La Eurocopa que Franco no quiso ganar
Recientemente finalizó la celebración de la última edición del principal torneo de selecciones a nivel europeo con la victoria final de Portugal. No obstante, esta edición poco tuvo que ver con la primera de ellas, que tuvo lugar hace ya más de medio siglo.
Las ideas sobre crear un campeonato de naciones a nivel europeo
comenzaron a mediados de la década de 1920, pero debido al complicado
panorama geopolítico del continente en aquel tiempo no fue hasta 30 años
más tarde cuando se comenzaron a llevar adelante los trámites
necesarios para hacerlo realidad .
La
primera de todas las ediciones de este campeonato se disputó en 1960 y,
de la misma forma que la que se disputó este año, Francia fue el país
encargado de albergar su fase final. El formato era muy distinto a lo que conocemos ahora:
Comenzó con 17 equipos (este atípico número se dio debido a que Eire y
Checoslovaquia disputaron una ronda preliminar para decidir qué
selección se metería entre los 16 elegidos) jugándose la clasificación
para la fase final en eliminatorias a ida y vuelta. Serían los 4 mejores
los que acabarían entrando en la fase decisiva en territorio galo.
Aquel
pionero torneo contó con ausencias destacables, pues la RFA, Italia,
Holanda e Inglaterra rehusaron participar en una competición a la que no
veían sentido, pero el resto de las grandes naciones sí se decidieron a
participar. La primera ronda eliminatoria transcurrió con normalidad, con España clasificándose de manera muy cómoda ante Polonia, con un acumulado de 7-2 tras los dos encuentros. El combinado español, con jugadores como Di Stéfano, Kubala, Luis Suárez o Gento,
se perfilaba como una de las grandes favoritas para levantar la copa,
pero en la segunda ronda (disputada por 8 equipos) un hecho insólito
ocurrió: el azar llevó a España a emparejarse con la URSS, y el gobierno
de Francisco Franco se lo tomó como algo personal.
Con
un equipo cuya base estaba formado por el Real Madrid que había
conseguido cinco Copas de Europa consecutivas y los añadidos de Kubala y
Suárez, ni los más pesimistas podrían pensar que el equipo soviético (a
pesar de que llegaban como vigentes campeones olímpicos) podría plantar
cara a un conjunto que lo tenía todo para hacer algo grande. No
obstante, su propio gobierno fue quien rompió el sueño de aquel soberbio grupo de jugadores.
El anuncio de que la selección se retiraría de la competencia se
produjo, de manera cruel, el 25 de mayo de 1960, justo dos días antes de
que la expedición española emprendiese el viaje previsto al país
soviético, gran enemigo del gobierno español después de que se
convirtieran en la única gran potencia mundial en ofrecer apoyo activo e
incondicional a la causa republicana durante la Guerra Civil.
Los
jugadores se sintieron indignados y pidieron explicaciones inmediatas a
la Federación, que se limitó a informar de que las órdenes llegaban de
arriba. Nadie podría creerse que, a sólo una ronda de entrar en la fase
final, asuntos políticos se inmiscuyeran en el trabajo realizado para
conseguir alzarse con la victoria en el torneo. Se dijo que Franco no
quería exponer a los jugadores a un viaje a terreno hostil, pero quizás la propia normativa de la competición pudo hacer que el orgullo del dirigente se viese herido al
saberse obligado a reproducir en territorio español el himno comunista y
permitir a los simpatizantes de la selección rival acudir al estadio a
entonar sus cantos. El panorama era inaceptable desde su perspectiva, y
mucho más teniendo en cuenta que la posibilidad de una derrota existía.
De esta forma, el 26 de mayo la Federación anunció a la UEFA en un breve
comunicado que su equipo no acudiría a la cita. Se consumaba así la autoeliminación del combinado español.
Las
reacciones en el bando contrario no se hicieron esperar. Desde la URSS
quisieron sacar rédito político acusando a Franco de cobarde y sumiso,
insinuando que se había rendido a las exigencias de sus amos americanos
(que toleraban su dictadura a cambio de ciertos privilegios en la
península). Con el paso del tiempo y la llegada de la democracia, muchos
antiguos internacionales lamentaron aquel incidente que les privó de
conseguir el ansiado título, pero ya no había vuelta atrás. La
decisión de Franco llevó a la Unión Soviética a ganar el título y
encumbró a Yashin como uno de los mejores porteros de la historia tras su magnífica actuación en la fase final del torneo.
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