Un problema de cara al tramo decisivo sin solución ideal posible
Por Rubén Pedreira
Hay una cosa que me preocupa actualmente. Esa cosa no es que el Dépor consiga el ascenso directo pues, a pesar de que en el fútbol casi todo se puede conseguir mientras las matemáticas acompañen, casi doy por hecho que el resultado contra el Alcorcón hizo decir adiós a esa posibilidad. Que tres equipos fallen lo suficiente teniendo dos de ellos la diferencia de goles a favor es una utopía en la que es mejor no pensar por pura salud mental. Lo que me preocupa es más bien lo que puede venir una vez certificado que lo de subir pasará obligatoriamente por unas eliminatorias a todo o nada.
A día de hoy, la ruptura entre el entrenador del equipo y la grada es total. En los últimos tiempos las iras de la afición fueron a parar al banquillo con frecuencia y de forma más o menos generalizada, pero no recuerdo un consenso semejante al actual. No gusta el planteamiento, no gusta la manera de comunicarse públicamente y tampoco gusta la mentalidad imprimida al equipo. Incluso en aquella época en la que Víctor Fernández hablaba de autodestrucción se encontraba gente partidaria del técnico, y ni siquiera con Seedorf se acumuló tanta rabia, porque hay que reconocer que a pesar de las múltiples limitaciones mostradas era un tipo simpático.
Es cierto que la afición no dirige equipos de fútbol y quien sí los dirige debe respetarla, pero no dejarse manipular por ella, porque el aficionado nunca tiene todos los datos para tomar decisión alguna. Seguro que hay un motivo lógico para mantener a Cano aunque yo no vea razones para ello desde el partido contra la Cultural, pero me preocupa que, en mi opinión, el técnico no demostró ser garantía de nada desde hace dos o tres meses. Teniendo en cuenta esa falta de argumentos con los resultados en la mano, me cuesta mucho pensar que valga la pena sacrificar el apoyo incondicional de la grada en un momento clave como el que se viene. Porque la afición, como siempre hizo, va a responder estando presente en los momentos importantes, pero no tengo claro que no aparezca el temido murmullo si algún bache aparece, y la experiencia dice que este equipo es propenso al bache. En el fútbol, en los momentos importantes, es el factor psicológico el que decide un gran porcentaje del éxito.
Me cuesta creer que Cano sea merecedor de sacrificar la estabilidad mental de los jugadores y que jueguen con esa losa de pensar que si las cosas se tuercen perderán el favor general, y me parece especialmente preocupante cuando en varias declaraciones recientes diversos jugadores dejaron claro que este grupo está teniendo problemas para manejarse psicológicamente. A día de hoy el Dépor tiene un problema importante, y es el de haber llegado a una altura de la temporada en el que no prescindir del entrenador es una locura y prescindir de él también lo es, porque no hay tiempo para nada.
Solo nos queda confiar en que el Dépor es un equipo experto en lo grotesco. Quizás sea así, con el ambiente más en contra que nunca y con la nula confianza en ser capaces de conseguir nada, cuando se consiga el objetivo. Al final lo único que nos queda es confiar en lo que no confiamos.
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