29 dic 2015

José Mourinho, el Yin y el Yang


 Por Rubén López | rubenlopezfcp@gmail.com


Reconozco que siempre sentí un gran respeto por la figura futbolística de José Mourinho aunque, como deportivista, guardo un negativo recuerdo de su Oporto campeón de Champions, con su Derlei anotador de penaltis y su estelar Deco (que optó por callarse cuando Markus Merk expulsó a Andrade juzgando mal una patada amistosa). Aquel episodio, que dejó al Depor a las puertas de la consecución de un título tan ansiado por cualquier aficionado al fútbol (más aún si hablamos de un equipo humilde), no hace que no sepa valorar al que a día de hoy es uno de los indiscutibles ocupantes del podio de mejores entrenadores de la actualidad.

Hablo hoy de Mourinho porque recientemente fue uno de los temas de moda, y veo necesario tratar el tema desde un punto de vista diferente al del acoso y derribo o la defensa ciega. De José Mourinho se habla, sobre todo, cuando las cosas van mal. Se le otorgó desde siempre una fama de villano que el mismo persiguió, de la que sacó mucho partido y fue una de las mejores armas que pudo emplear para conseguir la identificación de los suyos para su causa.  La actitud de Mou (fachada o no), tiene su razón de ser, y es que en un gremio como el de futbolistas, dónde las polémicas deportivas y extradeportivas son tan naturales como el respirar entre las superestrellas que él maneja, la presencia de una figura fuerte que acapare atención siempre desvía tensiones. Además, imponer el ego del jefe por encima del de los subordinados es un recurso bastante válido para aplacar a sus jugadores.
 
Estamos ante un entrenador atípico, nacido para competir de manera enfermiza, que se rodea de soldados y selecciona a sus trabajadores de manera concienzuda, moldeándolos para que sean capaces de salir al campo a morder y deshechándolos en caso de que no lo consigan. Utiliza la arrogancia como seña de identidad, algo que enardece a los suyos cuando se sienten identificados con la causa y enrabieta a los contrarios cuando lo tienen enfrente. Es un papel de alta exigencia mental que, en ocasiones (como vimos en esta última etapa en el Chelsea), acaba volviendose contra él si se dan ciertas circunstancias. A veces, el vestuario se acomoda, se cansa de vivir para competir y quiere una pausa. Esa actitud es algo que el entrenador portugués no tolera y la situación estalla, haciéndose insostenible.

Si analizamos el fiasco de la temporada del Chelsea hasta el momento, ¿se puede culpar a José Mourinho? Como responsable principal del área deportiva es evidente que sí. Es culpable incluso teniendo en cuenta el más que probable sabotaje por parte de sus propios jugadores, aunque también deja a la plantilla en un pésimo lugar y le quita toda credibilidad posible como profesionales. Esta temporada fue un fracaso indudable del técnico, aunque no debe hacer olvidar a nadie que se va después de crear su enésimo equipo ganador, aunque es cierto que también fue un nuevo vestuario dinamitado.

Si algo aprendí con el paso del tiempo es que no se puede hablar sobre el entrenador de Setúbal con casi nadie. Es un tema de conversación que con frecuencia me produce aburrimiento, incredulidad e incluso desesperación. Tanto si se encuentra a un fanático anti-Mourinho como pro-Mourinho, los argumentos son tópicos, trasnochados y completamente inerciales, siempre iguales y con las mismos razonamientos (o sinrazonamientos), siendo uno de los más recurrentes el de que todos los jugadores hablan mal (o bien, si estamos en el otro extremo) de él, cuando la realidad es que todos los entrenadores sufren comentarios positivos y negativos de sus jugadores según cómo les fue con ellos, pero en su caso (como en el de Guardiola) siempre se magnifican y se les da repercusión debido a su figura. Al ser un personaje que no deja indiferente a casi nadie, es difícil topar con alguien que no caiga, al menos en parte, en alguna de esas dos doctrinas extremas.

