4 jun 2012

Crónica del sueño conseguido










Nos dormimos en la crueldad de un sábado, al que el azar hizo ser 21 de mayo de 2011, fecha sin particular culpa de nada que se convirtió en funesto día. Un enfrentamiento en el que nos las vimos con rivales de ya infausto recuerdo provocó aquella noche que, resistiéndonos a ello con férrea melancolía de éxitos pasados, no fuéramos capaces de mantenernos en la categoría que tantas alegrías nos había dado durante más de dos décadas.
 
Empezábamos nuestra infame procesión al día siguiente, cuando lo asimilamos. Una procesión incierta y carente de alma, en la que no veíamos representado nuestro sentimiento. Nos sentíamos rotos por no haber sido suficiente. Por no estar hasta que el equipo estaba herido de muerte. Por darnos cuenta tarde de que aquellos jugadores debilitados por los malos resultados y un juego carente de alegría necesitaban el apoyo de su afición en todo momento, y que cuando lo tuvo fue cuando el punto de no retorno ya estaba alcanzado.

Nuestras caras demostraban la carencia de vida del que pierde algo querido. Nos faltaba algo que llevábamos tiempo olvidando, nos acompañaba el recuerdo de todas las noches de gloria que habíamos dejado en el baúl de los recuerdos y que ahora ansiábamos recuperar, cuando las cosas estaban más difíciles que nunca. Pero los lamentos debían cesar. Había un sueño que empezar y finalizar, y debía hacerse lo antes posible. Las caras pasaron a no denotar tristeza, sino motivación y autoconfianza. Eramos muchos y todos queríamos lo mismo. Empezaba el viaje.


El primer paso fue el abandono del capitán del barco, capitán que sólo había sabido llevarnos a la deriva y que posteriormente hizo ir a pique también a un colosal submarino. Existieron dudas, salieron nombres, pero tras mucho estudiarlo, nos decantamos por un ilusionado José Luis Oltra, que se situó en el timón de la que probablemente era la mejor plantilla de la categoría para llevarla al éxito. Se cuestionó el nombramiento y seguiría siendo cuestionado con el paso del tiempo, pero no importaba, era ya uno de los nuestros y eso no iba a cambiar.

Se fueron los jugadores que debían irse y llegaron nombres que traían el compromiso por bandera, entre ellos uno que nunca debió dejarnos, el de Alex Bergantiños, nuestro corazón en el campo. Y después de la incerteza, la vital continuidad de Andrés Guardado se hizo efectiva. El proyecto se iba confirmando poco a poco, y 25.000 voces hacían cola en nuestras oficinas para poner su nombre junto al de un equipo hecho para el éxito. Todo ello unido a una amplia congregación de simpatizantes que siempre supo estar ahí desde los tiempos del Super Depor. Ya estábamos todos.

El sueño empezó siendo demasiado duro. Se tornó en pesadilla cuando veíamos que los primeros puestos que daban acceso a salir de este periodo de adormecimiento estaban demasiado lejos. No estábamos acostumbrados a dormir. Nos veíamos en tierra de nadie, en un incómodo octavo puesto que se perpetuaba como el más largo de los inviernos. Pero todo cambió de la forma más romántica posible. Riazor se engalanaba para reencontrarse con el eterno rival, un cuerpo celeste con el que no nos encontrábamos desde hace demasiado, y salimos del duelo de la mejor forma, con una agónica victoria gracias a un gol de Lassad y aupándonos hasta unos puestos de ascensos de los que ya no nos podrían sacar.

Apareció en esta etapa del año uno de nuestros mejores 'fichajes' de esta temporada. Un chaval llamado Juan Domínguez cogió la manija de un equipo al que le faltaba alguien que supiera darle el ritmo adecuado y, haciendo frente a la inseguridad del novato, supo llevar a cabo su trabajo con maestría, callando bocas y convirtiéndose en jugador clave, y probablemente en una de las principales razones del ascenso. 

¿Cómo olvidar aquella vigésima jornada en la que tocamos el cielo de la primera plaza? Una victoria ante el Huesca (curiosamente el mismo equipo frente al que el sueño se hizo realidad) nos hizo primeros, un puesto que ya no abandonaríamos en los siguientes meses. Estábamos felices, ilusionados, la pesadilla empezaba a dar signos de poder acabarse. Y pobre del que quisiera robárnoslo. La maquinaria empezaba a estar engrasada, y la sala de calderas funcionaba a todo trapo para darnos potencia para salir a flote.



