17 mar 2016

Fútbol, odios políticos e imcomprensión




    Por Rubén López | rubenlopezfcp@gmail.com

El tema que trataré hoy tiene poco que ver con el fútbol. No se hablará de nada que se pueda ver en Miguel Ángel Román, protagonista del incidenteun terreno de juego, sino que atañe a temas más importantes que un simple juego. Si se habla de ello aquí es simplemente porque ocurrió alrededor de un evento futbolístico, pero quizás haya que reconocer que no pinta mucho en un lugar en el que se pretende hablar de este deporte sin caer en contenidos transversales. No obstante creo que es un fenómeno suficientemente relevante como para dedicarle unas líneas.

En el día de ayer, durante la retransmisión del partido de Champions League entre el Bayern de Munich y la Juventus, el comentarista Miguel Ángel Román tuvo un lapsus en el descanso, pensando que en ese momento no estaban emitiendo. Un despiste que le llevó a hablar de la manera en la que, supongo, lo hace habitualmente con sus compañeros de beIN Sports a micro cerrado: en catalán. La sede de esta compañía de retransmisiones deportivas está en Barcelona y, por ello no parece para nada descabellado que la lengua habitual en sus instalaciones sea una de las dos cooficiales en la región. No obstante, es lo que me parece a mí, pues algunos espectadores acudieron raudos a las redes sociales a increpar tanto a Miguel Ángel Román como a su compañero de retransmisión, Axel Torres. Este último se hizo eco en su cuenta de Twitter de algunos comentarios realmente fuera de lugar, que piden respeto dando sólo odio a cambio:





Supongo que para una persona que no vive el día a día en una región en la que coexisten varias lenguas oficiales puede resultar chocante ver que alguien que posee dos idiomas maternos pueda intercambiar entre ellos con naturalidad sin que eso signifique un acto independentista, siendo un simple acto de costumbre. Yo no tengo ni idea de la ideología de este comentarista agraviado, ni tampoco me importa ni lo más mínimo. De lo que estoy seguro es de que que alguien ejerza su derecho a utilizar el idioma que le apetezca cuando todos los presentes lo entienden (hay que recalcar que Román no sabía que estaba en el aire) no es una falta de respeto, pero reprocharle a alguien que lo haga sí que lo es. Ni simpatizo con el proceso independentista catalán (para empezar porque no es algo que me incumba a mí) ni tampoco - cubriéndome las espaldas, porque sé cómo funciona esto - con ningún equipo catalán. No obstante, me es imposible no defender a alguien cuyo único 'error' fue hablar en su lengua cuando no sabía que le estaban escuchando fuera de la habitación, y mostrar mi total rechazo a actitudes de incitación al odio que parten posiblemente del desconocimiento de lo que es el bilingüismo y de lo cotidiano que es cambiar entre idiomas según el contexto en los lugares en los que sucede este fenómeno. 

Me sorprende ver a tanta gente que piensa que la intolerancia está en otras culturas y que se siente muy agraviada (con razón) cuando alguien viene de fuera imponiendo sus costumbres, pero que a la vez no tolera que alguien hable como le apetezca en su ámbito privado (volviendo a recordar que para él, aquella situación lo era). Si desde Catalunya no se hace mucho últimamente por la convivencia, no puede decirse que desde el otro bando la cosa sea muy diferente. Ningún problema se resuelve con intolerancia mutua, ni con multitudes de gente subiéndose como borregos a un carro, el de la crítica destructiva, que no lleva a ningún sitio más allá que el del eterno conflicto.No obstante, hay que tener una cosa clara: La gente que pregona y disfruta esta cultura del odio son abrumadora minoría. Simplemente su bombo y platillo les hace ser más ruidosos que el resto.

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