo con alrededor de 2 millones. Haciendo una cuenta básica llegamos a que la masa salarial de la plantilla del segundo equipo que mayores sueldos paga es un 40% de la del equipo blanquiazul. Si lo trasladamos al contexto de la 1ª división, el tercer equipo que más gasta en salarios (Atlético) invierte hasta un 58% de lo que gasta el líder en ese concepto (Real Madrid).
Son rangos monetarios en diferentes órdenes de magnitud, pero creo que la comparación es significativa. Si tras 14 jornadas (faltan solo 5 para llegar a la mitad de la competición) el Real Madrid ocupara la decimoprimera posición de la tabla sin dar signos de mejoría no creo que hubiera dudas de lo que habría pasado hace ya unos cuantos partidos. Dan igual las sensaciones, que en cualquier caso son malas por mucho que nos quieran convencer de lo contrario. El equipo no funciona, el entrenador está visiblemente sin ideas nuevas y los máximos responsables de la gestión deportiva hicieron un trabajo que en cuanto a resultados y rendimiento está dejando a la labor de Carmelo del Pozo en un simpático capítulo del pasado.
Con lo que acabo de resumir creo que no exagero si digo que lo que está haciendo el Deportivo 23/24 es una gestión deportiva de negligencia histórica. Se invirtió el dinero suficiente como para crear tres plantillas medias de la categoría para que no salga absolutamente nada. Ni el entrenador, ni los fichajes estrella ni tampoco la clase media generaron por ahora motivos para creer en algo. De las trece nuevas altas que firmó el club este verano, tan solo Pablo Vázquez logró convencer sin matices y ahora mismo nos vemos en una situación en la que con tantos nombres "de categoría superior" contratados a bombo y platillo la afición se encomienda a poco más que a dos canteranos, que rinden porque tienen capacidad y atrevimiento para ser versos libres y hacer cosas distintas dentro del inofensivo sistema planteado cada semana.
Desde aquella remota victoria contra el Lugo no se volvió a dar con la tecla, y la inevitable convicción de que por aquel entonces lo único que hacía dar una apariencia de buen juego era la presencia de Yeremay condicionándolo todo aparece sin remedio. Y lo más desesperante es que la tecla que se toca siempre parece ser la misma, un fa bemol desafinado jornada tras jornada a pesar de que el piano tiene unas cuantas más para probar y ver si suenan de otra forma. En las últimas jornadas los 11 nombres que saltan al campo son prácticamente los mismos, cualquiera diría que la portería es lo único que genera dudas cuando en realidad lo casi imposible es encontrar una certeza en algún otro sitio. Preocupa porque da a entender que realmente se piensa que se va por el buen camino.
Creo que ya es suficiente. El ambiente el año pasado con Óscar Cano se hizo irrespirable por bastante menos. Porque Cano, con todos sus defectos, era un entrenador que tenía una receta para ganar, que era fea pero le funcionó hasta que una mala racha dio la excusa para empezar a estallar. No tengo ni una sola duda de que Cano, al que yo también critiqué y del que hay quien dijo que es el peor entrenador que pasó por aquí, demostró en Coruña ser mucho mejor entrenador de lo que demostró ser Imanol hasta ahora. Le mató su terrible lectura de la comunicación con la afición, que generó un ambiente irrecuperable. pero visto con ojos del presente si fuese la única alternativa posible para el banquillo lo cambiaría con los ojos cerrados.
La situación es seria y lo peor es ver que ya ni siquiera hay crispación en el ambiente, sino resignación y la convicción de que los malos resultados ya son la rutina normal. Ayer en Riazor escuché por primera vez en mucho tiempo los gritos del portero rival imponiéndose al barullo del estadio, y ni me siento muy cerca del portero ni tengo un oído especialmente fino. O se inyecta algo más que las las políticas de minimización de daños semanales, que venden que se están haciendo las cosas bien y los resultados llegarán, o la desvinculación puede hacer un daño al club que se dejará ver más pronto que tarde. Si echas a todo lo que huela a deportivismo y aún encima perpetras algo así es inevitable el desastre.
Decía Morata hace no mucho que "antes jugaba para evitar la crítica" y por eso no rendía, y en el Dépor pasa lo mismo, todo se basa en el miedo a salir en la foto. Aquí parece que se rechazan las personalidades que se alejan del quedar bien y ese tipo de normas pueden funcionar en el terreno bancario, donde lo pasional puede hacer perder mucho, pero en el fútbol lo que pierde es la indolencia. Si se quiere revertir esto no hacen falta ajustes, sino más bien una bomba de vestuario, y quizás un perfil Paco Jémez que te asegure que va a morir por sus ideas y no por su imagen pueda ser el ideal.
Estamos a tiempo de cambiar las cosas y de descubrir que gente como Valcarce o Davo no vienen de categorías superiores por casualidad, sino por ser jugadores de nivel alto. Yo estoy convencido de que pueden aportar muchísimo más que la ineptitud sobrevenida que se les está viendo hasta el momento. Pero para eso hace falta cambiar cosas y cambiar enfoques y dejar las declaraciones victimistas cada fin de semana. En manos del club está si quiere seguir el camino del ridículo o aceptar el fracaso y dar un volantazo a tiempo.