16 may 2023

Quemarlo todo


  Por Rubén Pedreira 

La etapa de Óscar Cano al frente del Dépor terminó ayer tras una destitución necesaria y previsible, que incluso llega con algún que otro mes de retraso. Esta salida viene a confirmar que la gestión de los ocupantes del banquillo esta temporada distó de ser ideal, pero también creo que hay que profundizar un poco más allá. Porque se vuelve a notar una corriente a favor de demoler los cimientos deportivos del club y creo que a día de hoy no estamos aún en situación de volver una vez más, como ya es tradición, al punto de exigir quemarlo todo.

Estos días vemos opiniones muy vehementes sobre la necesidad de que se vaya todo el mundo. No me sorprende porque es habitual, lo normal aquí es que se vaya todo el mundo, salvo Álex Bergantiños, cada poco tiempo. Resulta curioso que la masa social de un club que llegó al éxito internacional gracias a la estabilidad y la paciencia con la gente que trabajaba en la parcela deportiva se distinga ahora por pedir dimisiones masivas cada vez que un proyecto no logra el objetivo marcado. No hay comparación posible y Lendoiro es irrepetible, pero que su modelo tuviera como una de las constantes esa estabilidad incluso en los años menos exitosos tiene que hacernos pensar que posiblemente esa era una de las causas de sus logros y no una de las consecuencias. Deberíamos mirarnos en ese espejo y entender que si deportivamente las cosas no son como en la mejor época es en parte porque no permitimos que se hagan las cosas como se hicieron en la mejor época.

Tampoco podemos engañarnos ni ser condescendientes con las cosas que no salen bien, es cierto. El Dépor tiene la obligación deportiva, por economía y por masa social, de salir cuanto antes del pozo en el que está y es normal exigir resultados inmediatos. Pero debemos también saber exigir con cabeza e interpretar todo como un proceso que no puede empezar de cero cada vez que las cosas no se dan. Es verdad que llevan demasiados años sin darse, pero también podemos analizar en qué somos mejores hoy que cuando llegamos a esta categoría. Y en épocas como la de Carmelo del Pozo era evidente que nada estaba yendo a mejor, pero a día de hoy creo que hay cosas en las que la mejoría es notable.

Mi opinión es que el salto de calidad de la plantilla con respecto al primer año en la tercera categoría no es grande, sino inmenso. Yo sí creo que el paso adelante que se dió en enero en cuanto a los jugadores y en cuanto a la coherencia entre ellos fue importante y que a día de hoy ningún entrenador puede tener excusa para no pelear por todo con esta plantilla. Puedo estar equivocado o no, pero mi sensación es esa. También creo que el trabajo del área deportiva en las múltiples etapas del desarrollo de la base está trayendo frutos que cuesta creer que sean casuales. Y también ahí veo coherencia, con apuestas como la continuidad de Gilsanz junto a los jugadores a los que hizo campeones juveniles para llevarlos también al éxito con el Fabril. La gestión de los entrenadores del primer equipo sí resultó ser un punto negro importante en general en los años que lleva el equipo en esta división, aunque en el caso de la continuidad de Borja en verano también creí en su momento que había casi tantos argumentos para que se diera como para lo contrario. Lo de Cano sí fue mucho más inexplicable, y para mí el verdadero error que se recordará con el tiempo, junto a la no continuidad de Rubén de la Barrera.

Cuando un fracaso sucede, no significa que todo tenga que empezar de nuevo de cero hasta dar con alguien que, contra toda ley de la condición humana, consiga hacer todo su trabajo desde el primer día hasta su jubilación sin fracasar ni una sola vez. Al menos no en 1ªRFEF. Si estás en la élite del fútbol quizás puedas llevarte a tu equipo a gente que cobra decenas de millones y te asegura éxitos inmediatos, pero en el fútbol semiprofesional la cosa cambia. En el caso del Dépor existe el privilegio de poder mirar más alto a veces y tener casos como el de Lucas, pero debemos ser conscientes de donde estamos y saber que al juzgar las decisiones tomadas el hecho de que salgan bien no es todo lo que hay que valorar.

Me preocupa la vehemencia pidiendo la salida de toda la parcela deportiva del club junto con Cano, porque los proyectos son proyectos por algo. Si cada vez que se fracasa (y recordemos que este año todavía hay opciones de conseguir el objetivo secundario, que es el ascenso por play-off) hay que cambiarlo todo, no existiría proyecto alguno porque no habría un camino de mejoría hasta llegar al punto de consecución. El camino al éxito no pasa por quemarlo todo cada año, sino por aportar un poco de calma y reconfigurar lo que no funcionó para volver a intentarlo siendo mejores al año siguiente. Tenemos recientes dos ejemplos de gestión de fracasos: Osasuna y Valencia. Nosotros sabremos cuál nos gusta más.

Fracasar es algo que puede suceder, y es cierto que no es algo a aplaudir. Pero, aunque puedo estar equivocado y quizás la decimonovena dimisión en masa llegue a ser justamente la que nos devuelva Europa, mi sensación es que mientras pensemos que el éxito pasa por no fracasar nunca en lugar de por crear un camino estable hacia él, estamos perdidos. Si establecemos la cultura del pánico al fracaso cada vez que algo no se da bien en un equipo que ya no hace más que fracasar, de ese bucle es bastante probable que no salgamos nunca.

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