Dépor - Alcorcón: Un punto para alejarse del objetivo
El partido de ayer en Riazor alejó peligrosamente al equipo local de la lucha por el ascenso directo, no tanto en lo que respecta a los puntos (que también) como en las sensaciones. El encuentro pasó por tres fases muy definidas: La primera de ellas nos mostró a un equipo blanquiazul que entró tarde en el juego y no supo frenar el arranque de un Alcorcón que empezó en Riazor sin ningún complejo y que durante 15 minutos superó a su rival de manera incontestable. La segunda, mucho más agradable para la grada local, mostró a un Dépor encontrando la forma de hacer daño y lográndolo con asiduidad, creando un interesante número de ocasiones claras que en muchos casos sólo la magnífica actuación de un Dani Jiménez estelar pudo salvar. No obstante, cuando los locales contaban ya con el favorable 2-1 la cosa se torció. El equipo alfarero consiguió volver a encontrar contextos desde los cuales hacer daño y la tercera y última fase tuvo a un Deportivo que, a pesar de seguir buscando el gol de la sentencia, deseaba con demasiadas ganas el pitido final hasta que un gol de Casadesús lo frustró todo.
El guión del partido volvió a tener un final ya visto en otras ocasiones. Un Dépor que sabe llegar con peligro y que se adelanta en el marcador de forma merecida, pero que no se ve capaz de cerrar el partido y acaba encajando un gol en los últimos minutos que le roba dos puntos vitales. Ayer, quizás, faltó el refuerzo positivo porque dio la sensación de que Natxo no supo transmitir desde el banquillo la confianza para sentenciar. No hablo aquí del cambio de Simón por Somma (el contexto recomendaba hacerlo), pero sí de la forma de hacer los cambios y también de la adecuación de estos a lo que se buscaba en cada contexto.
El problema en Cartabia y Simón estaba identificado. El argentino estaba teniendo un partido desastroso y el lateral estaba pasado de revoluciones y con una amarilla que cada vez se volvía más naranja. Además, Edu (que volvió a ser el mejor) estaba bastante falto de apoyos cuando cogía el balón en el último tramo de la creación y alguien capaz de ofrecerse y dar pausa al juego en la búsqueda del asedio al área contraria se hacía necesario. Tenemos entonces que las salidas de Fede y Simón y la entrada de Vicente eran muy recomendables y el técnico supo ver eso. No obstante, ¿fue la ejecución adecuada? Mi subjetiva opinión es que en gran parte no:
- El trueque de Cartabia, el primero de ellos, llegó cerca del ecuador de la segunda parte a pesar de que desde el primer tiempo se veía que estaba teniendo muchos problemas para entrar en el partido. La banda derecha estaba siendo un agujero muy oscuro y el principal sumidero de posesiones del equipo, hacía falta subsanarlo cuanto antes y se tardó demasiado. Cuando algo no funciona y es tan evidente no tiene sentido esperar más de la cuenta. Fede no está y a veces da muestras de que ni siquiera se le espera. Aunque suene extraño, la titularidad no le sienta nada bien, se le nota dosificando esfuerzos desde el primer minuto y esa preocupación por su físico le saca del partido. El argentino es, con total seguridad, el mejor jugador de revulsivo de la categoría, sabe entender y cambiar los contextos del partido al que entra como pocos, pero probablemente nunca se conforme con ese rol. No obstante, si quiere dar el salto a ser un buen titular necesita un cambio radical con respecto a lo que estamos viendo.
- El segundo cambio, la entrada de Vicente por Mosquera, también tiene sus matices. Quieres mantener el balón en campo contrario y mantener la bola buscando espacios, necesitas el gol cuanto antes y sacas a un jugador capaz de darte eso. Hasta ahí todo bien, pero, ¿por qué el sustituido vuelve a ser Mosquera? El 5 lleva una trayectoria ascendente en las últimas jornadas y es un jugador que sabe rendir como MCD siendo un primer eslabón en la creación más constante y fiable que Bergantiños en esos contextos en los que un error en construcción puede condenarte.
- Por último, el cambio más controvertido del encuentro. Muchos no vieron adecuado el cambio definitivo, el que dió entrada a Somma por David Simón. El canario había sido más que advertido por el árbitro, tenía amarilla desde el comienzo del partido y aún así estaba pasado de vueltas, con lo que mantenerlo sobre el césped era un riesgo importante. En esa situación, no es ninguna locura realizar la sustitución, pero sí realmente querías asegurarte de no acabar con 10 jugadores, podían verse motivos desde mucho antes que el minuto 83 (aunque sí es cierto que fue justo instantes antes de esa sustitución cuando se vio una clara acción en la que el árbitro le perdonó sorprendentemente la roja). Que ese sea el cambio definitivo, poco después de haberte puesto por delante en el marcador y con el equipo en un momento alto de moral y de juego, es algo muy susceptible de generar dudas entre los jugadores y llevarles a pensar que importa más ser comedidos que ir a por el partido, que la sentencia es algo secundario.
Una vez dada mi visión (visión de aficionado, por supuesto, una condición desde donde es muy fácil opinar) sobre la manera de ejecutar las sustituciones, me quiero centrar en el último aspecto que comenté en estos tres puntos: Lo que pudo haber transmitido al equipo el último cambio. Digo que un cambio de esta índole es capaz de dar un mensaje peligroso al equipo porque, de hecho, tengo la sensación de que fue eso lo que pasó. Seguro que la instrucción nunca fue pisar el freno, seguro que desde el banquillo no se pidió perder protagonismo y el equipo siguió atacando, siguió teniendo peligro, pero se pudo ver una actitud diferente. Se vio a un Dépor sufriendo un ataque de realidad, que captó el tono de la salida de Simón como una llamada a ser cautos y el equipo empezó a jugar de manera sustancialmente distinta. Volvieron, como ya había pasado en el primer tiempo, a aparecer excesivos espacios en campo propio que el Alcorcón supo gestionar igual de bien que en los primero 15 minutos, y aunque es cierto que no tuvieron muchas oportunidades para explotarlos debido a que el conjunto herculino continuó buscando tener el balón y consiguiéndolo, fueron suficientes para que en una llegada rápida consiguieran poner el definitivo 2-2 en el marcador.
No podemos ser catastrofistas todavía, pero sí que es cierto que la catástrofe está más cerca. A día de hoy, da la sensación de que el equipo se está instalando en el miedo y en la falta de confianza de manera casi inconsciente y de que se piensa en la clasificación desde demasiado antes del pitido final. Encauzar eso y entender que los estímulos externos son vitales es la asignatura pendiente para Natxo González, que está haciendo un buen trabajo en muchos aspectos pero que en cuanto a la gestión de partidos desde el banquillo con frecuencia no está sabiendo ser un entrenador de los que suman. Al fin y al cabo, el detalle diferencial que decanta a un equipo hacia el éxito o el fracaso en el fútbol tiene a menudo más que ver con el aspecto psicológico que con la pizarra.
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