Guilherme, una piedra angular que no sostiene al Depor
Por Rubén López | rubenlopezfcp@gmail.com
El Deportivo volvió ayer a dar la misma sensación que lleva dando en la mayor parte de los partidos desde que Cristobal Parralo asumió el mando: El equipo funciona mejor encuentro a encuentro (salvo baches imperdonables como el del partido ante el Celta), pero suele ocurrir que errores individuales condenan al conjunto a recaer en una fragilidad mental que le impide saber afrontar las adversidades. Ayer el error puntual que condenó al equipo fue de Rubén, que encajó un gol impropio de un portero de Primera División, pero no quiero centrarme en eso; el problema de la portería es un inconveniente que no se puede resolver sin fichar. Hoy quiero hablar del único problema de este Dépor que realmente asocio al entrenador y que me parece un sinsentido táctico sin explicación aparente: el rol de Guilherme.
El futbolista brasileño sale en cada partido de teórico pivote, siendo indiscutible en ese puesto (sólo se perdió un partido y fue por sanción), y observar su desempeño hace que la decisión no parezca comprensible. Prácticamente el único mecanismo natural que posee para la función que se le asigna es su habitual tendencia a fijarse entre los centrales en los primeros compases de la salida de balón para ofrecerse y dar el primer pase. En todo caso, tampoco puede decirse que sea excelso en esta labor, pues no suele ofrecer soluciones reales. No construye, se limita a no perder el balón. Contra el Valencia se le vio en varias ocasiones dando el balón a Albentosa para que se buscase la vida en contextos sin mucho sentido que no resolvieron el problema de la construcción de ataque.
Este apoyo en primeros metros es, además, bastante evanescente. Una vez da el primer pase su predisposición le lleva a liberarse de las tareas de creación y lanzarse hacia arriba, cesando pronto su apoyo en la combinación de base. Cuando el balón llega a Luisinho o Juanfran en campo propio no suele haber nadie ofreciéndose con seguridad en posiciones centradas y suelen verse obligados a
pegar un balonazo hacia arriba, rifando el balón.
En contextos sin balón tampoco destaca en labores de pivote. Si hace de tapón en contras no es experimentado en destruir con solvencia. Su mecanismo habitual es salir hacia el atacante y se limita a escorarse un poco para meter el pie, ofreciendo una salida fácil al rival que los habilidosos suelen aprovechar sin mayor problema, dejando además al jugador deportivista en una posición desde la que le resulta casi imposible continuar el marcaje. Esto hace que los centrales deban salir a tapar y creando huecos que suelen conllevar peligro. En ocasiones incluso se le puede ver simplemente manteniéndose delante del jugador en control de la pelota mirándolo sin actuar, a la espera de que dé el pase y sea problema de otro.
En situaciones de ataques largos del rival, en los que se espera que ejerza una defensa posicional, es muy frecuente que no esté donde debe. Casi siempre se le ve defendiendo a alguien por detrás del dueño de la pelota en lugar de ejerciendo de pantalla para que los centrales puedan coger cada uno a su marca sin estar pendientes de más. Este detalle es una faena en el Dépor, pues incita a un Sidnei que siempre peca de ímpetu a salir a cortar pases que se van de su jurisdicción. Este movimiento, cuando no tiene éxito, deja vendida a la defensa porque la línea de pase se ensancha visiblemente. Es uno de los principales creadores de peligro en el área deportivista.
Si nos paramos a pensar en el estilo de juego que quiere imprimir Cristobal, es inevitable pensar que cuando buscas jugar con presión elevada y sin querer perder rápido la posesión del balón no puedes hacerlo (salvo que reinventes algo revolucionario) sin un pivote defensivo que sepa hacer su trabajo. No puedes no tener a alguien que fije, limpie y proteja. No sé si Edu Expósito (aunque tampoco es un pivote real) podría rendir ahí con continuidad, pero el equipo está perdiendo el tiempo haciendo indiscutible a un jugador en un rol en el que hace mucho peor y mucho más débil al conjunto. Mosquera es el jugador en primera plantilla con condiciones más adecuadas a priori para desenvolver estas funciones, pero su bajísimo nivel desde hace más de un año hace que tampoco sea una apuesta segura.
La puntilla a esto es que, además, Guilherme no es para nada un mal futbolista, pero lo que sabe hacer lo hace cuando juega liberado, en otras tareas que exigen no ser tan posicional y puede tener presencia entre el centro del campo y tres cuartos. La decisión de utilizarle donde se le está utilizando no está sólo privando al Dépor de jugar de manera adecuada, sino también de tener a un jugador útil haciendo lo que se le da bien.
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