Lo de dentro
Por Rubén Pedreira
El fútbol no es algo sencillo. Aunque hay quien dice aquello de que "es tan fácil como poner a los mejores" o que "son solo once personas corriendo detrás de un balón", esas no son más que frases hechas que no se adaptan a la realidad. En un solo partido tras el cambio de técnico en el Dépor, vimos ya varios rasgos de la complejidad que tiene cada decisión tomada por un entrenador en un encuentro. Un cambio de esquema de base que redefine las zonas de superioridad e inferioridad sobre el campo, una vuelta de tuerca a los mecanismos de salida de balón con nuevos automatismos todavía algo verdes o incluso un reajuste en la posición de Lucas que cambia el modo en el que los rivales deben hacer frente a su amenaza. Hay infinitas formas de emplear la táctica, y decidir con qué quedarse no es una cosa sencilla, todo lo contrario.
No obstante, hay algo con mucho peso en el juego que sí es sencillo, que sí se basa en algo muy simple, y es lo emocional. Ese aspecto del trabajo de un equipo sí que se basa en conseguir una de dos posibilidades: Que la gente se sienta cómoda o que no lo haga. Me sorprende lo mucho que hablo de lo psicológico al hablar del Dépor, pero lo hago porque es un aspecto importante y creo que en los problemas a la hora de gestionarlo se basan bastantes los recurrentes problemas del equipo a lo largo de estos últimos años. Y no hablo aquí de nada que tenga que ver con esa siempre hipócritamente exigida "actitud" ya que no se trata de eso, sino del estado mental con el que el jugador puede permitirse mostrar dicha actitud. Hasta esta semana, el Dépor de Cano era un equipo que encaraba lo emocional, al menos en lo que se dejaba ver públicamente, poniendo la exigencia, las prisas y la concepción conservadora por encima de todo. Se transmitía un mensaje de equipo psicológicamente encorsetado, sin margen para nada más allá de todo eso. Y eso, cuando las cosas salen mal, genera un abismo.
Ayer, en cambio, vimos una muestra de que Rubén de la Barrera comienza su etapa entendiendo que tan importante como el mensaje escrito en la pizarra es el mensaje que no está escrito en ningún sitio pero que cala en la mente de los futbolistas. Volvió a Riazor con una idea clara, la de que aquí todo el que tenga condiciones para aportar no va a ser tratado como un lastre, y dio la oportunidad a jugadores que hasta ahora eran tratados como una carga a presente. Dejándole a Yeremay minutos por delante para afrontar con calma el partido se atreverá a hacer cosas con calma (como la acción de su gol) en lugar de atropelladamente para intentar demostrar algo en los cinco minutos que tiene. Dándole a Trilli la oportunidad de demostrar en el campo su madurez podrá madurar. Y dándole minutos a Mella podrá ir entrando en una dinámica de primer equipo que no se consigue solo entrenando.
El Dépor deja atrás una etapa con un entrenador que nunca supo manejar las emociones. No sé si a nivel interno fue distinto, pero tanto en ruedas de prensa como en las decisiones de cada fin de semana enviaba mensajes que eran losas en las espaldas de todos. En solo un partido (habrá que ver si en lo que viene se sigue esa línea o no), ese Deportivo que vivía agarrotado por el mensaje pasó a ser un Deportivo donde el mensaje es esperanzador, en el que todos saben que no se pudrirán en el banquillo si lo merecen. El nuevo entrenador llega sabiendo que dar oportunidad con cordura al talento no es algo que impida conseguir objetivos, y eso ya es un paso importante. En cuanto a los aspectos puramente deportivos, a pesar de lo ilusionante del resultado no se puede decir todavía nada. Ni el Algeciras llegó a Riazor siendo un rival apto para sacar conclusiones ni tres entrenamientos pueden tomarse como indicativo de nada. Lo visto ayer no es más que el trabajo de Óscar Cano con retoques, pero alegra ver que se busca hacer más fuertes a quienes no merecían verse tan debilitados.
Ayer se consiguió una victoria y no fue a pesar de dar oportunidades a los menos habituales, sino que fue una victoria en la que esos jugadores que estaban en el ostracismo desde hace meses participaron con importancia. Los jugadores pudieron salir a zona mixta a hablar de cosas que no eran solo la exigencia en los partidos que quedan o que están obligados a ganarlo todo. En el Deportivo de Cano solo había margen para la presión, el Deportivo de De la Barrera empieza permitiéndose hablar de otras cosas para que ese miedo a no conseguir el objetivo no sea lo único que atormente las cabezas. Y también para que todo jugador con talento no esté desperdiciándose entre el banquillo en la grada porque su entrenador cree que es mejor que fallen otros. Saldrá bien o saldrá mal, pero la ilusión es más poderosa que la presión.