31 ago 2015

Goles míticos (XXVIII): Marco van Basten a la Unión Soviética (1988)


El gol del que hablaremos hoy debió haber aparecido mucho antes en esta sección. Es uno de los más famosos de la historia del fútbol, tanto por belleza como por importancia, pues supuso la sentencia en la final de la Eurocopa de 1988. 

En el campeonato europeo de aquel año, celebrado en la Alemania Federal, Holanda se presentaba con un bloque competitivo, con futbolistas como Ruud Gullit, Frank Rijkaard o el protagonista del artículo de hoy, Marco van Basten. Además, el legendario Rinus Michels, seleccionador que creó el mito de la Naranja Mecánica, había vuelto a ponerse al mando del combinado nacional para intentar buscar lo que siempre se le había resistido: un gran título. 

La selección holandesa sufrió para pasar la fase de grupos en aquel torneo, tras perder contra la propia URSS en el primer partido y sufrir para conseguir, en el último de ellos, la victoria frente a sus rivales por la clasificación, Irlanda. En aquellos tiempos, sólo existían dos grupos en el torneo, con lo que aquello suponía ya el pase directo a semifinales, donde tenían el duro papel de enfrentarse contra la anfitriona, la Alemania de los Matthäus, Völler o Klinsmann. Consiguieron pasar, pero no sin sufrimiento, pues hasta el minuto 88, en el que van Basten batió a Immel, el partido reflejaba empate a uno. 

La final, no obstante, fue más apacible de lo que se podría esperar. Los holandeses se adelantaron en el ecuador del primer tiempo con un tanto de Gullit y los rivales no conseguían crear peligro para nivelar el marcador. Todo se puso más de cara aún a los 10 minutos de la segunda parte, cuando ocurrió la razón de ser de estas palabras. Un mal control del soviético Zavarov permitió un peligroso robo de van Tiggelen, que se fue hacia arriba cogiendo a la URSS desprevenida en posición ofensiva. Tras una galopada hasta tres cuartos de campo, la cedió a la banda, desde donde Arnold Mühren puso un centro al primer toque que le cayó, bastante esquinado, al delantero del Milán, que no se lo pensó ni un momento y engatilló una volea que Rinat Dasayev no supo parar. El gol certificaba la primera Eurocopa de la historia para Holanda y engrandecía la figura de uno de los mejores delanteros de su época.


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