21 may 2023

Lo de dentro


   Por Rubén Pedreira  

El fútbol no es algo sencillo. Aunque hay quien dice aquello de que "es tan fácil como poner a los mejores" o que "son solo once personas corriendo detrás de un balón", esas no son más que frases hechas que no se adaptan a la realidad. En un solo partido tras el cambio de técnico en el Dépor, vimos ya varios rasgos de la complejidad que tiene cada decisión tomada por un entrenador en un encuentro. Un cambio de esquema de base que redefine las zonas de superioridad e inferioridad sobre el campo, una vuelta de tuerca a los mecanismos de salida de balón con nuevos automatismos todavía algo verdes o incluso un reajuste en la posición de Lucas que cambia el modo en el que los rivales deben hacer frente a su amenaza. Hay infinitas formas de emplear la táctica, y decidir con qué quedarse no es una cosa sencilla, todo lo contrario.

No obstante, hay algo con mucho peso en el juego que sí es sencillo, que sí se basa en algo muy simple, y es lo emocional. Ese aspecto del trabajo de un equipo sí que se basa en conseguir una de dos posibilidades: Que la gente se sienta cómoda o que no lo haga. Me sorprende lo mucho que hablo de lo psicológico al hablar del Dépor, pero lo hago porque es un aspecto importante y creo que en los problemas a la hora de gestionarlo se basan bastantes los recurrentes problemas del equipo a lo largo de estos últimos años. Y no hablo aquí de nada que tenga que ver con esa siempre hipócritamente exigida "actitud" ya que no se trata de eso, sino del estado mental con el que el jugador puede permitirse mostrar dicha actitud. Hasta esta semana, el Dépor de Cano era un equipo que encaraba lo emocional, al menos en lo que se dejaba ver públicamente, poniendo la exigencia, las prisas y la concepción conservadora por encima de todo. Se transmitía un mensaje de equipo psicológicamente encorsetado, sin margen para nada más allá de todo eso. Y eso, cuando las cosas salen mal, genera un abismo.

Ayer, en cambio, vimos una muestra de que Rubén de la Barrera comienza su etapa entendiendo que tan importante como el mensaje escrito en la pizarra es el mensaje que no está escrito en ningún sitio pero que cala en la mente de los futbolistas. Volvió a Riazor con una idea clara, la de que aquí todo el que tenga condiciones para aportar no va a ser tratado como un lastre, y dio la oportunidad a jugadores que hasta ahora eran tratados como una carga a presente. Dejándole a Yeremay minutos por delante para afrontar con calma el partido se atreverá a hacer cosas con calma (como la acción de su gol) en lugar de atropelladamente para intentar demostrar algo en los cinco minutos que tiene. Dándole a Trilli la oportunidad de demostrar en el campo su madurez podrá madurar. Y dándole minutos a Mella podrá ir entrando en una dinámica de primer equipo que no se consigue solo entrenando.

El Dépor deja atrás una etapa con un entrenador que nunca supo manejar las emociones. No sé si a nivel interno fue distinto, pero tanto en ruedas de prensa como en las decisiones de cada fin de semana enviaba mensajes que eran losas en las espaldas de todos. En solo un partido (habrá que ver si en lo que viene se sigue esa línea o no), ese Deportivo que vivía agarrotado por el mensaje pasó a ser un Deportivo donde el mensaje es esperanzador, en el que todos saben que no se pudrirán en el banquillo si lo merecen. El nuevo entrenador llega sabiendo que dar oportunidad con cordura al talento no es algo que impida conseguir objetivos, y eso ya es un paso importante. En cuanto a los aspectos puramente deportivos, a pesar de lo ilusionante del resultado no se puede decir todavía nada. Ni el Algeciras llegó a Riazor siendo un rival apto para sacar conclusiones ni tres entrenamientos pueden tomarse como indicativo de nada. Lo visto ayer no es más que el trabajo de Óscar Cano con retoques, pero alegra ver que se busca hacer más fuertes a quienes no merecían verse tan debilitados.

Ayer se consiguió una victoria y no fue a pesar de dar oportunidades a los menos habituales, sino que fue una victoria en la que esos jugadores que estaban en el ostracismo desde hace meses participaron con importancia. Los jugadores pudieron salir a zona mixta a hablar de cosas que no eran solo la exigencia en los partidos que quedan o que están obligados a ganarlo todo. En el Deportivo de Cano solo había margen para la presión, el Deportivo de De la Barrera empieza permitiéndose hablar de otras cosas para que ese miedo a no conseguir el objetivo no sea lo único que atormente las cabezas. Y también para que todo jugador con talento no esté desperdiciándose entre el banquillo en la grada porque su entrenador cree que es mejor que fallen otros. Saldrá bien o saldrá mal, pero la ilusión es más poderosa que la presión.

