24 sept 2017

El timón no marca un rumbo


 Por Rubén López | rubenlopezfcp@gmail.com

El Dépor volvió hoy a encajar un gol en los primeros 5 minutos de partido, algo que ya ocurrió 3 veces en los 5 encuentros de esta temporada (cabe recordar que dos de los 4 goles recibidos ante la Real llegaron antes de este tempranero minuto). Esta pésima estadística se hace todavía más abultada si tenemos en cuenta el período completo desde que Pepe Mel llegó al banquillo del Dépor la pasada campaña (ocurrió ante Osasuna, Real Madrid y Sevilla), haciendo un total de 6 ocasiones en un total de 20 partidos de Liga. Si echamos un vistazo a esta estadística durante la etapa de su predecesor, Gaizka Garitano, esto nos arroja que en la etapa del técnico vasco el equipo coruñés sólo concedió un gol antes de este minuto en una ocasión (Eibar) en los 24 partidos ligueros que dirigió.

¿Es esto culpa del entrenador?  ¿Es un hecho casual? Pues bien, la respuesta a ambas preguntas es
tá llena de matices. Para empezar, es evidente que en los primeros minutos es donde se comienzan a desvelar las intenciones de cada equipo y donde ambos conjuntos implicados están a la expectativa. Son momentos donde los jugadores suelen estar más motivados y centrados en el encuentro para empezar con buen pie, pero en vista de las estadísticas es evidente que algo raro pasa con este Depor de Mel en ese aspecto. Está claro que en cinco minutos o menos apenas da tiempo a desarrollar demasiado fútbol de pizarra para desgastar al rival y que mucho de lo que ocurre en esos minutos tiene que ver más con la mentalidad de los presentes en el césped que con la táctica. No obstante, y aunque sea posible que parte de la culpa se le pueda echar a los jugadores, no deja también de ser cierto que ha de verse al técnico como una especie de profesor. Cuando el alumno no está centrado en la clase en momentos puntuales la culpa suele ser del estudiante, pero cuando las faltas de concentración se producen con una asiduidad pasmosa hay que ver si las lecciones están convenientemente impartidas. 

Es díficil creer que la explicación a que once futbolistas de Primera División no sean capaces de saltar al campo con la cabeza puesta donde deben es que son unos puros inútiles en lugar de que quizás no estén comprometidos con la causa que han de defender (o cualquier otra razón que se pueda aparecer en la mente del opinador). Con lo expuesto aquí, se deja entrever un poco la respuesta a la segunda pregunta formulada anteriormente: sin duda es un hecho que tiene una componente de casualidad, pero también es evidente que no se puede explicar de manera tan sencilla. Este equipo no sólo encaja goles muy pronto con asiduidad, sino que además no suele saber reaccionar hasta bien entrada la segunda parte. Algo pasa, lo más sensato no parece pensar que la plantilla no tiene calidad, pues la mejoría respecto al año pasado parece notable.

En la actualidad el Depor dista mucho de ser un equipo, siendo más bien un grupo de futbolistas que hacen cosas vistiendo la misma camiseta. Por mucho que el entrenador diga tras cada partido que se vieron motivos para la esperanza, el mecanismo de juego no va mucho más allá de Schär lanzando balones medidos hacia campo rival, Andone o Lucas corriendo detrás de ellos, Valverde intentando tirar de descaro cada vez que le llega el balón de manera casual, Luisinho arrancando desde atrás para probar el centro o Cartabia probando la jugada individual con mayor o menor suerte. Ese conjunto de acciones a priori no demasiado conexas sonarán a todo espectador habitual de partidos del Dépor como las variantes más habituales que se pueden ver del conjunto blanquiazul en el terreno de juego. Tras cinco encuentros, al menos yo no consigo desentrañar a qué se juega en la pizarra del entrenador, y da la sensación de que los jugadores tampoco lo tienen claro.

¿La situación actual es culpa exclusiva del entrenador? Ni por asomo. ¿Consiguió el entrenador hacer que esta plantilla funcionara en algún momento de la temporada? Tampoco puede decirse que sí, más allá de algunos minutos buenos contra el Real Madrid. A día de hoy, la afición de Riazor no vio jugar bien (ni tan siquiera mal...) a su equipo en lo que va de temporada, y a pesar de que el Depor ganó el partido contra el Alavés ese encuentro no fue más que un intercambio de golpes torpes entre dos boxeadores casi noqueados que bien pudo haberse llevado cualquiera. Actualmente no veo motivos para continuar un proyecto deportivo que no acaba de dar con la tecla y que en ningún momento ilusionó. El Depor de Mel no funciona desde aquella sorprendente victoria contra el Barça cuando nadie la esperaba, y eso sólo fue flor de un día. 

Quizás me equivoque y a partir del próximo partido vemos una máquina de fútbol con Pepe Mel al mando que lleve al equipo blanquiazul a disputar competiciones europeas la temporada próxima, pero mucho me temo que eso no pasará fuera del ámbito onírico. Hasta la fecha, este Dépor no otorgó ni un solo motivo para la esperanza o la confianza, y eso es algo que pudimos ver todos y cada uno de los que asistimos atónitos a cada uno de los partidos. Bueno, todos menos uno, pues el técnico blanquiazul insiste rueda de prensa tras rueda de prensa en que se está avanzando en el buen camino. Personalmente me gustan los entrenadores sinceros y capaces de reconocer sus errores y me horrorizan aquellos empecinados en que lo hacen todo bien. Puede ser raro, pero la sensación que me da alguien que dice que las cosas van bien cuando todo va mal no es la de alguien confiado en sus posibilidades, sino la de un simple necio. Si Mel continúa a cargo del banquillo, su suerte será la nuestra, pero lamento decir que mi confianza en su labor en este justo momento es nula.

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