27 may 2021

Razones para ver aciertos en la llegada de Borja Jiménez al Dépor


 

El otro día escribí unos tuits sobre por qué habría elegido a Yago Iglesias como entrenador. No obstante, el ocupante del banquillo del Dépor será Borja Jiménez, que llega a Coruña después de conseguir ascender a segunda por la vía rápida en sus dos últimos proyectos en la categoría y dejar muy buenas sensaciones en el anterior con el Rápido de Bouzas. A pesar de que no era la opción que yo tenía en mente en un primer momento, ¿es una buena noticia su fichaje? Yo creo que sí.

Hay algo a lo que estamos más que acostumbrados en Coruña, y es que nuestra forma de vida se basa en ver cómo las plantillas que creíamos buenas en agosto acaban siendo lamentables en enero. En Riazor no hay un virus que se contagia a los jugadores nada más llegar y que les hacen convertirse en algo que nadie esperaba, sino que los rendimientos catastróficos, en categorías profesionales, suelen ser cosa de recorrer en un orden concreto los dos escalones de la escalera hacia el fracaso absoluto:

1º - Falta de adecuación entre la plantilla y la idea

2º - Lastre psicológico derivado de los malos resultados, generalmente debidos al primer punto

El primer escalón, el de la falta de adecuación, es el único que se puede evitar en verano desde los despachos, y tiene una explicación simple. Una plantilla está cortada por un patrón, sea cual sea, y el hecho diferencial está en dársela a alguien que cumpla 2 características: Que hable el mismo idioma que la plantilla e, idealmente, que tenga experiencia en el objetivo marcado. Si echamos un vistazo a los últimos proyectos del Dépor, veremos que esto no es la tónica general y el mejor ejemplo me parece el del año del descenso en Segunda División: Los jugadores de aquella plantilla llamaban a ser explotados desde la versatilidad y tenía como principales talentos a jugadores que maximizan su rendimiento desde sistemas abiertos e ideas de juego permisivas con la libertad de ideas a partir de tres cuartos. Tener a jugadores como Aketxe o Gaku y confiar en un rematador de área como Longo para ser la referencia así lo pedía, y en cambio se delegó el juego del equipo en un entrenador de estilo cuadriculado como Anquela. El técnico, que tiene sus virtudes y lo está demostrando en su meritorio  desempeño reciente en el Alcorcón, no era el adecuado para aquel proyecto ni por ideas ni por experiencia en la tarea de pelear por el ascenso a la máxima categoría y el desenlace fue el que fue.

Una vez se sube al escalón de la falta de adecuación entre los jugadores y el banquillo, lo más lógico es que el impulso para subir al siguiente empiece a aparecer, y es que cuando el juego cortocircuita lo normal es que los resultados no lleguen y cuando los resultados no llegan lo normal es creerse mucho peor de lo que eres. Una vez empieza a aparecer el lastre psicológico, punto diferencial en el fútbol profesional entre el éxito y el fracaso, es muy difícil salir de esa dinámica. No obstante, aquí desde los despachos ya poco puede hacerse más que dar un nuevo vuelco al timón y ver si trayendo a otro entrenador la cosa cambia. Pero ese entrenador ya habrá empezado su trabajo condicionado por la situación y con una plantilla en la que no tuvo voz ni voto.

¿Qué tiene que ver todo esto con la llegada de Borja, estará pensando el lector más escéptico? La respuesta está en el primer punto mencionado y en lo difícil que es acertar revolucionando una plantilla para, desde cero (la plantilla del Dépor 20/21 se desveló no apta para mantener variante alguna de juego de posición), adecuarla a un entrenador como Yago Iglesias que trabaja un estilo muy concreto y que, sin que eso signifique que no sea solvente adaptándose, tuvo sus éxitos con dicho estilo y no con otros. Borja llega con la virtud de haber triunfado en el objetivo que se le propone y además con una virtud más esotérica pero que en un club con la losa de haber fallado durante demasiado tiempo en la adecuación de su plantilla puede ser un hecho diferencial: Es un entrenador al que, más que un estilo, se le asocia a la adecuación de sus ideas a los jugadores. Ese rasgo suele ser un cliché, lo primero que se enseña en las escuelas técnicas es que el buen entrenador es el que se adapta a lo que tiene en lugar de adaptar a sus jugadores a sus bases, pero lo cierto es que en la vida real es muy difícil encontrar a entrenadores que renuncien tan fácilmente a ese encorsetamiento. Saber que existe esa predisposición a buscar alternativas (aunque evidentemente no se planifica una temporada sin mostrar una ideología de base, pero eso no significa que la cosa no acabe por torcerse) es un añadido que puede ayudar a evitar ese mencionado primer escalón hacia el fracaso que llevamos años y años predestinados a subir.

Borja Jiménez llega sabiendo lo que es conseguir lo que se espera de él y sabiendo que los jugadores y el entrenador están condenados a entenderse aunque sea el técnico quien tenga que acudir a la escuela de idiomas para ello. Es capaz de conseguirlo, si tiene talento a su disposición y la suerte no se pone caprichosa, no hay motivo para no pensar que la vuelta al fútbol profesional no pueda ser una realidad. Eso sí, teniendo en cuenta los grandes problemas que suponen desde hace años en este club la visión cortoplacista y la exigencia del resultado inmediato.

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