23 ago 2013

El poder de la mímica


Por Rubén López | rubenlopezfcp@gmail.com


Un gesto. Eso es todo lo que hizo Diego Godín para verse en medio de un circo de opiniones, unas opiniones que distan mucho de lo futbolístico y que no tienen para muy cuenta en lo que se basa este deporte, que no es más que un juego donde la competitividad (sobre todo a nivel profesional) está por las nubes.

Partamos de la base de que hoy por hoy todo se rige bajo las normas de lo políticamente correcto. Todo el mundo se lleva las manos a la cabeza con estas cosas, siempre que quienes las hagan sean otros, pero cuando es uno mismo siempre se encuentran excusas plausibles. Eso es así, no va a cambiar. Pero más allá de eso, denotan también un ligero desconocimiento de las actitudes habituales en un campo de fútbol. Por mucho que lo pinten como un deporte de caballeros dista bastante de eso. Por desgracia, la realidad es bastante diferente: es (con bastantes honrosas excepciones, eso sí) un bonito deporte muy poblado de energúmenos, pícaros y barbarie, donde hay mucho lugar para la búsqueda de las malas artes (que más que malas, son gajes del oficio). 

Me sorprendió enormemente el bombo que se le dio a la acción de Godín de hace unos días, y pensaba que sería cosa de un par de horas antes de que el tema muriera, pero comprobé con asombro que aún colea en el ambiente. Son acciones que se ven de forma común, y mucho más en el fútbol no televisado. Esta vez, y como pasa siempre, cuando Messi o Cristiano andan por medio, todo parece magnificarse y adquirir un tono de extraordinariedad sin precedentes. Es algo que deja cancha para pensar que quienes se dedican a sacar las noticias a nivel nacional no sólo no hablan de nada más allá de los dos equipos de siempre, sino que tampoco ven más partidos.

¿Quién no busca sacar ventaja de una debilidad del rival? Pasa en otros deportes: si en tenis uno de los jugadores tiene problemas en un hombro y el rival se entera, este buscará lo máximo posible atacar hacia ese flanco. Todo deportista busca aprovechar las debilidades del rival, y se puede poner como ejemplo la polémica entre Contador y Froome en el último Tour. Es simple competitividad, búsqueda de la victoria. Desleal a veces, pero legítima.

Veo mucho más reprochable intentar engañar al árbitro fingiendo una agresión (cosa que también pasó en el partido de Supercopa y de la que no se habló apenas) que ir a atacar una debilidad encontrada en el contrario. Si te excedes haciendo esto último tendrás castigo, si finges es posible que el que reciba castigo sea otro que no hizo nada. Pienso que el teatro ataca más las leyes de la deportividad y es más cobarde, además de que genera violencia de manera indirecta, porque a nadie le gusta que le quieran vacilar.

Habría que pararse a pensar cuántas acciones como estas vimos a lo largo del tiempo, y saldrían miles que se quedaron ahí, o que incluso generaron risas. Las opiniones (como esta que estoy exponiendo ahora) son algo banal y suelen tomarse a la ligera. Pero hay que pararse un poco a reflexionar antes de emitirlas. Pensar si lo que nos están vendiendo como noticia no es un hecho común del que quieren hablar para esforzarse menos. Al fin y al cabo, hablar sobre un gesto es más fácil que hacer el análisis táctico del encuentro.

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