28 sept 2017

Deshilachando al Bayern


 Por Rubén López | rubenlopezfcp@gmail.com

Con Heynckes, el Bayern de Múnich era un rodillo. Comandado por la generación de los Lahm, Schweinsteiger, Neuer, Ribèry o Robben en plena madurez, pocos equipos eran capaces de parar a aquella máquina bávara que acabó conquistándolo todo. Su ritmo de juego era vertiginoso y pocos rivales conseguían entrar en los partidos cuando la máquina estaba perfectamente engrasada. En aquella temporada 12/13 en la que se convirtieron en los indiscutibles reyes de Europa, las goleadas se sucedían con sorprendente fácilidad: 21 encuentros de los 47 disputados entre Bundesliga y Champions acabaron con el club bávaro anotando 3 o más goles. Las cifras eran de escándalo.

Tras conseguirlo todo, y de manera sorprendente, el Bayern anunció justamente aquel verano que la era Heynckes llegaba a su fin justo en la cresta de la ola. El técnico de Mönchengladbach tenía ya 67 años y el club buscaba afianzar un proyecto a largo plazo. Pep Guardiola llegó entonces al banquillo con su magnífica ópera prima en el Barça como carta de presentación. La dirección deportiva veía en él la figura idónea para marcar el estilo del equipo durante un largo período y no les importaba desgajar el legado de su exitoso predecesor. Convertirse en el 'nuevo Barça' les llamaba mucho la atención. 

Es cierto que no se puede decir que el experimento fracasara, pues el Bayern siguió consolidado como dominador indiscutible del fútbol alemán, pero tampoco fue un éxito rotundo, pues no reeditaron los laureles europeos. Las estrellas principales iban sumando años y bajando en rendimiento, y la política de fichajes no dio demasiadas alegrías. La primera temporada de Pep en el club los fichajes estrella fueron Götze (que nunca encajó) y Thiago (cuyas lesiones fueron más duraderas que sus periodos de aptitud para la competición). Más tarde llegarían Arturo Vidal y Lewandowski, jugadores de contrastado nivel que sí sumaron calidad valiosa, pero el asalto a la Champions League no fue exitoso: había comenzado nuevamente una época de fuerte dominio español en Europa y los de Múnich cayeron eliminados ante rivales españoles en las tres temporadas del proyecto de Guardiola.

El equipo era competitivo cuando Guardiola decidió marcharse al Manchester City, pero quizás su decisión de emigrar a la Premier se basó fuertemente en que supo valorar que aquel coloso tenía grandes problemas estructurales a punto de salir a la luz. Su sustituto fue Ancelotti, que llegó junto al fichaje estrella de Mats Hümmels, pero otro año más había pasado y las principales estrellas seguían aumentando su edad sin que, en la mayoría de los casos, sus recambios ofrecieran el nivel que la generación de oro había dado a Heynckes. Durante el primer año de Ancelotti el equipo empezó a dejar ver signos preocupantes de que incluso les costaba mantener la hegemonía en la competición doméstica. Y era sólo el principio. 

Durante la época de Guardiola la política de fichajes en Múnich había sido la de firmar un nombre de enjundia por temporada y un grupo de jugadores de clase media para el fondo de armario. Pep supo crear equipo con esos cimientos buscando jugadores adaptables a sus ideas, pero Carletto tuvo mayores problemas. Los planes de juego se le escaparon y en los últimos tiempos incluso el vestuario (cuya gestión siempre fue una de las principales virtudes del italiano) comenzó a descontrolarse. Ancelotti nunca fue un técnico de giros tácticos que ganan partidos, sino más bien un gestor de egos. Alguien capaz de exprimir al máximo el rendimiento de los jugadores en base al cuidado del vestuario, pero esta vez algo falló. 

Este último periodo de fichajes fue muy significativo. Mientras los principales equipos de Europa se resignaron a caer en el juego de la indecente burbuja económica, los directivos bávaros salían a decir con orgullo que no seguirían esas pautas, pero el duelo ante el PSG (baluarte principal de la política de derroche financiero) dejó claro que algo cambió en el fútbol: quien no esté dispuesto a adaptarse a la triste nueva realidad tendrá mucho terreno perdido. Tan triste como cierto.

El Bayern dejó de ser aquella máquina imparable tras la primera temporada de Guardiola, pero el de Santpedor supo evitar con bastante tino el derrumbe de una estructura que a Ancelotti se le cayó hasta los cimientos. Ahora, con la generación de oro fuera del equipo o en su claro ocaso, el nuevo técnico tendrá que montar casi desde cero un proyecto de un club que sólo sabe aspirar a estar en la cúspide de Europa y que vio cómo sus grandes aspiraciones se ven comprometidas cuando todavía no acabó el mes de septiembre.

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