Me parece un error grave juzgar la valía de un entrenador basándose en su comportamiento ante las cámaras. Puede caer mal o bien, pero el juicio de talento ha de ser independiente a eso. Nadie llega a ganar la Champions con Oporto o Inter, equipos que no eran para nada los más punteros de su época, sin ser un gran estratega. Tampoco se puede hablar del concepto 'mal fútbol' refiriéndose a la forma de jugar de sus equipos, porque lo cierto es que saber montar un entramado defensivo tan férreo como los que consigue y aprovechar las contras con la contundencia con la que lo hacen sus equipos es algo que el entrenador medio no puede lograr. Tiene una visión innata para maximizar su estilo de juego, un estilo que puede resultar aburrido a algunos, pero nunca malo, el mal fútbol es el que no gana partidos. Para otros aficionados, entre los que me incluyo, es una forma de jugar atractiva, basada en la fortaleza mental y física, además de en una gran noción de bloque. Si hay algo que no es subjetivo sobre Mourinho es que, a día de hoy, es uno de los mejores entrenadores del mundo. Cuando pase el tiempo y, como pasa con todo, las asperezas del presente se limen, muchos recordarán haber visto en acción a los equipos de Mourinho y reconocerá la valía que tuvieron sus logros, en lugar de centrarse sólo en sus fracasos.

28 dic 2015

Sergio Ramos, presente en la III Jornada sobre Electrodinámica Cuántica en Madrid



 Por Rubén López | rubenlopezfcp@gmail.com
 
El pasado sábado por la tarde, decenas de personas hacían cola para entrar en el salón de actos de la Facultad de Ciencias Físicas de la Universidad Complutense de Madrid, donde se celebraba por tercer año consecutivo la Jornada sobre Electrodinámica Cuántica organizada por la FECYT, en la que los profesionales de dicha rama se pusieron al día sobre los avances en el campo de investigación de la disciplina.

Inmerso entre aquella gente, una figura destacaba sobre todos ellos. No era otro que el futbolista del Real Madrid, Sergio Ramos, que vestía de corto, con su indumentaria habitual con los colores del equipo merengue. El futbolista, que llevaba un balón propio, hacía ejercicios de calentamiento y trotaba a intervalos regulares. De vez en cuando, ojeaba los alrededores con preocupación, y se acercaba a grupos de científicos con bata preguntando: "¿Pero si vamos todos de blanco, cómo vamos a distinguir los equipos?" y "¿A qué hora llega el mister?"

El futbolista esperando a las puertas del recinto

El rumor de su presencia allí hizo que un periodista de esta casa acudiese raudo al lugar, pudiendo hablar con el jugador en una breve conversación que se reproduce en las siguientes líneas:

PERIODISTA: Sergio, tengo que reconocer que me sorprende verte aquí. ¿Cómo te decidiste a venir a un evento como este?

SERGIO RAMOS: Bueno, esta mañana me dijeron que estaba a punto de empezar la jornada. Me sorprendió, porque pensaba que estábamos de descanso por Navidad y el mister no nos dijo nada, pero vine a ver si estaba convocado.

P: Creo que te confundiste, esta no es la jornada que tú crees...

SR: Pues la verdad es que tienes razón. Yo creía que estábamos ya en la 17, pero por ahí me dijeron que esta era la tercera. Algún error tiene que haber.

P: No me refiero a eso. ¿Es que no te sorprende no ver aquí a ninguno de tus compañeros?

SR: Pues la verdad es que sí, pero ya todos sabemos cómo es el fútbol, ¿no?. La verdad es que no estamos nada bien este año y el presi es el que decide. Parece que para el mercado de invierno hizo una limpieza en el equipo y decidió prescindir de muchos de los que estaban y traer a toda esta gente. ¿no?. De todas formas no parecen muy profesionales, vienen todos de blanco, pero ninguno con la equipación oficial...

P: Pero... ¿De verdad te crees que todos esos son nuevos fichajes del Real Madrid?