16 may 2023

Quemarlo todo


  Por Rubén Pedreira 

La etapa de Óscar Cano al frente del Dépor terminó ayer tras una destitución necesaria y previsible, que incluso llega con algún que otro mes de retraso. Esta salida viene a confirmar que la gestión de los ocupantes del banquillo esta temporada distó de ser ideal, pero también creo que hay que profundizar un poco más allá. Porque se vuelve a notar una corriente a favor de demoler los cimientos deportivos del club y creo que a día de hoy no estamos aún en situación de volver una vez más, como ya es tradición, al punto de exigir quemarlo todo.

Estos días vemos opiniones muy vehementes sobre la necesidad de que se vaya todo el mundo. No me sorprende porque es habitual, lo normal aquí es que se vaya todo el mundo, salvo Álex Bergantiños, cada poco tiempo. Resulta curioso que la masa social de un club que llegó al éxito internacional gracias a la estabilidad y la paciencia con la gente que trabajaba en la parcela deportiva se distinga ahora por pedir dimisiones masivas cada vez que un proyecto no logra el objetivo marcado. No hay comparación posible y Lendoiro es irrepetible, pero que su modelo tuviera como una de las constantes esa estabilidad incluso en los años menos exitosos tiene que hacernos pensar que posiblemente esa era una de las causas de sus logros y no una de las consecuencias. Deberíamos mirarnos en ese espejo y entender que si deportivamente las cosas no son como en la mejor época es en parte porque no permitimos que se hagan las cosas como se hicieron en la mejor época.

Tampoco podemos engañarnos ni ser condescendientes con las cosas que no salen bien, es cierto. El Dépor tiene la obligación deportiva, por economía y por masa social, de salir cuanto antes del pozo en el que está y es normal exigir resultados inmediatos. Pero debemos también saber exigir con cabeza e interpretar todo como un proceso que no puede empezar de cero cada vez que las cosas no se dan. Es verdad que llevan demasiados años sin darse, pero también podemos analizar en qué somos mejores hoy que cuando llegamos a esta categoría. Y en épocas como la de Carmelo del Pozo era evidente que nada estaba yendo a mejor, pero a día de hoy creo que hay cosas en las que la mejoría es notable.

Mi opinión es que el salto de calidad de la plantilla con respecto al primer año en la tercera categoría no es grande, sino inmenso. Yo sí creo que el paso adelante que se dió en enero en cuanto a los jugadores y en cuanto a la coherencia entre ellos fue importante y que a día de hoy ningún entrenador puede tener excusa para no pelear por todo con esta plantilla. Puedo estar equivocado o no, pero mi sensación es esa. También creo que el trabajo del área deportiva en las múltiples etapas del desarrollo de la base está trayendo frutos que cuesta creer que sean casuales. Y también ahí veo coherencia, con apuestas como la continuidad de Gilsanz junto a los jugadores a los que hizo campeones juveniles para llevarlos también al éxito con el Fabril. La gestión de los entrenadores del primer equipo sí resultó ser un punto negro importante en general en los años que lleva el equipo en esta división, aunque en el caso de la continuidad de Borja en verano también creí en su momento que había casi tantos argumentos para que se diera como para lo contrario. Lo de Cano sí fue mucho más inexplicable, y para mí el verdadero error que se recordará con el tiempo, junto a la no continuidad de Rubén de la Barrera.

Cuando un fracaso sucede, no significa que todo tenga que empezar de nuevo de cero hasta dar con alguien que, contra toda ley de la condición humana, consiga hacer todo su trabajo desde el primer día hasta su jubilación sin fracasar ni una sola vez. Al menos no en 1ªRFEF. Si estás en la élite del fútbol quizás puedas llevarte a tu equipo a gente que cobra decenas de millones y te asegura éxitos inmediatos, pero en el fútbol semiprofesional la cosa cambia. En el caso del Dépor existe el privilegio de poder mirar más alto a veces y tener casos como el de Lucas, pero debemos ser conscientes de donde estamos y saber que al juzgar las decisiones tomadas el hecho de que salgan bien no es todo lo que hay que valorar.

