10 mar 2018

Callejón sin salida



Quedan diez jornadas para el final de la liga, pero este Dépor ya está totalmente muerto. Y sí, aún tras volver a protagonizar un esperpento en Girona está tan solo a dos puntos de la salvación (tres si tenemos en cuenta el goal average con el Levante), pero no hay ningún motivo para la esperanza. El énfasis de la frase inicial ha de ponerse, no obstante, en el 'este' que precede a 'Depor'. No es que no haya esperanza para el equipo coruñés, pero simplemente no la hay para esta versión del equipo. No la hay para el proyecto de un Clarence Seedorf cuyo crédito ya está en números rojos y que después de no marcar un solo gol en seis partidos (el único gol a favor fue en propia puerta), encajar ocho y lograr 2 puntos de los 18 posibles sin ofrecer una idea de juego ilusionante deja a las claras que no hay nada que hacer si se tira por este camino.

Es cierto que el equipo está encajando menos goles que antes, pero lo cierto es que es más una consecuencia lógica del estilo plano que de una mejora defensiva. Estamos ante un conjunto que especula y no toma riesgos, completamente inocuo. En esa situación, los riesgos tomados se minimizan y por supuesto que se reciben menos goles, pero a la vez también se imposibilita la creación de ocasiones. La reducción de goles encajados simboliza más un problema que una solución.

Ahora, las decisiones que quedan por tomar en Plaza Pontevedra deberían ser ineludibles. ¿Despedir a Seedorf es una opción a día de hoy? Quizás no para la directiva, pero es sin duda la única alternativa razonable si lo que se quiere es intentar evitar lo que parece inevitable. Es bastante obvio que tampoco dio con la tecla y que el equipo está siendo un cadaver todavía más manifiestamente que con sus predecesores, pero con el agravante de que disputó la fase más sencilla del campeonato. No obstante, a pesar de esta obviedad, quizás ya no valga la pena pagar un tercer finiquito (que posiblemente ya no sea asumible por las arcas del club) sin tener ninguna garantía de salvación con un nuevo cambio de timonel y haya que centrarse en fichar a gente válida para la dirección deportiva para que el próximo año, con unas posibilidades alarmantes de que sea en segunda, no se repita el esperpento de esta temporada. De cualquier forma, las elecciones están a la vuelta de la esquina y cualquier fichaje que se realice para la gestión deportiva estará sujeto a evaluación por una teórica directiva entrante, con lo que tampoco sería garantía de nada.

En este contexto, ¿cuál es la mejor opción para el equipo coruñés? Lo cierto es que es complicado saberlo. Un descenso a segunda división sería poco menos que la antesala de un cataclismo, pero bajar es prácticamente la única opción para un equipo que no da ni la menor sensación de poder plantar cara en ninguno de sus partidos. No puede engañarnos un empate contra un Espanyol que lo buscaba descaradamente ni unas nuevas tablas ante un Eibar contra el que por una vez el ataque consiguió crear peligro pero sin hacer herida: las sensaciones son las sensaciones, y estas son peores incluso que con los entrenadores anteriores. Tres meses sin conseguir la victoria no son dignos de un club con el decimotercer límite salarial más alto de la categoría. Algo se hizo muy mal, y el hecho de que el actual entrenador no esté a la altura de la exigencia no es más que la punta del iceberg. Un cúmulo de horribles decisiones de dirección deportiva (que, dicho sea de paso, no tiene a día de hoy a un gestor reconocible) hacen que por un lado parezca que el mejor de los escenarios sea el de certificar el descenso cuanto antes y convocar elecciones inmediatas para que alguien con ideas nuevas llegue cuanto antes y empiece a gestionar la temporada en la división de plata. Sabemos que un descenso es mucho peor todavía de lo que asemeja y que las opciones de supervivencia del club pasarían por conseguir un rápido regreso a primera por tercera vez, tarea que resulta mucho más complicada de lo que podría parecerle hasta al más pesimista, pero ya que es el desenlace más esperable que al menos llegue cuanto antes daría mayor capacidad de reacción.

Nunca antes había perdido la esperanza de conseguir el objetivo a diez partidos del final (que es más de un cuarto de la competición, no es una cifra despreciable), pero esta vez resulta imposible no hacerlo. Este equipo no ofrece nada más que incapacidad para hacer frente a los partidos, no muerde y no da sensación de ser capaz de incomodar al rival en ningún momento. Y lo peor no es ver cómo el equipo se dedica a vagar por los campos, sino que la guinda llega en las ruedas de prensa, en las que Seedorf suele desbordar un insondable optimismo sobre las actuaciones de los suyos muy alejado de la realidad hasta unas dimensiones casi políticas. Ayer no había nada que destacar en lo positivo, pero el neerlandés ofreció un discurso que nuevamente estaba lleno de adornos y cuentos de hadas. No podemos engañarnos y pensar que el Dépor supo dominar en algunas fases a su rival, porque la sensación que personalmente tuve durante todo el partido fue que el Girona simplemente gestionó esfuerzos sabiendo que muchos de sus jugadores tienen mucha carga de partidos y era una ocasión ideal para dejarse llevar, dejando hacer a un rival incapaz de crear peligro real y vaciándose solamente en la presión, a sabiendas de que les hacía falta muy poco para conseguir robar.

Tras el fichaje de Seedorf intenté con todas mis fuerzas encontrar motivos para la ilusión y hasta me pareció muy interesante lo que dijo en su rueda de prensa de presentación. Incluso intenté sacar la lógica a sus alineaciones y en alguna ocasión me gustaron a priori, pero después de ver lo que ofrecían en el campo todo se iba al traste. Ojalá me equivoque y el optimismo del técnico esté justificado. Espero que estemos en la antesala de una racha de resultados épica, pero mucho me temo que la realidad es simplemente que el crédito del entrenador está más que agotado y que la única opción para conseguir luchar el ya increíblemente complicado objetivo pasa por un nuevo cambio en el banquillo con un perfil de técnico forjado en mil batallas como esta. Pero, por otra parte, viendo las continuas decisiones negligentes de una dirección deportiva que no tiene a nadie a los mandos me resulta inevitable pensar que cualquier otro cambio volvería a ser a peor.

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