24 ene 2021

El salmón


Acaba el partido y la ventana está abierta. La del vecino también lo está, y de los altavoces que tiene junto a ella sale la voz de Andrés Calamaro cantando aquello de "siempre seguí la misma dirección: la difícil, la que usa el salmón". Unos versos que, con las estadísticas de ese Deportivo 0-2 Compostela dominando todavía la emisión y contigo pensando hacia dónde se dirige tu equipo, no te generan más que ganas de asentir y decirle a Andrés, telepáticamente y desde la distancia, un vehemente: "Tú también ves la mierda que tenemos que aguantar, ¿verdad?".

El camino del Dépor lleva años siendo el mismo: La lucha contra la corriente, el apocalipsis inminente, la urgencia, la situación desesperada... Llevamos días escuchándolo, no hay experto que no lo dijera esta semana: SI EL DEPORTIVO NO GANA AL COMPOSTELA, LA SITUACIÓN SERÁ LÍMITE. Y te lo dicen así, en mayúsculas, porque cuando alguien es experto dice las cosas en grande. Yo no creo que sea tiempo aún de escribir en mayúscula, aunque evidentemente el tiempo pasa, la situación es horrible y lo preocupante es que no hay brotes verdes en cuanto a juego. Yo hasta el partido contra el Celta B sabía a lo que se trataba de jugar, aunque la idea no recibiera los elogios entusiastas de Jorge Valdano. Desde ese partido, en cuya previa se impuso la idea de que era imperativo jugar a otra cosa, ya no tengo ni la menor idea de qué es lo que se quiere conseguir cuando el equipo salta al campo. Matiz importante: En aquellos tiempos en los que el juego era inadmisible el Dépor era líder de la categoría.

Resulta insoportable ver cómo cada temporada empieza con la sensación de que hay un foso de caimanes rodeando el césped en cada partido y que si alguien tiene una acción desafortunada hay gente de sobra dispuesta a tirarlo al agua. Y esto es un estado mental alimentado por todos, desde el dirigente que tiene la ocurrencia de soltar en verano que tiene esperanzas de ganar la Copa con una plantilla que todavía no demostró nada hasta quien le dice al entrenador en rueda de prensa, después de una victoria, que el Deportivo está obligado a jugar a otra cosa. Como si al fútbol se jugara a cosas diferentes que a intentar lograr la victoria, sea con un 99% de posesión o con un 0% y un gol en propia de un rival que la lió al pasársela a su portero. Creo que en Coruña existe un estado psicológico instaurado que hace que lo bueno parezca siempre muy mejorable, la mejoría de lo bueno parezca insuficiente y lo malo sea totalmente inaceptable. Siempre es necesario dar más y siempre existe la obligación de conseguir lo máximo. Este club siempre está entre la pared y la obligación de lograr el más difícil todavía bajo amenaza de desaparición inminente. Y, aunque es posible que esta vez sí sea tristemente cierto, ningún proyecto se asienta en las prisas y en el conseguir cosas sí o sí.

Sinceramente, la planificación de este proyecto me generó cierto aroma a despotismo ilustrado.  Pura demostración de poderío, todos los lujos del mundo para el entrenador bajo promesas de construír "la mejor plantilla de la historia de la categoría", pero sin preguntarle al entrenador. Vinieron jugadores mundialistas, se quedaron futbolistas con sueldos de primera y se ficharon jugadores que deberían estar en una categoría superior. Todo eso para que, en una tarde de enero en Riazor, Bicho demuestre que quizás no es mejor jugador que Borges pero sí un fichaje mucho más coherente para la categoría o que Roberto Baleato, que lleva toda la vida currándoselo entre 2ªB y 3ª, salga en los últimos minutos a matar el partido conduciendo y calmando el juego ante un puñado de nerviosos jugadores con trayectoria en primera.

Hay una cosa evidente, y es que este equipo es una trituradora de futbolistas y eso no puede ser casual. Llevamos muchos años viendo cómo, entre los fichajes lamentables, aparecen también jugadores que son de un nivel muy superior al mostrado en Coruña. Se me ocurre un Carles Gil que siempre estuvo absurdamente bajo sospecha o un Fede Valverde que pasó sin pena ni gloria, por ejemplo. Algunos consiguieron recuperarse con el tiempo, como los mencionados, otros muchos nunca volvieron al nivel previamente mostrado o prometido una vez se marcharon de Coruña y este año está volviendo a pasar. Abad dejó de ser el coloso de inicio de temporada para dejar ver en cada una de sus acciones la sombra de la duda. Diego Rolán, jugador diferencial que venía a comerse la categoría lleva un par de partidos sin dar signos de ser un futbolista de otro nivel y Granero dejó de ser el central imperial de las primeras jornadas para pensar que si puede ser otro el que llegue al balón y evitarle a él la posibilidad de fallar mejor que mejor. Son sólo tres ejemplos, la trituradora nunca se apagó y la dolorosa (y merecida, el baño fue de proporciones bíblicas) derrota contra el Compostela es sólo la punta de ese iceberg.

Seguiremos, hasta que la realidad nos permita seguir, poniéndonos losas sobre las espaldas que contagian a todos. Siempre empezaremos las temporadas con la obligación de ganar todos los partidos, si empezamos ganando todos los partidos diremos que necesitamos jugar mucho mejor y si empezamos a jugar mejor exigiremos que los jugadores celebren los goles con coreografías bonitas. Eso pasa en todos sitios, en todo el mundo existe la crítica por absurda que sea. Pero nosotros tenemos un problema: nuestro club está instaurado en el fracaso desde hace mucho tiempo y además es un club de historia grande, pero en una ciudad pequeña. Aquí se sabe todo y todo llega a su receptor. En Coruña si alguien critica a otro en Os Mallos el aludido nota en Matogrande cómo le pitan los oídos. La urgencia nunca ayudó a nadie, y cuando vives en ella lo único que tienes es una corriente en contra ante la que tienes dos opciones: Tomarte un rato para parar, relativizar, salir del río y continuar a pie o seguir la misma dirección: La difícil, la que usa el salmón. 

Y al salmón, cuando llega al final de su carrera contracorriente y consigue desovar, no le espera generalmente un desenlace bonito.

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