Dos hombres y un destino
"Boy, I got vision, and the rest of the world wears bifocals"
Nunca debe subestimarse el valor de tener en tus filas a alguien que sabe lo que hacer en cada momento y ejerce de líder de todo aquel que quiera ponerse a su disposición. Dos equipos italianos tuvieron la suerte de tener a dos hombres así durante los últimos años, que además eran hombres de la casa. Uno todavía sigue siendo el faro que guía a los suyos, pero el otro partió hace unos meses para seguramente regresar pronto, aunque convertido en algo diferente, cuando las energías en tránsito existentes en el fútbol se lo permitan. Hablamos, como no, de Francesco Totti y Alessandro Del Piero.
Dos personalidades geniales. Dos amigos creados por el fútbol y condenados a competir por este deporte, a ser un par de jugadores geniales para los que habitualmente sólo había un puesto a repartir en su selección. Tanto Francesco como Alessandro pertenecen a esa admirable especie de delanteros habilidosos a los que los entrenadores suelen situar al lado de otro 9 más 'tanque', más de área. En la azzurra se encontraron con que muy a menudo sólo había sitio para uno, ya que los Vieri, Luca Toni etc. ocupaban la otra posición reservada para los atacantes puros.
El primer rasgo que salta a la vista al ver a estos futbolistas es la evidente calidad técnica. Los dos se ganaron la admiración de sus aficionados por ser capaces de levantarles del asiento de forma habitual, pero sobre todo la grada les valoró por algo que todo fan de su equipo valora más que nada: la fidelidad y la profesionalidad. Ambos jugadores se pasaron toda una vida vistiendo las camisetas de sus clubes, y curiosamente su paralelismo llega hasta tal punto que empezaron a vestirlas como profesionales en el mismo año, en el ya lejano 1993 (tan lejano que quien hoy escribe estas líneas a duras penas era capaz de sujetar un lápiz).
Se ganaron a todos con sus actos dentro y fuera del campo. Ejercieron durante décadas de capitanes en los que se podía confiar, cada uno era y es (aún en el caso de Del Piero, ya fuera del equipo) el emblema indiscutible de su squadra. La afición sabe valorar a quien los valora, y ambos mostraron siempre continuos detalles hacia la grada. De hecho, Totti incluso llegó a acercarse a los tifosi para escuchar sus opiniones cuando las cosas iban mal el año pasado.
Crecieron bajo el ejemplo del hombre al que todos los jugadores de sus características (que son muy pocos) toman como referencia en Italia desde que en los 90 se convirtió en leyenda: Roberto Baggio, y ejercieron de dignos sucesores. No ganaron un Balón de Oro como su predecesor, pero sí consiguieron hacerse eternos a su manera. Sólo hay un Baggio, pero los niños de la Juventus y la Roma tienen ahora a dos nuevos espejos donde mirarse como tuvieron ellos en su día. Espejos que no traerán 7 años de mala suerte a nadie, pues nunca se romperán.
Dos hombres que empezaron sus carreras sin saber que llegarían a ser lo que hoy son, pero que siempre actuaron con un gran sentido de la lealtad, demostrando fidelidad a quien los supo tratar bien, y sabiendo que la comodidad de sentir que se está en casa difícilmente se puede pagar con dinero. Dos hombres diferentes, amigos y rivales al mismo tiempo, pero con un mismo destino; convertirse en leyendas imborrables en la historia de sus clubes.
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