7 may 2013

Extraños en la niebla





Por Rubén López | rubenlopezfcp@gmail.com 

Hace 68 años, un partido sembró un precedente incalificable, curioso e incluso cómico que añadir a la siempre rica historia de este deporte llamado fútbol. Los protagonistas fueron el Arsenal y el Dynamo de Moscú, y el escenario White Hart Lane.

Durante la II Guerra Mundial, Arsenal y Tottenham compartieron el estadio de los Spurs a pesar de la rivalidad existente entre ambos vecinos. Eran tiempos difíciles, y Highbury había sido solicitado por el Gobierno para modificarlo adecuadamente y utilizarlo para la protección de civiles en caso de ataque aéreo. Aquel día 21 de noviembre de 1945, la Guerra ya había acabado tras 6 años de cruel lucha, que dejó heridas graves en toda Europa. Aunque el conflicto ya había quedado atrás, el Arsenal todavía disputaba partidos en casa de sus vecinos, y en esa ocasión recibían al Dynamo de Moscú, que llegaba para jugar un partido de confraternización.

Tras el final del conflicto, el fútbol inglés quería celebrar de alguna forma la vuelta de la competición. La decisión inicial fue formar un equipo de estrellas inglesas y enfrentarlo a un rival de entidad, algo que después de un tiempo se descartó. Desde Rusia ofrecieron la posibilidad de un partido contra un equipo soviético, y aunque con recelo debido a las dudas que ofrecía el nivel real del fútbol de la URSS respecto a todo un gigante como Inglaterra, al final se dio por buena la idea y darles a sus aliados de guerra la oportunidad de participar en la fiesta. Se decidió que el Dynamo de Moscú, equipo dominante de su país en la época, se enfrentaría a varios equipos ingleses. Nadie habría pronosticado que acabaría sorprendiendo y ganando ampliamente al Cardiff City y empatando con el Chelsea, antes de su llegada a White Hart Lane para medirse a un Arsenal que sólo para este partido había incorporado a sus filas a Stanley Matthews y a cinco jugadores más aprovechando una norma sobre la posibilidad de invitar jugadores a amistosos. Por su parte, los soviéticos mandaron una lista de 14 exigencias a la FA antes de la visita, siendo cumplidas muchas de ellas, como la de jugar contra el Arsenal (querían demostrarse capaces de ganar a los mejores) o la presencia de un árbitro de su país dirigiendo el choque.

Ni su condición de equipo dominador en el periodo de entreguerras ni la presencia de todo un mito del fútbol como Matthews pudo deparar un buen final para los gunners en aquella contienda. A pesar de que los visitantes en todo momento fueron ninguneados por la prensa y la afición, que desde su llegada manifestaban que no tenían nivel para jugar contra sus equipos, y de que las instalaciones que les cedieron para dormir distaban tanto de la comodidad esperada que tuvieron que acabar pasando las noches en la embajada de su país, el Arsenal sufrió una derrota que dolió mucho en la sociedad inglesa, pero que a su vez tuvo mucho de surrealista.

Bajo una densísima niebla que habría provocado la suspensión de cualquier otro partido, el colegiado ruso Nikolay Latyshev (que años más tarde dirigiría la final del Mundial 62) insistió en la necesidad de jugar aquel encuentro. Apenas se veía algo, y el público buscaba a ciegas y sin éxito al balón y los jugadores, mientras estos bastante tenían con no chocar entre ellos. Con este panorama, el Dynamo se las arregló para marcar a los 30 segundos, dejando a sus imponentes rivales en situación comprometida. El equipo ingles se puso el mono de trabajo y entre Matthews y Stan Mortensen (otro de los jugadores 'prestados') consiguieron decantar el marcador a favor con un 3-1. Muchos esperaban que fuese un golpe de autoridad y que el Dynamo se quedase aturdido, pero Konstantin Beskov anotó el 3-2 antes del descanso.

Lejos de aprovechar la pausa para abandonar el partido definitivamente por las condiciones extremas, los jugadores volvieron a saltar al campo. En una decisión bizarra, el colegiado ruso situó a los linieres ingleses que le acompañaban en un campo y él se colocó en el otro (donde atacaban sus compatriotas), y Serge Soloviev puso poco más tarde el tercero para los soviéticos estando en claro fuera de juego no señalado. La grada (unos 60.000 espectadores) no se lo creía, pero a la vez tampoco podía ver demasiado. Con la confusión reinante, el Dynamo se aprovechó en una sustitución para que, sin que nadie se pudiese dar cuenta debido a la niebla, sacar a un jugador extra al campo, con lo que jugaron durante unos 20 minutos con 12 jugadores (algunas versiones hablan de que hubo hasta 15) sin que nadie protestase. El Dynamo acabaría marcando el definitivo 3-4 nuevamente en fuera de juego por medio de Vsevolod Bobrov (perteneciente al CSKA, pero incorporado al equipo sólo para el tour por Inglaterra). Estos dos goles definitivos contrastaban con el anulado al Arsenal sin motivo poco antes, y se hizo tan evidente que el entrenador gunner, George Allison, llegó a pedir a los embajadores rusos allí presentes la anulación del partido, sin conseguirlo. Al final, el 3-4 en el marcador fue un puñal clavado por los soviéticos en el corazón de Inglaterra.

Tras el duelo las acusaciones de juego sucio y trampa hacia el Dynamo se sucedieron, pero ya no importaba. El marcador sólo dictaminaba un vencedor, y eso era lo importante para todos. A los polémicos visitantes sólo les quedaba una cita y era contra el Rangers, en un Ibrox Park abarrotado que se saldó con 2-2. Los rusos tuvieron un viaje dulce de vuelta a casa, después de salir imbatidos de su periplo, pero con un papel diplomático dudoso. No obstante eran futbolistas, no políticos, y lo que les quedó para siempre fue la condición de héroes y muchas historias que contar.


3 comentarios:

  1. Muy interesante post. Lo de los goles en fuera de juego y el mal anulado al Arsenal, serán supongo, segun fuentes britanicas no? Donde la prensa no es patriotica, sensacionalista ni amarilla.

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  2. curiosa historia sin duda, felicidades por el artículo.

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  3. Son fuentes británicas todas las que pude consultar, sí. Supongo que habrá algo de exagerado en todo ello, pero aún así las condiciones fueron lo suficientemente sospechosas como para desconfiar.

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