14 dic 2012

Las horas bajas del coloso histórico


 Por Rubén López | ruben@futbolconpropiedad.com

Cualquier aficionado al fútbol crecido en otra época siempre vio a un conjunto por encima del resto dentro de este deporte. Un equipo que se convertía en leyenda con cada generación, y al que tanto rivales como aficionados temían más que el resto. Hablo, por supuesto, de la canarinha.

La selección brasileña se empezó a confirmar como la principal potencia futbolística al conseguir su primer Mundial, el de 1958, que era sólo el principio de la primera era dorada, una época que con Pelé como abanderado los colocó como el país de referencia por juego,  filosofía y capacidad de crear estrellas. Aquella era duró 12 años, en los que consiguieron ganar en tres ocasiones el Mundial y consagrarse como el rival a batir en el fútbol a nivel de selecciones. No obstante, el torneo de 1970 fue el último de Pelé, y aunque muchas de las estrellas de su última época, como Carlos Alberto o Rivelino todavía continuaron en el combinado nacional, aquella generación no volvió a levantar el gran trofeo.

En el 74 y 78 los brasileños no consiguieron llegar a lo más alto. Primero fue la Naranja Mecánica de Cruijff quien los apeó en semifinales y, en la siguiente edición, la Argentina de Kempes y Pasarella levantaría en su país su primer título mundial ganándose el derecho a disputar aquella final al clasificarse por delante de la Verde-amarela en la segunda fase de grupos.

La llegada de una nueva década no mejoró las cosas en lo que a títulos se refiere, aunque en España 82 vimos a una de las generaciónes de futbolistas con más calidad que se quedó sin conseguir una Copa del Mundo. Los Zico, Sócrates y compañía no pudieron superar el post-Catenaccio de una selección italiana que acabó coronándose campeona por tercera vez en su historia. 4 años más tarde, en México, llegó la voracidad de un tal Diego Armando Maradona y nada se pudo hacer ante aquella exhibición que consagró al argentino como el mejor (aunque a los brasileños los eliminó la Francia de Platini).

Los 90 crearon a la otra gran época de esplendor del fútbol no sólo de Brasil, sino sudamericano en general. Pero entre todas aquellas selecciones destacaba una. La que recordaba a los viejos tiempos, con Ronaldo, Romario, Dunga, Cafú, Roberto Carlos y una larga sucesión de estrellas que se unieron bajo un mismo escudo para alcanzar la gloria (bajándose unos del barco y subiendo otros con el paso de los años) durante más de una década. Los trofeos de Estados Unidos 94 y Corea y Japón 2002 acabaron en sus vitrinas, y cerca estuvo de ser así en Francia 98. 

Ya en Alemania 2006 vimos a una canarinha plagada de estrellas veteranas junto con algunos jóvenes cracks como Ronaldinho o Kaká, pero la mezcla no funcionó. Desde ese Mundial, que significó el fin de una nueva era (si la anterior acabó con la retirada de Pelé, esta se fue al traste al acabarse la etapa de esplendor de Ronaldo) nada parece ser lo mismo. 

Sorprende que a día de hoy, los equipos sudamericanos sean menos favoritos que casi nunca en los grandes torneos internacionales, cuando siempre fueron la principal referencia, y mientras llega la nueva explosión de equipos europeos que siempre estuvieron ahí, como Alemania o Holanda, y los años de oro de la hasta hace poco siempre desilusionante España. Las razones pueden buscarse en diversas perspectivas.

Puede ser que el buen momento del fútbol europeo sobre el sudamericano se base en la dogmatización, el avance en las pizarras y la preparación física, que aumentó exponencialmente en los últimos años, y que debido a eso el talento innato ya no destaque tanto, que el fútbol deje de ser un deporte de alegría para ser algo muy serio. Puede ser coincidencia, y que las generaciones actuales no den el nivel de otras veces (cosa que también pasa), pero lo cierto es que, en las últimas grandes citas, el único equipo que llegó desde el otro lado del charco y plantó cara al dominio europeo fue Uruguay, con un estilo basado más en la garra que en el privilegio técnico.

Puede ser nostalgia, pero creo que antes había algo que ahora no tenemos en el fútbol. Un pequeño destello, algo de magia que se perdió entre tanto avance formal. La pérdida de Brasil como principal referente es un mal signo para el fútbol, pero se debe confiar en los que están llegando. Los nombres propios que vistieron la camiseta de la canarinha en los últimos años no eran en muchos casos del nivel que nos acostumbraron siempre, pero una mala racha la atraviesan hasta los más grandes. Ya están llegando los Neymar, Oscar o Lucas Moura para reclamar lo que pertenece a los suyos: la vuelta de la Seleçao al Olimpo del fútbol. La gloria es el objetivo, Brasil 2014 el lugar.

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