SR: Lo cierto es que me cuesta creerlo, ¿no?. Ese hombre de la esquina tendrá unos 65 años, y el que tiene a su lado cojea al andar, pero el presi creía que hacía falta una revolución en el equipo y seguramente buscó un perfil distinto a lo que ya teníamos. Veo también a bastante gente hablando en inglés, así que creo que quiso traer jugadores que ayudasen a Bale a integrarse mejor en el vestuario, aunque parece que Gareth todavía no llegó.

Justo cuando el futbolista pronunció estas palabras, los responsables del evento abrieron las puertas y todos los presentes entraron. Ramos se marchó corriendo, no sin antes despedirse: "te dejo, que van a dar la alineación... Anda, ¡pero si también tenemos mister nuevo!".

La expresión de Ramos a la salida era de desolación

Cinco minutos después, cuando nuestro enviado especial estaba ya recogiendo todo su material para irse, vio cómo la puerta se abría y un cariacontecido Sergio Ramos salía de la sala. Al ser preguntado por lo ocurrido, el jugador mostró un profundo malestar:

P: ¿Ya te vas?

SR: Sí, creo que mi tiempo en este club ya pasó. Soy el único que queda en el equipo de los que empezaron la temporada y en esa sala habría unas 50 personas, la competencia por el puesto va a ser muy dura. Además, el mister nuevo no tiene ni idea de fútbol. Dijo que uno de los mejores en nuestra profesión fue un tal Feynman y yo no sé ni quien es ese. Ni siquiera mencionó a Pelé ni a Maradona. También dijo que nuestro objetivo inmediato sería comprender mejor el sistema dinámico del electrón, pero yo no estoy de acuerdo. Yo creo que el objetivo ha de ser ganar partidos. Me voy a hablar inmediatamente con el presidente y a pedir mi traspaso.

Esta vez, el jugador ni siquiera se despidió. Se marchó con el rostro hecho un poema, con decepción tangible y tecleando un número en el móvil.

Leo Messi, cazado en un control antipodaje


 Por Rubén López | rubenlopezfcp@gmail.com

El reloj marcaba las 10:15 cuando el teléfono de casa de Josep María Bartomeu comenzó a sonar. No obstante, el presidente del Barcelona no pudo cogerlo, pues a esa hora se encontraba haciendo la compra en el Alcampo. Mientras debatía consigo mismo para elegir el sabor de unos yogures, una punzada en el estómago le sorprendió sin previo aviso, pero no quiso darle importancia. "Ayer cené fuerte", pensó. Sin embargo, bien pudo ser un anuncio premonitorio, pues lo que se encontraría al llegar a su hogar era una noticia fatal para los planes de su equipo en lo que resta de temporada.

Bartomeu, explicándose: "Los de vainilla también me gustan mucho"

Bartomeu abrió la puerta principal y se dio cuenta de que alguien había llamado y dejado un mensaje. Su teléfono parpadeaba y repetía una frase insistente, con un tono inquietante: "Tiene un mensaje nuevo... Tiene un mensaje nuevo". La frase martilleaba en la cabeza del mandatario culé, que decidió acercarse al aparato e instarlo a reproducir el documento auditivo que custodiaba. La voz que escuchó era la de un alto cargo de la AEPSAD, que debido a la enorme gravedad del asunto quiso notificarlo él mismo en vez de encargárselo a un subordinado:

"Queremos anunciarle que su jugador, Lionel Andrés Messi Cuccitini, ha sido sancionado durante seis meses tras ser cazado durante uno de nuestros controles."

Al escuchar estas palabras, el presidente no lo dudó. Tras dejar sus yogures (finalmente de frutas del bosque) en la nevera, se puso su gabardina y su fedora clásico y se dirigió hacia las oficinas de la RFEF, para hablar con su buen amigo Angel María sobre cómo encarar el problema. Por el camino llamó a la AEPSAD para que le pusieran en contacto con el agente de control que sancionó a su futbolista y que este le contase cómo había ocurrido el incidente que había convertido su día en una montaña rusa. Tras recitar un par de veces la frase "usted no sabe quién soy yo", pudo esquivar unos cuantos trámites burocráticos innecesarios y hablar con prontitud con el agente, que le narró la historia tras un tenso inicio de la conversación.

