3 oct 2021

Las claves del bajón del Dépor en los últimos minutos del partido contra la SD Logroñés


Por Rubén Pedreira

El partido del pasado viernes acabó con un jarro de agua fría sobre Riazor. El equipo de Borja Jiménez casi contaba ya con llevarse su quinta victoria de la temporada mientras Ian Mackay tenía el balón en su poder para sacar de puerta en el minuto 93 tras una clara ocasión del equipo rival, pero una mala gestión de una posesión que debía ser utilizada para matar definitivamente el encuentro dio al conjunto riojano una oportunidad aprovechada para poner la igualdad en el marcador en el último segundo. Al final, 1-1 y la sensación de que se perdieron dos puntos en un partido que no se supo cerrar desde el campo ni desde el banquillo.

La primera parte del equipo blanquiazul dejó buenas sensaciones. El Dépor planteó un partido de ritmo alto, con Villares marcando los tiempos y Soriano con libertad partiendo desde la banda para crear contextos de superioridad por dentro y marcando espacios para las internadas de Héctor por banda. Bergantiños ejerció de ancla de manera notable, Quiles ofreció apoyos y ruptura de manera incansable y Miku cazó un gol digno de aplauso. El planteamiento de Borja funcionó, y muy bien, hasta que en el minuto 60 decidió que era momento de protegerse mejor de las respuestas rivales. No quiso dejar de plantear una presión muy profunda en campo rival, que tan buenos resultados había dado en todo el encuentro, pero buscó guardarse las espaldas haciendo dar un pase atrás a Bergantiños y cambiando ligeramente la mentalidad.

Creo que el principio del fin se dio en el minuto 66. En ese momento el técnico dedició sacar del campo a Soriano para introducir a Aguirre y hacer algunos retoques en el estilo de juego. Era una sustitución que debía hacerse, eso sí, porque el jugador cedido por el Atlético llevaba unos minutos visiblemente fatigado y tomando decisiones erróneas, pero implicó modificaciones que no ayudaron. Por un lado, aunque Soriano no tuvo su mejor partido en cuanto a lo que se refiere a contactos con la bola, su perfil y movimientos sin balón sí permitieron encontrar la forma de hacer daño al rival. Además, como ya se comentó, a partir de ese momento se modificó de forma evidente el rol que Álex Bergantiños desempeñaba sobre el césped y la intencionalidad en las transiciones.

Tras la entrada de Aguirre, un jugador con más tendencia a pegarse a banda, Bergantiños se insertó entre los centrales siendo con frecuencia el hombre más atrasado del equipo (FIGURA 1). Al capitán se le encargó ejercer de tercer central y ser el primero en salir a la presión cuando las posesiones del rival superaban la línea del centro del campo y se acercaban peligrosamente al área . 

FIGURA 1: Bergantiños insertado entre los centrales durante la salida de balón (izquierda) y en fase defensiva (derecha)

Diego Villares y Elitim pasaron a ser un doble pivote con amplias labores en la presión. Se les pidió que continuaran defendiendo muy arriba, con el colombiano habitualmente un paso por delante en fase ofensiva y Villares ejerciendo más de faro en la creación y apoyo móvil por su zona del campo. Este planteamiento de líneas de presión alta y Bergantiños anclado entre los centrales tuvo un porcentaje de éxito bastante elevado, el Dépor fue capaz así de frustrar buena parte de las transiciones ofensivas de la SD Logroñés ya fuera con robos, pérdidas forzadas o, cuando las fuerzas flaquearon de manera más evidente, con faltas tácticas. Eso sí, cuando las primeras líneas de presión eran superadas, el equipo riojano encontraba huecos que explotar en zonas ventajosas (FIGURA 2).

 

FIGURA 2: Villares y Elitim mantienen la tendencia a incorporarse a la presión muy adelantada en campo rival (izquierda), y se generan huecos a sus espaldas en posiciones ventajosas para el rival debido a que Bergantiños pasó a jugar en la línea de centrales (derecha)


Viendo esto, el técnico visitante supo entender la oportunidad y aprovechó para dar entrada a Ander, un extremo capaz de aprovechar ataques lanzados y rápidos para explotar este contexto. A partir de esa declaración de intenciones, la SD Logroñés comenzó a buscar una mayor verticalidad y a adelantar su primera línea de presión (FIGURA 3), provocando errores en la salida de balón de un Dépor que durante el partido no había encontrado dificultades para conducir hasta campo rival. El equipo blanquiazul buscó sacudirse estos minutos bajando el ritmo del encuentro en sus posesiones y buscando mover de lado a lado el balón para descubrir las líneas del conjunto de Logroño, aunque con frecuencia no consiguió más que hacer avanzar el reloj.


