Grazie Alex, grazie Pippo
Por Rubén López | ruben@futbolconpropiedad.com
Esta temporada marcará un antes y un después en el fútbol italiano. Leyendas como Gatusso, Nesta, o Seedorf y jugadores importantes que llevan toda una vida en Italia como Di Vaio, Kaladze, Iván Córdoba o Zambrotta abandonarán definitivamente el Calcio para comenzar otros proyectos, ya sea para jugar en el extranjero o para dejar definitivamente el fútbol. Entre todos estos nombres para mí tienen especial importancia dos. Un par de jugadores que más que leyendas son reyes del fútbol de su país. Un dúo que formaría (y de hecho formó) la delantera perfecta. No son otros que Alessandro Del Piero y Filippo Inzaghi.
Hablar de Del Piero es hablar de clase, de fidelidad a unos colores y de saber estar. Un símbolo vivo que durante su carrera defendió a la Vecchia Signora como nadie, con un sentimiento inigualable y con un talento fuera de toda duda que le llevó a ser apodado Pinturicchio, sobrenombre dado por Gianni Agnelli para destacar la plasticidad de su juego.Los chavales que siguen a la Juventus hace años que sueñan con ser como él, y los jóvenes que suben al primer equipo desde la cantera se sienten halagados e intimidados por poder entrenar a su lado, hasta que el capitán es el primero en darles la bienvenida y acogerles como uno más. La afición siempre le querrá y los responsables del club, empezando por la familia Agnelli, siempre lo vieron como a un hijo al que ahora verán irremplazable y esperan que regrese lo antes posible. Sus goles, sus jugadas y su liderazgo estarán siempre presentes.
Inzaghi, por su parte, nació para ser un futbolista distinto a Del Piero, pero complementario al estilo del '10' bianconero. Con un trato de balón competente, pero cuya seña de identidad dista mucho de ser la capacidad para crear jugadas de fantasía. Pippo es un jugador que vive por y para el gol, que siempre está en la posición perfecta para el remate y consigue que, como atraídos por un imán, los balones que significan una ocasión clara para marcar lleguen a sus botas. Si el legado de Alessandro fue orientado desde sus inicios a elevar su nombre más alto que ningún otro en Torino, Pippo tardó unos años en encontrar su amor futbolístico. Pasó por varios equipos, e incluso compartió vestuario con el otro protagonista de este artículo, pero tuvo que esperar a rondar la treintena para encontrar al equipo de su vida, el AC Milan. En Lombardía asentó su juego y su corazón, sus goles contribuyeron a los éxitos de un equipo que siente desde hace tiempo un amor recíproco por su número 9. Un amor que se labró a base de goles, títulos y manifestaciones de compromiso con los colores del club.
Dos jugadores con mucho en común, pero que sobre todo se llevan el respeto de todo el mundo del fútbol. No fueron grandes sólo dentro del campo, sino que fueron más allá y se hicieron grandes también fuera. No en vano ambos fueron nombrados caballeros de la Repubblica Italiana por su contribución. Dos futbolistas que están 3º y 4º en la tabla de máximos goleadores de la historia de la Serie A (justo por detrás de otro de los ídolos del que aquí escribe, Roberto Baggio), y que ahora dejan a sus respectivos equipos a la búsqueda de otro carismático símbolo que represente su gol y enseñe a los novatos el valor de la camiseta.
Sólo los mitos pueden permitirse una existencia idílica, en la que todo sea como debe ser. Sólo ellos son capaces de hacer que su último partido como futbolistas del equipo de sus vidas (en liga, ya que la Juve jugó Coppa este fin de semana) sea en su casa y arreglárselas para despedirse con un gol dedicado a los suyos. Eso los distingue del resto:
El fútbol italiano llorará la ausencia de los duelos de grandes capitani entre Del Piero y Totti (una de las leyendas que se resisten a abandonar junto a Zanetti, Buffon o Andrea Pirlo), al igual que el siempre sonriente semblante de Pippo, como si en cada momento tuviese la certeza de estar a punto de mandar el balón a la red. Pero sobre todo llorará la progresiva falta de jugadores que, ante todo, se esforzaron por hacerse a sí mismos mediante un método en extinción; el orgullo y el respeto como añadido necesario para el talento.
Grazie Mille, ragazzi.
INZAGHI FUE UN EXELENTE DELANTERO PERO MI IDOLO SIEMPRE SERA DEL PIERO, ARRIBA JUVENTUS
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