La leyenda del polaco que supo ser alemán
Hay historias vitales que se hacen exitosas gracias a un giro del destino. Hechos que cambian el rumbo de una persona para llevarla por un camino distinto al marcado y convertirla en algo diferente. Esos hechos no se advierten hasta pasado un tiempo, cuando algo sin trascendencia aparente se convierte en el responsable de algo grande.
En el caso de Miroslav Klose, el cambio de rumbo que le levó al éxito fue una temprana emigración. Nació en territorio polaco, de padre futbolista y madre jugadora de balonmano. La frontera germana quedaba a unos 300 kilómetros de su ciudad natal, distancia demasiado corta como para luchar contra su destino. Nuestro protagonista tenía 7 años cuando su padre decidió retirarse del fútbol y instalarse en la pequeña localidad alemana de Kusel para regresar al país del que procedían sus antepasados. Allí, el pequeño Miro dio sus primeros pasos en el mundo del fútbol. La mecha estaba encendida.
Con una familia con antepasados alemanes no le costó mucho hacerse con un pasaporte germano. Llegó a la máxima categoría del fútbol alemán de la mano de aquel sorprendente Kaiserslautern de Otto Rehhagel y formó dupla atacante con el ídolo local, Olaf Marschall, que pasaba por el ocaso de su carrera y buscaba sustituto. Encontró un perfecto reemplazo en un Klose que temporada tras temporada demostraba que tenía gol y fútbol a partes iguales. En esta época empezó a celebrar los goles con su característico 'front flip'. Llevaba apenas dos años en la élite cuando Jerzy Engel, seleccionador por aquel entonces de Polonia, viajó a su encuentro para convencerle sin éxito de que se uniera a ellos. El jugador manifestaba así su ilusión de jugar con Alemania, un sueño que se cumpliría meses después y empezaría la historia de un jugador que se hizo eterno en la Mannschaft. Un futbolista que se convirtió en un asiduo de las convocatorias y que empezó a sorprender a propios extraños. Aquel extranjero nacionalizado demostraba con orgullo que sentía los colores de su país de adopción, sus actuaciones en representación de su bandera superaban incluso a las que desarrollaba con su club.
Su leyenda empezó a tomar forma en el Mundial 2002, cuando se convirtió en el 2º máximo goleador del campeonato, 'su' campeonato, con 5 goles anotados de cabeza. Empezaba el exitoso peregrinaje de Miroslav por los torneos de selecciones, aunque la Eurocopa de 2004 fue una decepción debido a que no pudo llegar en buena forma. Su mala competición europea no impidió que tras el campeonato el Werder Bremen se hiciera con sus servicios. En su nuevo equipo vivió sus mejor época a nivel de clubes, con cifras impresionantes tanto de goles como de asistencias.
En el Mundial de su país de adopción, Alemania 2006, volvió a sorprender. Nuevamente convirtió 5 goles que lo llevaron esta vez al más alto escalón del podium de anotadores. Llevaba 10 tantos en 2 Copas del Mundo y se ponía a tan solo 4 del goleador más implacable de la historia, su compatriota Gerd Müller, además de ser el primer futbolista alemán en 30 años que se convertía en máximo goleador de un Mundial.
Llegó la Euro 2008 y sus dos goles ayudaron al equipo ya dirigido por Joachim Löwa a alcanzar la final, pero en el partido decisivo contra España no consiguieron llevarse la victoria. Nuevamente la selección alemana se quedaba a las puertas de un gran título internacional.
Dos años pasaron hasta que volvió a encontrarse con su torneo preferido. Sudáfrica 2010 llegó para reconciliarle con el gol, un gol que le había abandonado desde que recaló en el Bayern de Múnich debido a la irregularidad y falta de continuidad, especialmente en sus dos últimos años en el equipo de Baviera. Como no podía ser de otra forma, en la nueva cita internacional volvió a incluirse entre los máximos realizadores, con 4 tantos que le dejaron a las puertas de alcanzar el récord de Ronaldo, que llegó a los 15 tantos en sus participaciones en Copa del Mundo.
Ahora, con 34 años recién cumplidos llegó a la cita de Polonia/Ucrania para intentar llevarse el título que nunca consiguió vistiendo la camiseta con la que más tardes de gloria vivió. La emigración le hizo ser quien es y pasar a la historia de los Mundiales alcanzando una cifra goleadora que con su Polonia natal sería poco probable que pudiera igualar.
Esta es la histoira del killer generoso, que tras su implacabilidad guarda la virtud de saber asistir a sus compañeros cuando están en mejor posición y la capacidad de crearse sus goles. Un delantero completo disfrazado de hombre de área que maravilló al mundo y que todavía se guarda unos cuantos cartuchos. La duda que nos queda es si conseguirá guardar alguno de ellos para Brasil 2014 y podrá alcanzar el récord del gran Ronaldo Nazario.
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