Luis Enrique y el timón que no responde
Por Rubén López | rubenlopezfcp@gmail.com
El Barcelona comenzó el año de una forma similar a como lo acabó, sin encontrar la forma de acomodar todavía ninguna de las piezas que componen la totalidad del club, no sólo en la parcela deportiva, sino también en lo institucional. Son tiempos complicados en el club catalán, que en unos días sufrió acontecimientos importantes, como el despido del nunca eficiente Andoni Zubizarreta, la marcha de una leyenda como Carles Puyol o la dolorosa primera derrota del año ante la Real Sociedad, en la que el equipo se mostró inoperante en los últimos metros a pesar de monopolizar el balón. Suena también el río con problemas de Messi en el vestuario y división entre los futbolistas.
Con este panorama, Luis Enrique se enfrenta a una situación que pocos entrenadores envidiarían. Entrena a uno de los equipos con más prestigio del mundo, sí, pero lo que tiene en sus manos es un regalo envenenado. La situación no es fácil, y quizás no está encarándola desde el punto de vista ideal, sin apoyo y con un estilo en el que nadie parece confiar, menos él. Pasaron meses de competición, pero en mi opinión su valía para el cargo es una incógnita. El contexto en el que todo se desenvuelve hace que no sepa si en una situación diferente habría conseguido buenos resultados.
Luis Enrique quizá no es el ideal para el puesto, pero al menos cree en lo que hace. Sabe de esto, no es un entrenador sin chispa, pero quizás está algún escalón por debajo de lo que debería estar un técnico de un equipo como el Barça, al menos por ahora. Tiene sus ideas y su firmeza a la hora de morir con ellas, pero le falta ese toque de genialidad que sí tuvo Guardiola. Lo que sí posee es personalidad, una personalidad que podría ser su principal aliada para manejar el equipo, pero que se diluye entre la furia en el contexto de desquicio constante que sufre el club
Es también importante recordar que el principio del éxito de la era de Pep Guardiola (y de hecho el ahora entrenador del Bayern puso mucha énfasis en ello), que llegó en una situación similar, en la que un equipo ganador se resquebrajaba, pasó por hacer salir del vestuario a la gente que campaba a sus anchas por él sin ser realmente líderes, sino más bien caciques. Los Ronaldinho, Deco o un Eto'o que finalmente convenció al técnico eran muy buenos, de los mejores del mundo, pero hacía tiempo que habían perdido el hambre y eso hacía que su rendimiento en el campo, venido ya a menos, no compensara los caprichos fuera de él. Fueron marchas dolorosas de futbolistas queridos, pero se permitieron. El técnico actual, no obstante, se encontró con un contexto diferente en el perfil de estrellas acomodadas. Esta vez son gente de la casa, intocables, cuya marcha sería vista como poco menos que una herejía. No obstante, creo que el equipo que gana no es el que tiene al mejor, sino el que tiene el equilibrio ideal entre calidad y ganas de trabajar. Quizás el beneficio que reportaría dejar de tener a los mejores podría traducirse en crear un equipo compensado y con hambre que conseguiría llegar más lejos que un equipo con un futbolista que eclipsa al resto de las estrellas, y más cuando se tiene a otro jugador con condiciones para convertirse en el mejor del mundo cuando llegue el momento. La irrupción de Messi supuso el sacrificio de Ronaldinho, y es muy probable que no veamos al mejor Neymar bajo la sombra de Messi.
Por otra parte, el ambiente hace ya tiempo que está enrarecido en todos los aspectos, la prensa lleva tiempo sin perdonar ninguna ocasión para crear morbo mediante la crítica, y la afición también exige cosas que hace ya algunos años que la plantilla no está en condiciones de dar, lo que desencadenó una descarga de rabia contenida tras la derrota contra la Real, que si bien fue inesperada, no fue dramática al venir acompañada de otra derrota del principal rival por el título, el Real Madrid. Fue una gran oportunidad perdida de reengancharse a la pelea, pero no una hecatombe. Al fin y al cabo, este Barcelona de los desastres está aún a tiro de piedra del liderato. Puede que ya sea demasiado tarde para Luis Enrique, pero no para un nuevo entrenador que llegue y al que le den la capacidad de estar por encima de sus jugadores, algo vital y que desde la salida de Guardiola no permitieron a nadie que llegara al banquillo del Camp Nou.
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