10 feb 2012

De rivalidades mal entendidas


Por Rubén López | ruben@futbolconpropiedad.com

"Si perdéis, nunca os permitirán olvidarlo"

Entre las cosas que hacen grande al fútbol, una de las más importantes es la competencia. La lucha por conseguir ser el mejor. El ansia de superación que hace intentarlo aunque las fuerzas flojeen, la necesidad de sentir el trabajo bien hecho y, sobre todo, el sabor de la victoria contra el equipo rival de turno.

A todo el mundo le gustan los enfrentamientos directos con el equipo vecino o el rival histórico, jugadores y aficionados viven con nerviosismo los días previos y con tensión los 90 minutos que duran estos enfrentamientos, mejor conocidos como derbys. Auténticas fiestas del fútbol, en las que la derrota no es una opción y está el juego el orgullo de un escudo. Cada gol enciende a la grada, cada error provoca los lamentos de todo el estadio y una oportunidad clara es capaz de acallar todo sonido, a la espera del desenlace. Son días de fiesta local.

Lo narrado hasta ahora es lo bonito, lo que gusta contar, pero, como pasa en la mayoría de situaciones que nos rodean, no es oro todo lo que reluce. El fútbol posee un campo magnético que atrae en ocasiones lo peor de cada uno, y en momentos importantes como los que nos ocupan surgen discrepancias entre aficiones que pueden llegar a tener consecuencias lamentables. Actitudes que sobran en el fútbol aparecen con frecuencia y, utilizando la rivalidad como escudo, se encargan de aguar la fiesta a quien fue a ver el espectáculo y no a ganarse un papel en la próxima película de Jason Statham.

Realmente es triste. La rivalidad deportiva debería desembocar en piques y bromas verbales, y lo cierto es que en la gran mayoría de los casos desemboca en odio  y actos reprochables (no consideraré aquí los cánticos, dentro de ciertos límites holgados, no vamos a ponernos quisquillosos). La actitud más inteligente es pocas veces la que triunfa y el que más se hace oír casi siempre es el menos indicado, en un deporte que levanta pasiones y a la vez los instintos más primitivos hasta del aficionado más moderado. No deberían verse imágenes como la de una hinchada necesitando ser estrechamente escoltada por la policía por miedo a un ataque rival. Una cosa es calentar el ambiente y otra llegar al incendio.

No hablaré de casos concretos ya que todos conoceréis unos cuantos. Nos estamos perdiendo gran parte de la esencia del fútbol, y estamos dejando un ejemplo a seguir demasiado mejorable. Cuando se gana hay que disfrutar el momento y hacer que el rival tarde lo máximo posible en olvidar la derrota, pero no creo que una cicatriz sea la mejor manera de conseguirlo. Tampoco creo que sirva de nada decirlo, pero alguien tenía que hacerlo, ¿y quién mejor que yo? Pues mucha gente, pero os tendréis que conformar con el segundo plato.

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