Me preocupa la vehemencia pidiendo la salida de toda la parcela deportiva del club junto con Cano, porque los proyectos son proyectos por algo. Si cada vez que se fracasa (y recordemos que este año todavía hay opciones de conseguir el objetivo secundario, que es el ascenso por play-off) hay que cambiarlo todo, no existiría proyecto alguno porque no habría un camino de mejoría hasta llegar al punto de consecución. El camino al éxito no pasa por quemarlo todo cada año, sino por aportar un poco de calma y reconfigurar lo que no funcionó para volver a intentarlo siendo mejores al año siguiente. Tenemos recientes dos ejemplos de gestión de fracasos: Osasuna y Valencia. Nosotros sabremos cuál nos gusta más.

Fracasar es algo que puede suceder, y es cierto que no es algo a aplaudir. Pero, aunque puedo estar equivocado y quizás la decimonovena dimisión en masa llegue a ser justamente la que nos devuelva Europa, mi sensación es que mientras pensemos que el éxito pasa por no fracasar nunca en lugar de por crear un camino estable hacia él, estamos perdidos. Si establecemos la cultura del pánico al fracaso cada vez que algo no se da bien en un equipo que ya no hace más que fracasar, de ese bucle es bastante probable que no salgamos nunca.

7 may 2023

Un problema de cara al tramo decisivo sin solución ideal posible


  Por Rubén Pedreira  

Hay una cosa que me preocupa actualmente. Esa cosa no es que el Dépor consiga el ascenso directo pues, a pesar de que en el fútbol casi todo se puede conseguir mientras las matemáticas acompañen, casi doy por hecho que el resultado contra el Alcorcón hizo decir adiós a esa posibilidad. Que tres equipos fallen lo suficiente teniendo dos de ellos la diferencia de goles a favor es una utopía en la que es mejor no pensar por pura salud mental. Lo que me preocupa es más bien lo que puede venir una vez certificado que lo de subir pasará obligatoriamente por unas eliminatorias a todo o nada.

A día de hoy, la ruptura entre el entrenador del equipo y la grada es total. En los últimos tiempos las iras de la afición fueron a parar al banquillo con frecuencia y de forma más o menos generalizada, pero no recuerdo un consenso semejante al actual. No gusta el planteamiento, no gusta la manera de comunicarse públicamente y tampoco gusta la mentalidad imprimida al equipo. Incluso en aquella época en la que Víctor Fernández hablaba de autodestrucción se encontraba gente partidaria del técnico, y ni siquiera con Seedorf se acumuló tanta rabia, porque hay que reconocer que a pesar de las múltiples limitaciones mostradas era un tipo simpático.

Es cierto que la afición no dirige equipos de fútbol y quien sí los dirige debe respetarla, pero no dejarse manipular por ella, porque el aficionado nunca tiene todos los datos para tomar decisión alguna. Seguro que hay un motivo lógico para mantener a Cano aunque yo no vea razones para ello desde el partido contra la Cultural, pero me preocupa que, en mi opinión, el técnico no demostró ser garantía de nada desde hace dos o tres meses. Teniendo en cuenta esa falta de argumentos con los resultados en la mano, me cuesta mucho pensar que valga la pena sacrificar el apoyo incondicional de la grada en un momento clave como el que se viene. Porque la afición, como siempre hizo, va a responder estando presente en los momentos importantes, pero no tengo claro que no aparezca el temido murmullo si algún bache aparece, y la experiencia dice que este equipo es propenso al bache. En el fútbol, en los momentos importantes, es el factor psicológico el que decide un gran porcentaje del éxito.

Me cuesta creer que Cano sea merecedor de sacrificar la estabilidad mental de los jugadores y que jueguen con esa losa de pensar que si las cosas se tuercen perderán el favor general, y me parece especialmente preocupante cuando en varias declaraciones recientes diversos jugadores dejaron claro que este grupo está teniendo problemas para manejarse psicológicamente. A día de hoy el Dépor tiene un problema importante, y es el de haber llegado a una altura de la temporada en el que no prescindir del entrenador es una locura y prescindir de él también lo es, porque no hay tiempo para nada.

Solo nos queda confiar en que el Dépor es un equipo experto en lo grotesco. Quizás sea así, con el ambiente más en contra que nunca y con la nula confianza en ser capaces de conseguir nada, cuando se consiga el objetivo. Al final lo único que nos queda es confiar en lo que no confiamos.