FIGURA 3: Desde su entrada, Ander se situó como delantero junto a Soberón, con libertad para caer a banda, y formaron una primera línea de presión adelantada sobre la salidad de balón deportivista
 

Este contexto provocó un partido de golpes mutuos entre ambos equipos, el Logroñés intentando ataques rápidos buscando a sus dos hombres de arriba y el Dépor alternando entre la mencionada búsqueda de posesiones largas y los balones largos buscando llegadas de los laterales. Estas llegadas se dieron especialmente por banda derecha debido a que los movimientos habilitadores de Quiles para las subidas de Víctor resultaron efectivos mientras que Aguirre, que trató de mantener la tendencia de Soriano a poblar zonas interiores, sufrió más para encontrar la manera de hacer daño sin balón al ser un jugador de tendencia a vivir más pegado a banda.

La situación de equilibrio duró aproximadamente hasta el minuto 80, cuando el conjunto riojano fue capaz de encadenar varias acciones de peligro poblando peligrosamente el área local (FIGURA 4). El bajón físico del equipo deportivista era evidente, y Borja Jiménez decidió que era momento de dar fuelle a sus jugadores. Además de la entrada forzada de Granero debida a la lesión de Jaime, introdujo a De Vicente por Elitim, uno de los futbolistas más cansados sobre el césped, y Doncel entró sustituyendo a Quiles.

FIGURA 4: Superado el minuto 80 de juego, la SD Logroñés se volcó al ataque y el Dépor no supo frenar las llegadas ni aprovecharlas a la contra

Los cambios deportivistas no surtieron el efecto deseado. La SD Logroñés subió un punto más la presión y forzó a una sucesión de errores en la salida de balón deportivista. El equipo visitante era el único capaz de desarrollar su juego de manera continuada, consiguiendo encerrar en su campo a un equipo local que se vió incapaz de parar la subida de ritmo y de efectivos en ataque que imprimió el equipo entrenado por Raúl Llona. Uno de los jugadores que más sufrió esos minutos fue Diego Villares, que después de completar un gran partido acabó visiblemente fundido por sus esfuerzos en la presión durante más de 70 minutos.

A pesar de los buenos minutos de la SD Logroñés, en las cercanías del minuto 90 comenzaba a parecer que el equipo visitante empezaba a perder fuelle. El Deportivo consiguió incluso tener rachas de dominio del juego y alguna ocasión como la que provocó Doncel con un disparo desde fuera del área mientras el cuarto árbitro enseñaba el cartel con los cuatro minutos de añadido. No obstante, no estaba todo dicho. Los de Llona consiguieron un corner a dos minutos del final que desembocó en una clara doble ocasión que parecía ser la última del encuentro. Mackay sacaba poco después de puerta en largo para intentar matar los 60 segundos que restaban hasta el pitido final, pero Aguirre mandó un balón largo que devolvió la pelota al equipo rival, dándoles una última oportunidad. El cronómetro marcaba el minuto 93:50 cuando un centro lateral llegó a la cabeza de Miguel Ledó para acabar en el fondo de la portería. No había tiempo para más y el pitido final llegó en un partido en el que el Dépor, tras conseguir dominar el partido durante 70 minutos, se fue a los vestuarios con un punto que sabe más bien a derrota. Pero, a veces, estas cosas pasan.

2 oct 2021

William de Camargo contra el fútbol moderno


   Por Rubén Pedreira

William de Camargo lleva un par de partidos sin participar con el Dépor, dos partidos en los que el equipo tropezó y en los que, en mi opinión, el contexto de ambas segundas partes pedían a gritos su entrada. En un caso, para darle imprevisibilidad al ataque ante un rival cómodo (en el caso del encuentro contra Unionistas) y en el otro para aprovechar su profundidad ante una SD Logroñés que consiguió hacer dar un paso atrás a los coruñeses en los últimos minutos. 