A veces nos enredábamos en nosotros mismos, pero aprendimos la lección de la primera vuelta y supimos crear un método para conseguir victorias en la lejanía de Riazor, sabiendo sacar oficio cuando el talento era incapaz de aparecer, y el compromiso de todos nos hizo conseguirlo. 

Con el panorama favorable se ponía en el horizonte un nuevo derby, esta vez como visitantes, en el que nos lo jugábamos todo contra uno de nuestros principales perseguidores. Empezamos bien y conseguimos 2 goles de ventaja, pero sufrimos en nuestras carnes la crueldad de la remontada.  Por azares del destino, la suerte nos tenía reservado otro resultado, pero tuvimos que esperar hasta el último minuto, cuando Borja remató, no de cabeza, si no de corazón, con el corazón de los 4.000 aficionados blanquiazules que sufríamos en Balaidos y los miles de miles más que nos apoyaban desde cualquier parte, y marcó el tercer gol. Creímos por un momento que aquella victoria nos lo daba todo, pero nos equivocamos.

Empezó el cansancio, y nuestras piernas no eran las de antes, empezaban a fallar e hicieron que perdiéramos algunos puntos que nos llevaron a tener demasiado cerca a los rivales. Pero las voces no se ahogaban y la ilusión seguía por las nubes. No podíamos fallar, estaba demasiado cerca y lo necesitábamos más que nadie. Lo merecíamos.

El Valladolid se llevó de nuestra casa dos puntos que parecían vitales, el Xerez nos hizo temblar con una victoria que supo más amarga de lo habitual, y el Nástic nos llevó al borde del ataque de nervios
hasta que un salvador Xisco, convertido en héroe tras una temporada aciaga, empujó un balón franco a la red del equipo tarraconense. Sabíamos que aquella victoria aún no significaba nada, pero a la vez significaba todo.

Quedaban 2 jornadas, pero sabíamos que podía dejarse todo hecho en el partido contra el Huesca. Nos pusimos nuestra camiseta del Depor y cargamos nuestra ilusión a la espalda con mayor orgullo que nunca y nos encaminamos a nuestro templo de domingo, el Riazor que tantas noches de gloria nos había dado, confiando más que nunca en que esta fuera otra de ellas. Fuimos temprano, horas antes, como pensando que así el partido empezaría pronto, pero nos tocó esperar hasta las 20:00. Entramos en el estadio con nerviosismo, no podíamos asimilar todo lo que nos jugábamos, pero aquello empezaba. Cuando el Huesca se adelantó en el marcador, algo tembló en nuestro interior, pero confiábamos en nosotros. Riki consiguió el empate antes del descanso y sabíamos que se podía. Había ahora 15 minutos (los 15 minutos más largos de nuestras vidas) de reposo para reorganizarse e ir a por los 3 puntos. No se podía aspirar a otra cosa, y Oltra sacó al héroe de Tarragona. Xisco entró en el campo y a los pocos minutos hizo lo que todos esperábamos poniendo el 2-1 en el marcador. No era un gol, era nuestra gloria, y el sonido de aquel cuero estrallándose contra la red tuvo el detalle de hacerse escuchar en los oidos de todo el que quisiera sentirlo. Era el sonido del despertador, y no teníamos ninguna intención de quedarnos 5 minutos más entre las sábanas. Las voces resonaron en el estadio y sabíamos que faltaba poco. 20 minutos de resistencia y sería nuestro, las voces debían mantenerse con el equipo. 15 minutos. 10 minutos. 5 minutos. El tiempo se expandía  y cada vez pasaba más lento. Pero llegó el instante en el que tres silbidos liberadores sonaron, y el júbilo se hizo blanquiazul. La afonía podía aparecer, el trabajo de nuestras cuerdas vocales había sido impecable durante 42 jornadas, ya podían descansar. Empezaba la celebración y el resto es y será historia.

Todo estaba hecho. El sueño se había hecho realidad, había acabado. Ya no había necesidad de dormir, y nos despertamos. Y el despertar nos llevó a la gloria, a un mundo más bonito aún que el mundo de los buenos sueños: la Primera División, en la que volveremos a ver un derby, esta vez de primer nivel. Galicia es de Primera, y nosotros somos felices. Gracias, Depor.

2 comentarios:

  1. Palabras de un verdadero hincha del depor,igual que yo y me siento muy orgulloso de el equipo, pues en un momento dificil supo salir adelante

    ResponderEliminar
  2. Un año inolvidable para mí como aficionado al Depor, hacía tiempo que no vivía los partidos con tanta intensidad; esa sensación que tanto echaba de menos de salir al campo valiéndote sólo la victoria en cada partido, un saludo.

    ResponderEliminar