Aquel hombre, un tal Tomás, tenía un deje prepotente en su voz que a Bartomeu no le gustó nada. "¡Merengón! - le gritó, creyendo conocer de qué pie cojeaba -. La exclamación del presidente culé no sentó nada bien a su interlocutor, que le contestó: "No, mire usted, yo soy del Espanyol, y a mucha honra", y posteriormente relató los hechos, no sin antes matizar que lo hacía porque quería, y no porque Josep se lo exigiese.

Tomás, el agente, nos pidió permanecer en el anonimato
Tomás narró los hechos con verborrea homeriana, siendo excelso en detalles y con un lenguaje exquisito. Aquel relato parecía sacado de una película de Francis Ford Coppola, con una estructuración perfecta, tensión narrativa sin igual y unos cuidados y elegantes efectos especiales. A pesar de su recelo inicial con respecto a aquel hombre, Josep María escuchaba con admiración, y cuando acabó la historia no pudo evitar pensar que se le había hecho corta. Quizás aquello necesitaba una secuela.

Lo que contó, no obstante, no era agradable para los intereses del Barcelona. El agente había entrado en el Camp Nou sin previo aviso para efectuar un control rutinario y allí se había encontrado un caso punible de manual. Leo Messi se encontraba de rodillas sobre el césped, con unas grandes tijeras, recortando mechones al campo hasta dejarlo perfectamente igualado. Cuando Tomás se acercó al futbolista, este no pudo evitar venirse abajo. Admitió su gran error, comentando que le había entrado la nostalgia, que sólo quería dejarlo como a Xavi le gustaba y que justo acababa de empezar, que no creía que hubiese sobrepasado el límite legal. No obstante, el ojo experto de Tomás le permitió saber inmediatamente que el argentino no estaba diciendo la verdad, pues el círculo central estaba recortado al milímetro, e incluso un par de terrones arrancados por Vermaelen durante un calentamiento reciente estaban perfectamente recolocados y asentados. "Eso, señor Bartomeu, es algo que la Agencia Antipodaje no puede dejar pasar de ninguna de las maneras, como usted comprenderá", le dijo el agente de forma severa un segundo antes de colgar. 

Leo mostrando su decepción por el estado del campo durante un partido reciente

El presidente se quedó con la palabra en la boca, mirando al horizonte con expresión melancólica. ¿Cómo se lo iba a contar a Luis Enrique? Continuó su camino hacia la RFEF, pero en ese momento se dio cuenta de un detalle en el que no había pensado antes: La sede estaba en Madrid. Impotente y con el ego lastimado, se dio la vuelta para volver a su domicilio y se decidió a llamar al entrenador para comunicarle la amarga noticia. Esperaba que su idea de confiar en Douglas como sustituto apaciguase los ánimos del técnico asturiano. Marcó y se echó a andar por la fría acera invernal, con el espíritu navideño tocado y el orgullo herido, poniéndose el teléfono pegado a una oreja que, a buen seguro, le acabaría pitando después de la conversación que estaba a punto de tener.

11 dic 2015

Fútbol instantáneo (VII): La patada del diablo


 Por Rubén López | rubenlopezfcp@gmail.com

En Old Trafford siempre gustaron los jugadores temperamentales, esos que se convierten en la perfecta analogía del Diablo Rojo que simboliza al Manchester United. Entre todos esos jugadores, es uno en particular quien destaca sobre el resto.