Hace unos días, William ofrecía una entrevista en La Voz de Galicia en la que comentaba que el fútbol actual le aburría por ser muy robótico y muy táctico. Más allá de que se pueda estar de acuerdo o no con su opinión, lo cierto es que son unas palabras muy acordes a su estilo como futbolista. El fútbol, efectivamente, tiende a estar cada vez más encorsetado, y en el caso del fútbol español incluso puede decirse que se encuentra también embotado. En el fútbol patrio no sólo vemos cómo el ansia por el dominio de todo contexto del juego cohibe con frecuencia al talento y la improvisación, sino que también existe una tendencia al ritmo excesivamente lento y trabado que lleva a que el tiempo de juego efectivo sea muy bajo. El primer perfil casi extinguido por las derivas del fútbol moderno fue el del mediapunta, un tipo de futbolista que no puede sobrevivir ante las exigencias de intensidad y de precisión suiza, y está por ver cómo afectarán los cánones del fútbol español a otro perfil en peligro: El del extremo desequilibrante y regateador.

Creo que en nuestro país existe una filosofía desde la base, instaurada en años recientes, que inconscientemente tiende a enviar el mensaje a los jugadores en formación de que el regate es un recurso demasiado arriesgado como para intentarlo. De un tiempo a esta parte, el regate está bajo sospecha y es cada vez más difícil encontrar a jugadores que llegan a línea de fondo en un contexto de no superioridad y sean capaces de decantarse con éxito por la opción del desborde. España, anclada en los éxitos de 2010, continúa estimulando la predominancia del pase y la posesión como argumento estrella y eso se deja ver incluso en los últimos metros, donde se ven muchas más elecciones de combinación hacia atrás en contextos de uno contra uno en banda de las que se deberían. Si juegas con extremos, gran parte de los contextos en los que se encontrarán estos para generar peligro real más allá de tres cuartos de campo implicarán una situación de uno contra uno, y si las afrontan desde el miedo al error al encarar no conseguirán ser decisivos en ninguna de ellas.

Los extremos de perfil combinativo (tuvimos a Keko en Coruña hasta hace poco) o los extremos con perfil de apoyo y ruptura (como Quiles en muchos momentos de su juego) son útiles y necesarios, pero siempre te encontrarás contextos en los que un regateador generará superioridades que nunca se encontrarían por otros métodos. En los últimos años, el único extremo español que se me viene a la mente que entre dentro del perfil de regateador es Bryan Gil, y esta carencia es preocupante porque hace perder variantes de alto potencial y que no puedes conseguir realmente con jugadores no específicos. Un jugador tiene talento para el desborde o no lo tiene, y si desde la base condicionas a los que lo tienen para que tengan miedo a buscarlo acabas por extinguirlo, porque el don de encarar es casi más un estado de ánimo que una cuestión de técnica.

El fútbol español está perdiendo el regate, y creo que es un gran error. Mientras no se hace nada por solucionarlo, jugadores que aportan ese preciado y escaso don, como es el caso de William, deberían ser utilizados todo lo posible en los contextos que se amoldan a sus características, porque si algo positivo tiene para ellos esa escasez es que los convierte en todavía más peligrosos. No puede ser que extremos nacidos para el desborde se reconviertan en otra cosa y repriman su talento, porque el deborde es tan útil como el mantener la posesión dependiendo de la situación del juego. No puede ser que la cultura futbolística cohiba a un jugador a seguir intentando lo que sabe hacer si en un par de acciones no se le dan las cosas, porque cuando un desborde sale bien en el lugar adecuado genera un peligro que puede compensar cinco pérdidas anteriores y un pase hacia atrás por no atreverse a encarar en el lateral del área nunca genera nada de por sí.

Creo que este Dépor no suele sufrir, sabe controlar los partidos de manera bastante eficiente, y eso es una gran virtud. Pero a veces los planes se vienen abajo y te ves, como contra Unionistas, jugando contra un equipo bien plantado contra el que tienes que marcar gol, o contra la SD Logroñés contra un equipo que consigue hacer que des un paso atrás. Y cuando eso pasa no puedes permitirte no usar al único jugador con esas características singulares de la plantilla. No puedes permitirte no dar libertad a de Camargo para que haga sin miedo lo que mejor se le da.