William de Camargo contra el fútbol moderno
Por Rubén Pedreira
William de Camargo lleva un par de partidos sin participar con el Dépor, dos partidos en los que el equipo tropezó y en los que, en mi opinión, el contexto de ambas segundas partes pedían a gritos su entrada. En un caso, para darle imprevisibilidad al ataque ante un rival cómodo (en el caso del encuentro contra Unionistas) y en el otro para aprovechar su profundidad ante una SD Logroñés que consiguió hacer dar un paso atrás a los coruñeses en los últimos minutos.
Hace unos días, William ofrecía una entrevista en La Voz de Galicia en la que comentaba que el fútbol actual le aburría por ser muy robótico y muy táctico. Más allá de que se pueda estar de acuerdo o no con su opinión, lo cierto es que son unas palabras muy acordes a su estilo como futbolista. El fútbol, efectivamente, tiende a estar cada vez más encorsetado, y en el caso del fútbol español incluso puede decirse que se encuentra también embotado. En el fútbol patrio no sólo vemos cómo el ansia por el dominio de todo contexto del juego cohibe con frecuencia al talento y la improvisación, sino que también existe una tendencia al ritmo excesivamente lento y trabado que lleva a que el tiempo de juego efectivo sea muy bajo. El primer perfil casi extinguido por las derivas del fútbol moderno fue el del mediapunta, un tipo de futbolista que no puede sobrevivir ante las exigencias de intensidad y de precisión suiza, y está por ver cómo afectarán los cánones del fútbol español a otro perfil en peligro: El del extremo desequilibrante y regateador.
Creo que en nuestro país existe una filosofía desde la base, instaurada en años recientes, que inconscientemente tiende a enviar el mensaje a los jugadores en formación de que el regate es un recurso demasiado arriesgado como para intentarlo. De un tiempo a esta parte, el regate está bajo sospecha y es cada vez más difícil encontrar a jugadores que llegan a línea de fondo en un contexto de no superioridad y sean capaces de decantarse con éxito por la opción del desborde. España, anclada en los éxitos de 2010, continúa estimulando la predominancia del pase y la posesión como argumento estrella y eso se deja ver incluso en los últimos metros, donde se ven muchas más elecciones de combinación hacia atrás en contextos de uno contra uno en banda de las que se deberían. Si juegas con extremos, gran parte de los contextos en los que se encontrarán estos para generar peligro real más allá de tres cuartos de campo implicarán una situación de uno contra uno, y si las afrontan desde el miedo al error al encarar no conseguirán ser decisivos en ninguna de ellas.
Los extremos de perfil combinativo (tuvimos a Keko en Coruña hasta hace poco) o los extremos con perfil de apoyo y ruptura (como Quiles en muchos momentos de su juego) son útiles y necesarios, pero siempre te encontrarás contextos en los que un regateador generará superioridades que nunca se encontrarían por otros métodos. En los últimos años, el único extremo español que se me viene a la mente que entre dentro del perfil de regateador es Bryan Gil, y esta carencia es preocupante porque hace perder variantes de alto potencial y que no puedes conseguir realmente con jugadores no específicos. Un jugador tiene talento para el desborde o no lo tiene, y si desde la base condicionas a los que lo tienen para que tengan miedo a buscarlo acabas por extinguirlo, porque el don de encarar es casi más un estado de ánimo que una cuestión de técnica.
El fútbol español está perdiendo el regate, y creo que es un gran error. Mientras no se hace nada por solucionarlo, jugadores que aportan ese preciado y escaso don, como es el caso de William, deberían ser utilizados todo lo posible en los contextos que se amoldan a sus características, porque si algo positivo tiene para ellos esa escasez es que los convierte en todavía más peligrosos. No puede ser que extremos nacidos para el desborde se reconviertan en otra cosa y repriman su talento, porque el deborde es tan útil como el mantener la posesión dependiendo de la situación del juego. No puede ser que la cultura futbolística cohiba a un jugador a seguir intentando lo que sabe hacer si en un par de acciones no se le dan las cosas, porque cuando un desborde sale bien en el lugar adecuado genera un peligro que puede compensar cinco pérdidas anteriores y un pase hacia atrás por no atreverse a encarar en el lateral del área nunca genera nada de por sí.
Creo que este Dépor no suele sufrir, sabe controlar los partidos de manera bastante eficiente, y eso es una gran virtud. Pero a veces los planes se vienen abajo y te ves, como contra Unionistas, jugando contra un equipo bien plantado contra el que tienes que marcar gol, o contra la SD Logroñés contra un equipo que consigue hacer que des un paso atrás. Y cuando eso pasa no puedes permitirte no usar al único jugador con esas características singulares de la plantilla. No puedes permitirte no dar libertad a de Camargo para que haga sin miedo lo que mejor se le da.
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