'La patada del diablo'





Eric Cantona fue uno de los iconos más reconocibles del fútbol de los 90. Héroe y villano, amado y odiado, alabado y vilipendiado... Nunca dejó a nadie indiferente sobre su personalidad, pero si hay algo que todo el mundo reconoce al unísono es que fue un futbolista de un talento tan inabarcable como tempestuoso. Quizás su caso sea comparable, extrapolándolo a un modelo actual, al de Zlatan Ibrahimovic. Aún siendo futbolistas de estilos diferentes, coinciden en ciertos rasgos característicos.

Cantona era tan impredecible fuera del campo como dentro de él y, por supuesto, también lo era en la zona de frontera entre ambos medios (es decir, durante el momento de abandonar el césped). En un partido en Selhurst Park contra el Cristal Palace en enero de 1995, el francés protagonizó la que probablemente sea la anécdota más recordada de su carrera. Una reacción que vino a demostrar el gusto del delantero por tomarse la justicia por su mano.

Era la estrella y tenía la fama de personalidad complicada. En todo estadio que pisaba, era el objetivo de futbolistas y aficionados rivales, que ejercían un acoso dentro de los límites sobre él para intentar aprovecharse de su temperamento. Por otra parte, Cantona siempre se caracterizó por tener un marcado rechazo a las injusticias, y en aquel encuentro se encontró también con eso. Richard Shaw, uno de los defensas rivales, le hizo un férreo marcaje durante todo el partido, con algunas acciones que el talentoso futbolista francés protestó airadamente al árbitro, como un notable agarrón en la camiseta que le impidió avanzar en un forcejeo ocurrido durante la primera parte.

El ya caldeado ambiente entre ambos futbolistas llegó al máximo en el minuto 56 de partido, cuando peleaban por llegar a un balón largo lanzado por Peter Schmeichel a zona de nadie. Cantona, sintiéndose nuevamente obstruido de manera ilegal, no pudo refrenar una mezcla entre rabia y frustración y provocó el final de su partido propinándole una patada en la espinilla a su rival, lo que provocó su expulsión. Era la quinta tarjeta roja en su carrera con el United.

No obstante, no fue ese incidente el que hizo que aquello se recuerde todavía hoy. Durante su camino hacia el túnel de vestuarios, Cantona vio como un seguidor del Palace le seguía corriendo por la grada increpándole y gritándole que se fuera de vuelta a Francia (añadiendo, entre medias, alguna mención a una supuesta profesión de su progenitora), algo que el carácter de Eric, ya suficientemente castigado, no soportó. El emblemático número 7 de los red devils descargó la ira acumulada por la expulsión sobre el seguidor rival, propinándole la patada voladora que se puede observar en la imagen y algún que otro puñetazo al aire.

Aquel incidente hizo correr tinta y conllevó una dura sanción para el jugador del United, que no volvió a jugar durante aquella temporada. Por otra parte, aquello también nos dejó la que probablemente sea una de las ruedas de prensa más apoteósicas de la historia de este deporte. Un Cantona con cara muy seria entraba en una sala atestada de periodistas buscando carnaza y, segundos después de sentarse, pronunciaba con inquebrantable calma las siguientes palabras:

"Cuándo las gaviotas siguen al pesquero es porque creen que tirará sardinas al mar"

Tras las cuáles, y sin mediar palabra, se levantó y abandonó a una multitud cariacontecida y que se debatía entre la risa y la confusión. The King lo había vuelto a hacer, había dejado al mundo sin palabras.

10 dic 2015

El Blitzkrieg del Depor


Por Rubén López | rubenlopezfcp@gmail.com
 Por Rubén López | rubenlopezfcp@gmail.com
Por Rubén López | rubenlopezfcp@gmail.com


Este año está ocurriendo algo a lo que no estaba acostumbrado el Estadio de Riazor durante losVíctor Sánchez del Amo Depor últimos años. Se escucha un sonido homógeneo de ilusión en la grada, aunque siempre con cierta dosis de cautela. Por fin, el público coruñés puede disfrutar de un equipo de fútbol que muestra lo que se espera de él y más. Las sensaciones son buenas pero, sobre todo, lo que más cala en el ambiente es que por fin se puede decir aquello de que este equipo sí que representa lo que la afición quiere ser. Y no lo hace porque consiga sacar buenos resultados y ganar partidos, sino por actitud, orgullo e identificación con una idea. Es esa idea la que hoy trataremos de analizar.

