19 jul 2013

La importancia de llamarse Cesc


Por Rubén López | rubenlopezfcp@gmail.com


Existía un jugador, al que todos en Inglaterra llamaban Fábregas, que vivía una apacible vida en Londres. Su labor estaba sobradamente probada y nadie la ponía en duda, defendía al Arsenal y eso  era todo lo que debía hacer. Y lo hacía bien, tan bien que Wenger confió en él ciegamente desde que era poco más que un adolescente y le encargó la labor de hacer olvidar a Patrick Vieira como guía de un equipo que estaba en auge. Todo parecía ir bien e ir encaminado a la eternidad, pero tenía un secreto bien guardado, y es que quería volver a casa, algo que más que un apacible recogimiento en compañía de los suyos era un reto apasionantemente arriesgado.

Llegó un momento en el que aquello era todo lo que quería, por lo que volvió a Barcelona. Volvió al lugar de donde se había ido siendo un niño, pero ya no era Fábregas, aquí era Cesc. No fue un simple cambio de nombre, sino que también tuvo la tarea de hacerse pasar por quien no era, y actuar consecuentemente. En Londres era la figura indiscutible, el hombre por el que pasaba todo y en su parcela tenía libertad para moverse de un lado a otro a su antojo: en el Arsenal Fábregas no jugaba en una posición específica, sino que jugaba de Fábregas, es decir, de hombre con toda la confianza del entrenador para moverse por donde creyese que debía hacerlo. Aquí llegó para convertirse en el sucesor de Xavi, el organizador, el jugador que une la defensa con el ataque, que ve el juego futuro desde el presente y, sobre todo, con un gran hándicap para nuestro protagonista: el que acompaña en todo momento para desatascar, pero deja hacer a otros una vez pasa su  terreno.

Fábregas tiene el don de saber hacerlo casi todo (algo que explica, por ejemplo, su fácil adaptación al rol de 'falso 9'), don que a la vez se convirtió en una maldición en su llegada al Barça, una máquina engranada para que cada uno tenga libertad en su trabajo, sí, pero teniendo claro en qué parcela la tiene. Lo que siempre le hizo destacar en el Emirates fue su desenvoltura en todas los lugares de su dominio, su capacidad para hacer tanto de A como de Z. Siempre lo vi como uno de los jugadores más complejos de la actualidad, uno de los recursos más poderosos y a la vez más difíciles de aprovechar que existen. No es mediocentro ni mediapunta, pero tiene lo que tienen los grandes de esas posiciones, y a la vez se empequeñece si lo encasillan sólo en una de ellas. Es posible que no sea tan bueno como otros en cada una de esos puestos individualmente, pero es el mejor si le dejan elegir en cuál desenvolverse en cada tramo del partido.

Tras dos años en el Camp Nou, la figura de Cesc parece estar carente de vida, el papel que quiso jugar se derrumbó cuando todos vieron quien era en realidad (o peor aún, cuando nadie vio quién era en realidad). Ahora puede que sólo le quede volver a su lugar, a dejar sus ansias secretas para volver a ser quien es, para volver a su vida siendo Fábregas. Y puede que una vuelta a la Premier sea todo lo que necesita.

1 comentario:

  1. Pues la verdad por el bien del fútbol ojalá vuelva Fábregas. Muy buen artículo.

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