3 abr 2015

Fast & Fútbol



Aprovechando el auge debido a la publicación de su enésima entrega de la saga que se intenta parodiar con mayor o menor habilidad en el título de este artículo podría ser buena idea dedicar un tiempo a algunas anécdotas extradeportivas de un mundo tan elitista como el fútbol profesional, en este caso siempre con los lujosos coches que suelen conducir las estrellas de este negocio como protagonistas.
 
  •  Drenthe contra el cronómetro

Como no podía ser de otra forma, el primer protagonista de este apartado debía ser el futbolista holandés, que durante su etapa en el Hércules fue cazado a velocidades dignas de competir con el MP4-30 de McLaren esta temporada, y acusado de proferir insultos contra los agentes que le dieron el alto. Debía llevar a una amiga al hospital, según explicó, pero la anécdota fue de lo más recordado de su paso por Alicante.

  • Arbeloa, un lujo alternativo


Sorprendió a todos el lateral diestro del Real Madrid cuando se presentó en un entrenamiento conduciendo un Morgan 3 Wheeler de 2011 con su característico diseño de tiburón, un tipo de vehículo que no es precisamente el más habitual entre los elegidos por los jugadores de fútbol, y probablemente sí un quebradero de cabeza a la hora de buscar recambios para el coche. A pesar de tener tres ruedas y aspecto añejo, alcanza los 200Km/h con sus 82cv, que en una máquina tan ligera son suficientes para hacerle alcanzar de 0 a 100Km/s en unos 4 segundos. Diferente, pero veloz.

  • Zlatan Ibrahimovic y su hombría al volante


El futbolista sueco tuvo que lidiar en su etapa en el Barça con ciertas bromas debidas a su famosa foto junto a Gerard Piqué. Cuando salía de un entreno, uno de esos programas de televisión a los que no merece la pena hacer mención se inmiscuyó en la ventanilla enseñándole la foto con cierta burla. El futbolista no se lo tomó bien y la contestación fue rotunda.

  • Éver Banega y el coche que lo quería demasiado
Complicados meses en el dique seco vivió el argentino, por aquel entonces en el Valencia, cuando su flamante Audi R8 vio horrorizado cómo su dueño se despegaba de él para pagar la gasolina que acababa de repostar y quiso acompañarle. Lo dramatico del asunto fue que el futbolista no estaba de acuerdo con la decisión de su vehículo y no se le ocurrió mejor remedio que poner su pierna delante para pararlo. El resultado fue una rotura de tibia y peroné y seis meses de baja. Su siguiente coche fue un Ferrari 360, que acabó calcinado a la entrada de la ciudad deportiva de Paterna pocas horas después de que el argentino lo hubiese adquirido.

  • Pandiani para ser feliz quiso un camión 

De la misma manera que pregonaban Loquillo y Alaska hace tres décadas, el Rifle no se lo pensó dos veces a la hora de adquirir un  Iveco rojo allá por 2004, hecho que catalogó como "el sueño de mi vida". El jugador uruguayo también se compró un Mini con la bandera de Reino Unido en el techo cuando se rumoreaba su marcha a la Premier. Un amante de las excentricidades automotrices.

  • Jermaine Pennant y un olvido de casi 200.000 euros
El paso por Zaragoza de Pennant no será demasiado recordado, igual que tampoco lo fue para él un suceso que tardó cinco meses en volver a su mente: se había comprado un Porsche 911 Turbo y se lo había dejado olvidado al lado de la estación de tren de la ciudad aragonesa cuando volvió a Inglaterra para jugar en el Stoke City. Además, el coche estaba personalizado con una placa de matrícula que rezaba 'P33NNT'. Cosas que pasan.


  • El buggy del Chelsea


Quizás no sea un coche propiamente dicho, pero es entretenido. Durante la concentración de pretemporada del verano pasado, Didier Drogba manejaba el buggy que movía por el complejo de entranamiento a su equipo, cuando de repente algo falló y el pintoresco vehículo quedó enganchado. Hazard intentaba aconsejar de manera despreocupada una solución para la situación, Ivanovic reía resignado y Obi Mikel escapaba, casi cayéndose trepando una valla pero acabando con una carrera llena de felicidad tras superar el obstáculo. El resto simplemente miraban la escena, entre divertidos y confusos.

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