En algunas ocasiones, al ver un partido de este Depor, se me viene a la cabeza un término bélico cuyo concepto empezó a desarrollarse en el siglo XIX, pero el término para definirlo fue acuñado en la Alemania de entreguerras, el Blitzkrieg. Esta táctica fue llevada a la fama por Hitler en el contexto bélico y por The Ramones en el contexto musical, y se basa, fundamentalmente, en un rápido paso a la acción, dejando al enemigo momentáneamente aturdido, aprovechando esa confusión para crear todo el daño posible y afianzar la posición todo lo que las circunstancias permitan.

Si somos capaces de extrapolar el siempre cruel 'juego' de la guerra a un terreno de fútbol, lo cierto es que el estilo del Depor de Víctor es bastante similar, en fundamentos, a este estilo de ofensiva militar. Su juego en la búsqueda del gol se basa más en generar situaciones de descontrol en el entramado rival que en ejercer el control del suyo. En ataque, todo gira alrededor de la sintonía y la sincronía de un bloque que tiene como piezas críticas a un general (Mosquera), que vigila, acompaña y comanda, y un jefe de operaciones especiales (Lucas) capaz de infiltrarse entre las líneas rivales al menor despiste del contrario. 

Todo comienza cuando el rival tiene todavía la posesión. En el momento en el que la transición se acerca, Lucas estudia el terreno y trabaja para situarse entre líneas, cerca del central, para darle a este una fingida sensación de control de la situación. Espera, se mueve, transmite pausa y pone cara de cordialidad. "No te preocupes por mí" parece decirle al defensor. No obstante, en cuanto el Depor recupera el balón, el llega frenetismo. El primer paso es buscar, preferiblemente y de manera lo más rápida posible, a un jugador con buen golpeo de balón, y el primer impulso de este al recibir es mirar hacia arriba buscando el número 7 de Lucas. Si cuando lo identifica ve que está en situación Lcas Perez Deporideal para romper líneas con un movimiento, el balón sale inmediatamente desplazado hacia la posición del delantero coruñés, pero no al pie, sino unos cuantos metros más en dirección a la portería, los suficientes para que su veloz compañero pueda imponer su explosividad y dejar atrás a su par.

En cuanto comienza esta fase, llega el caos. Las defensas, que no se esperaban ese ataque fortuito justo en ese momento, tienen poco tiempo para reaccionar y darse cuenta de lo que se avecina. Tienen dos frentes abiertos: una avanzadilla con la firme decisión de hacer mucho daño si no se le corta inmediatamente y un ejército que espera sacar provecho de la cuña inicial introducida por su punta de lanza entre las líneas enemigas. Este doble ataque en una sola jugada crea una situación de indefensión momentánea y, en caso de que el máximos goleador del equipo coruñés no consiga introducir el balón en la portería en su primera carrera, el daño está igualmente hecho. La defensa que consigue pararlo se verá de bruces con un nuevo peligro: un equipo rival que aprovechó la coyuntura para ocupar posiciones de peligro de cara a puerta rival. De nuevo, la línea defensiva está obligada a reaccionar en décimas de segundo para tener opciones de defenderse ante la inferioridad posicional.

Evidentemente, este estilo de ataque no es siempre factible, pero sí que cumple que cuando sale es tremendamente efectivo. Si el contexto del ataque no tiene las condiciones necesarias para probarlo, el balón recalará, casi siempre, en las botas de Pedro Mosquera, y el hará lo que deba hacer. Por suerte, este Depor no es un simple esclavo de un estilo de jugada y tiene recursos para hacer daño por otros medios. De ninguna otra forma habrían conseguido llegar tan arriba a estas alturas del año.