El gremio judío que quiso encauzar a George Best
Por Rubén López | rubenlopezfcp@gmail.com
George Best fue uno de los iconos de la Inglaterra de los '60, probablemente sólo superado en popularidad
por The Beatles y algunos pocos elegidos más. Durante sus años en el
Manchester United se convirtió en una estrella y también un ejemplo de
carisma, pero también en un futbolista de una profesionalidad cuanto
menos dudosa, aunque nadie ponía demasiado inconveniente a sus
desenfadadas costumbres mientras hacía las delicias de Old Trafford con
su talento para el fútbol. Best nació en el momento adecuado para convertirse en ídolo, y aprovechó eso para convertirse en leyenda.
Aquel tímido adolescente que consiguió hacer su debut con los Red Devils con tan solo 17 años duró poco antes de dejarse crecer su característica melena y comenzar a llevar una vida más propia de un cantante de rock que de un deportista.
Era demasiado bueno en el campo, y lo sabía. Su estilo de vida
extravagante era un simple producto de su éxito, un éxito que parecía en
su mayor auge con la consecución de la Copa de Europa en 1968 y su
nombramiento aquel mismo año como Balón de Oro europeo. No obstante,
aquello fue el punto más alto de una montaña rusa en la que la caída
estaba a punto de llegar.
Aquel año de éxitos derivó en un absoluto cúmulo de fracasos sucesivos. Aquel campeonato europeo se convertiría en el último torneo ganado por Best,
que vivió desde el campo el declive de su equipo. A pesar de sus
despreocupadas costumbres, era un futbolista muy competitivo y
perfeccionista, que no podía soportar ver como el United se anclaba en
la mediocridad e incluso llegaba a tener que pelear por no descender,
una pelea que acabaron perdiendo en 1974, justamente el año en el que
abandonó definitivamente el club. Hay quienes dicen que aquella lacra de éxitos deportivos acabaron agravando sus problemas con el alcohol hasta un punto de no retorno,
y lo cierto es que su carrera no remontó desde que el Manchester dejó
de ser temible. Llegó incluso a decir a sus allegados que estaba cansado
de aquel club que no era capaz de darle éxito alguno desde hacía
demasiado tiempo, y su desencanto le llevó a anunciar dos veces su
retirada, primero en 1972 y de nuevo un año después, pero ambas veces
acabó volviendo a pesar de las tempestuosas relaciones con el equipo
técnico y los continuos episodios polémicos en los que se veía envuelto.
Finalmente, el idilio con el United acabó de manera definitiva en enero
de 1974, mes en el que jugó su último partido vestido de diablo rojo,
sin poder ayudar al equipo de su vida a salvar la categoría.
Tras esta etapa, Best acabó en el lugar menos pensado. En una nueva extravagancia, fichó por un equipo sudafricano llamado Jewish Guild,
un club con una curiosa historia detrás. El Jewish Guild ('Gremio
Judío') se formó en 1897 como un club social en la ciudad de
Johannesburgo, sin demasiada implicación en competiciones deportivas
hasta que un modesto club local llamado Old Arcs les solicitó en 1960
que se hicieran cargo de su equipo de fútbol. Empezaron a competir en la
liga regional, pero en 1969 fue uno de los clubes incluidos en la
formación de la segunda categoría nacional sudafricana. Eran los tiempos del Apartheid,
y tan sólo jugadores blancos podían competir en el torneo. Tras su
incorporación a la nueva competición, tardaron poco en ascender a la
máxima categoría, y en la plenitud de su existencia se hicieron con los
servicios de Best como estrella indiscutible, confiando en que estaban
ofreciéndole una salida a sus problemas a uno de los mejores jugadores
de la historia de Europa. No obstante, los presagios estaban muy
alejados de la realidad.
En
aquella etapa en Sudáfrica, sus problemas con el alcohol y la ludopatía
se magnificaron. Faltaba continuamente a entrenar, y no tardó en llegar
el criticismo de prensa y afición. El jugador interpretó su llegada a allí como unas vacaciones para olvidarse del fútbol profesional,
lo que hizo que su estancia en territorio sudafricano sólo tuviera un
efecto positivo: su presencia llenaba estadios. Su periplo en el Jewish
Guild se saldó con cinco partidos jugados, un solo gol y una nueva
decepción que añadir a su carrera.
Tras
esto, pasó por numerosos equipos durante la década siguiente, llegando a
recuperar el gusto por el fútbol en su estancia en Estados Unidos,
jugando para Los Ángeles Aztecs (club del que Elton John era
copropietario). Tras volver a sentirse futbolista en el equipo
californiano y conseguir rendir a un buen nivel, evadiéndose de la vida
de estrella en una sociedad en la que los jugadores de fútbol no
eran ídolos de masas, decidió que estaba en condiciones de volver a
Inglaterra para buscar de nuevo un sitio en el fútbol británico, y
eligió irse al Fulham y jugar en la Second Division. En
el club de Craven Cottage demostró que todavía tenía intacto el
talento, a pesar de que su velocidad ya no era la misma que antes. Jugó
allí un año antes de volver al fútbol norteamericano durante 5 años más
(con un breve paso intermedio por el Hibernians escocés) y después de
esto comenzar un paso infructuoso por numerosos equipos de Asia,
Australia y modestísimos clubes de las islas británicas en los que no
llegó a jugar más que partidos sueltos, hasta su retirada definitiva en
1984. Era el final de la carrera de una de las estrellas más anacrónicas
de la historia y uno de los futbolistas más carismáticos de su tiempo.
Por su parte, el
equipo sudafricano que le dio su primera oportunidad fuera de Old
Trafford dejó también tiempo atrás la disciplina futbolística para
convertirse de nuevo en un club social de la capital financiera (que no
política) de Sudáfrica, cuya única relación con el deporte es su
participación en competiciones de bowls.
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