23 ene 2018

Cuando el silencio suena



  Por Rubén López | rubenlopezfcp@gmail.com

Permítaseme en el día de hoy comenzar esta historia por el final: ¿Qué pensaría el lector de estas líneas de un equipo que, tras perder 7-1 (con sensaciones nefastas que no son más que una réplica de lo visto durante meses) deja que sea un canterano debutante quien dé la cara por todos ellos? No es necesario que nadie realice un ejercicio de abstracción para imaginar la situación, pues eso ocurrió en el mundo real: El Deportivo perdió con exactamente el marcador citado el pasado domingo frente al Real Madrid y fue Aldo One, quien disputaba su primer partido en Primera División, quien salió a hablar en zona mixta.

Habrá quién piense que es algo que va en la personalidad de cada uno, que el jugador querría hablar porque era su primer encuentro en la máxima categoría y tendría cosas que decir sobre ello. Habrá quien lo achaque a que el joven central deportivista se ofreció con vehemencia a hacerlo y el resto no pudieron frenarlo. Pues bien, es muy probable que este último sea el caso acertado, pero no por ello es tranquilizador. El aspecto conductual del fútbol, más allá de todo lo que pueda rodearlo, es un mundo muy simple y tradicional (en cuanto a su comprensión, no en cuanto al manejo de sus turbias aguas llenas de agudos egos). Las cosas de vestuario y las relaciones básicas con la afición son como son y como llevan siendo incontables décadas. Ahora ya no hay futbolistas profesionales mezclados con la gente de la grada en los aperitivos postpartido como en los felices años 20 del fútbol inglés, pero lo básico sigue siendo lo básico.

¿A qué me refiero cuando me remito a lo básico? Pues simplemente, que en un vestuario hay ciertas normas de convivencia que los jugadores no llevan bien que se les cambie de golpe cuando llega alguien nuevo. Me refiero también a que en un campo de fútbol todo lo que no sea ver 11 frentes sudadas no gusta al aficionado o que cuando hay una riña entre futbolistas, lo que pasa entre la plantilla se queda en la plantilla y no se airea bajo pena de exclusión total del chivato por parte del grupo. Esos códigos (llámeseles erróneos si se quiere, el aquí firmante sólo refleja la realidad) llevan manteniéndose de esa manera demasiados años como para hacer como que no existen por muy modernos que nos volviésemos y por mucho que nos guste hablar del siglo XXI de la civilización humana como si tuviese un nivel evolutivo que realmente ni se puede soñar. Otro de esos códigos, el que viene al caso en este momento, es quizás uno de las leyes no escritas más grabadas a fuego en la mente de todo el mundo: El que sale a zona mixta después de un partido lamentable es el que da la cara por todos.

Pues bien, una vez dicho esto último: ¿Por qué cualquier futbolista veterano de una plantilla, uno que lleve toda la temporada teniendo protagonismo en la mala racha de resultados del Dépor desde que comenzó el curso, dejaría simplemente salir a un compañero recién llegado y que además poca culpa tuvo del resultado? Por mucho que el propio jugador pidiera salir, se me ocurren pocas respuestas a la pregunta que no pasen por creer que la plantilla está falta de jugadores con los galones necesarios o sobrada de futbolistas que sólo quieren mirarse su propio ombligo y que su ego salga indemne a costa de lo que sea. Es sólo una conclusión tomada en base a la observación, por supuesto que puedo estar errado, pero la ausencia de una figura que imponga un liderazgo indiscutible brilla por su ausencia desde hace tiempo. Más allá de las carencias individuales que puedan existir en plantilla, lo cierto es que tampoco hay nadie que, al menos desde fuera, de la sensación de ser un jugador conocedor de esos códigos del fútbol, una voz imponente que sepa decir las cosas claras y que dichas cosas vayan a misa. 

Por lo general no hablo en esta página de este tipo de intangibles tan subjetivos y que sin estar en el día a día del club son imposibles de acertar plenamente. Normalmente me gusta hablar de lo táctico, lo técnico o lo probabilístico, pero después de más de media temporada, sabiendo que muchos de los jugadores en plantilla están dando un nivel muy por debajo de lo que pueden ofrecer, es inevitable pensar en el tema psicológico. Es inevitable hablar de una falta de actitud, pero teniendo claro a qué me refiero con esto. Nunca, en ningún caso, quiero insinuar que haya jugadores que no quieran ganar partidos (eso va contra la naturaleza del futbolista), pero sí que parece evidente que no se dan las condiciones idóneas para que sus mentes funcionen de manera adecuada. Cuando uno se fija en el lenguaje no verbal de los portadores del escudo blanquiazul mientras el partido está en disputa parece que el fútbol es un deporte individual en el que se dió la casualidad de que 11 hombres se presentaron en el campo con camisetas idénticas. Cada uno protesta por su lado, se lamenta para sí mismo y protesta al árbitro de motu proprio sin fijarse en las intenciones del compañero. No da sensación de equipo, sino de un grupo de lobos solitarios que se juntan para intentar cazar algo sin estar muy convencidos de que la unión haga la fuerza.

¿Qué grado de culpabilidad tienen los errores individuales en este aparente falta de compromiso con el compañero? Posiblemente mucho, posiblemente poco. ¿Existe una falta de apego por la idea de juego? ¿Hay jugadores en plantilla que hacen que el resto no se sientan cómodos? Como el lector comprenderá, alguien que opina desde fuera no puede adivinar este tipo de cosas, pero sí puede decir que resulta evidente que alguien debería estar día a día en Abegondo observando y sacando conclusiones e intentando buscar soluciones a algo que sólo con ver 90 minutos a la semana resulta tan evidente. No parece que a día de hoy se esté haciendo algo así, al menos no por parte de alguien profesional en el asunto.

A mí me preocupa más este tema que los posibles fichajes. El problema resulta muy palpable desde hace años, por lo que no se soluciona fichando, o al menos no sin limpiar al completo la plantilla. La devaluación del 90% (porcentaje a ojo, pero diría que bastante acertado) de los futbolistas que pasaron por el club durante el último lustro nos viene a decir ue algo pasa y que algo no se está arreglando. La psicología en el fútbol de alto nivel es un factor determinante, especialmente en la lucha por el descenso. Nadie llega a primera división sin saber jugar a esto, y los niveles de los 10 últimos equipos en cuanto a plantilla siempre están muy parejos (salvo excepciones). La diferencia entre quien se salva y quien no casi nunca está en factores ajenos a la fortaleza anímica, y cuando un entrenador cambia el rumbo del equipo al llegar a un banquillo que iba mal, es casi siempre porque supo encontrar remedio a esas debilidades anímicas, ya sea de manera intencionada (centrándose deliberadamente en infundir carácter) o no (cambiando a un esquema de juego que hace a los jugadores sentirse más cómodos, etc.). Algo muy preocupante flota en el ambiente del Depor desde hace tiempo e incluso la afición, aquella que estaba en las buenas y en las malas, lleva tiempo dando signos de desgaste más que evidentes. No poner todo el empeño en borrar la nube negra que tapa el sol de Riazor puede costar muy caro.

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