Destrucción y construcción para crear un Deportivo funcional
Tardó bastante tiempo en llegar la estabilidad después de un periodo de incertezas en lo deportivo, pero parece que el Dépor ya tiene organigrama cerrado para empezar a destruir la plantilla 2021 y comenzar a construir la plantilla 2022. Durante estas épocas suele tratarse el tema con términos menos absolutos, se habla más de "confección de plantilla", pero creo que esa dualidad destrucción/construcción es más adecuada para describir el trabajo que tiene por delante el club coruñés de cara a cerrar nombres para el curso que viene.
No creo que se descubra nada nuevo si se dice que la plantilla de la temporada que acaba de finalizar no era apta para lo que se necesitaba. No sé si lo que tuvo más peso para llevar al equipo al fracaso final fueron los nombres, los hombres o la coherencia de las piezas, pero a día de hoy sabemos que la mala adecuación de cada una de esas cosas fue un hecho. Un hecho que sufrió especialmente Rubén de la Barrera al implementar sus ideas de juego, pues quedó patente que las sensaciones de atasco ofensivo de la primera parte de la temporada eran un problema intrínseco y no algo solucionable con una reorientación de las bases del juego.
De la Barrera llegó al equipo con la intención de conseguir un ascenso haciendo jugar al equipo de su ciudad según el estilo que propuso durante toda su carrera, un estilo cuyos cimientos están asentados sobre la idea del juego de posición, pero se encontró un contexto muy complicado para conseguirlo. La idea sobre la que se construye el concepto de 'juego de posición' se basa en la creación de superioridades con un objetivo muy claro: La oscilación de la pelota y los movimientos sin balón orientados a acumular hombres libres entre líneas que permitan una circulación fluida que facilite encontrar múltiples caminos posibles para hacer daño al rival en cada fase de la construcción. No se basa en dar pases para que el contrario se canse corriendo ni en conseguir un 90% de posesión durante el partido para alardear de ello, es una búsqueda activa de espacios para los receptores potenciales de pase que dejen vulnerables las líneas de presión del equipo contrario y la recepción llegue en un entorno liberado. Y si por algo se caracterizaba el equipo al que llegó Rubén, era precisamente por la nula capacidad de sus piezas para encontrar fluidez a partir de tres cuartos y para encontrar líneas de pases que rompieran la organización defensiva rival.
La etapa de De la Barrera dejó algunos partidos interesantes, incluso buenos, pero eso no fue la norma y por lo general cuando triunfó fue en contextos favorables de entrada a su idea. Esto es, contra sistemas defensivos más abiertos por el caracter proactivo del rival, que dejaba las líneas contrarias más expuestas y la movilidad efectiva entre ellas más asequible (Celta B) o contra transiciones defensivas con presión laxa (como ese Langreo que ya no se jugaba nada en la última jornada y se dejó ir al encajar el primer gol). Cuando la búsqueda de las superioridades se encontró ante sistemas desfavorables a los que había que desordenar en favor propio de manera proactiva antes de poder explotarse, nunca se consiguió fluidez y nuca hubo un jugador capaz de conseguirla. A lo largo del año sólo Gandoy, brevísimamente y en el partido de la primera vuelta ante Unionistas, dio muestras en algún momento de ser un jugador capaz de tener herramientas propias para paliar esa falta de capacidad para encontrar debilidad en las líneas rivales en el último cuarto de campo, pero fue un espejismo. El canterano se fue difuminando por completo con el avance de la temporada. A falta tanto de un jugador diferencial en esa fase del juego como de capacidad grupal para solventar la carencia del futbolista específico, el resultado fue la impotencia ofensiva como norma.
Creo que un equipo cuyas piezas no son capaces de encontrar recursos para hacer daño a sistemas rivales desfavorables después de haber utilizado durante un año dos sistemas ofensivos muy diferenciados es un equipo que necesita una remodelación más que importante, una destrucción (por enésima vez, si hablamos de lo referente al Deportivo, y eso es preocupante). Este artículo, en cierta medida, exculpa a Rubén de la Barrera de no haber llegado a sacar el rendimiento necesario a lo que tenía, pero sobre todo busca fijar la lupa sobre lo que nos interesa ahora: Las salidas que habrá que buscar para que otros puedan llegar.
Si lo pensamos fríamente, no creo que haya más de 5 jugadores cuya marcha debería evitarse de manera decidida (y aquí no cuento a Lucho, pues los acontecimientos recientes invitan a pensar que su marcha está cercana). Esos jugadores, por una u otra razón, son en mi opinión Borja Granero, Alex Bergantiños, Héctor Hernández, Diego Villares y Celso Borges. Por otro lado, también me quedaría con Valín y Gandoy por su condición de sub 23 y con Adri Castro. Para todos los demás, pienso que otro vendrá que igual o mejor lo hará, así que la puerta debería estar abierta para ellos en todo momento. Toca, esperando que esta vez sea la definitiva, destruir la casa todo lo que la situación permita y construirla de nuevo sin reutilizar nada más que los verdaderos cimientos y los materiales de los que no sea posible desprenderse o que no se puedan sustituir.