9 may 2016

Futbol instantaneo (XII): Una celebración de narices


 Por Rubén López | rubenlopezfcp@gmail.com

Hay celebraciones de gol que pasan a la historia. Los bailes de Roger Milla, las cunas de Bebeto, Mazinho y Romario o o el robot de Peter Crouch son imágenes que se quedaron grabadas para el recuerdo en la memoria popular. No obstante, no todas las celebraciones son actos de alegría, sino que de vez en cuando obedecen a otras razones. La que hoy protagoniza este artículo fue una reivindicación mezclada con provocación y provocó gran conmoción en la Inglaterra de finales de los noventa.

'Una celebración de narices'


A Robbie Fowler siempre le persiguió la fama de futbolista polémico, y no es que él se esforzase demasiado por cambiarlo. Su controversia más conocida fue, sin duda, la que protagonizó en un derby entre Liverpool y Everton. En los días previos a aquel partido, los aficionados rivales se habían empeñado en hacer de Fowler (probablemente debido a que conocían su impredecible personalidad) el principal objetivo de sus provocaciones. Entre los aficionados toffees se propagaba el rumor de que el delantero red consumía sustancias nada legales en su tiempo de ocio, y todo aquello llegó a oídos del futbolista, que no pareció tomárselo nada bien. 

En el día del encuentro, un 3 de abril de 1999, el Everton empezó adelantándose muy pronto, cuando Olivier Dacourt batió a David James en el minuto 1 de partido. El ambiente en Anfield se ponía de esa forma muy tenso, y Fowler no era ajeno a ello. Quince minutos después, el colegiado señaló penalty a favor de los locales y fue él el encargado de ejecutarlo. Sin pensárselo demasiado, lo lanzó raso y ajustado al palo izquierdo del portero, que no pudo hacer nada para detenerlo. Fue un gol más en un partido más, que no habría pasado a la historia de no ser por la celebración que sobrevino. Fowler corrió a la línea de fondo, se arrodilló sobre la cal y comenzó a avanzar lentamente tapándose una fosa nasal con la mano y acercando la nariz al suelo. 

Sus compañeros reaccionaron rápidamente y McManaman lo levantó para que dejase su curiosa actividad, pero Fowler seguía dirigiendo gestos de rabia hacia la hinchada rival. Cuando su compañero le soltó, confiando en que se había calmado y volvería con todos a campo propio, volvió a hacer exactamente lo mismo, siendo en ese momento reprendido por Rigobert Song. El partido transcurrió después de eso con relativa normalidad hasta la victoria final del Liverpool por 3-2, pero el incidente no pasó desapercibido para nadie. Cuando se le preguntó a su entrenador Gérard Houllier lo que opinaba de todo aquello, no se le ocurrió más que decir que era una celebración africana en la que se simulaba comer hierba y que su compañero Song le había enseñado, una excusa que resultó poco creíble.

El incidente conllevó seis partidos de suspensión para el jugador, que además se vió obligado a ofrecer disculpas públicas tras el gran revuelo causado en Inglaterra.

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