22 dic 2012

La banalización del odio


 Por Rubén López | ruben@futbolconpropiedad.com

Con José Mourinho llegó la excusa. El entrenador portugués recaló al fútbol español hace dos años y medio y su personaje hizo que muchos sectores de la prensa de este país se frotase las manos mientras hacía gala de fingida dignidad. Poca gente del mundillo de la pluma deportiva se alejó del juicio personal, manifestando el rechazo más absoluto al fichaje del entrenador luso por uno de los dos grandes del fútbol español, pero a la vez sabían que era lo mejor que podía pasar para un gremio que cada día se centra más en lo que menos debe.

La carnaza estaba servida, y nadie lo desaprovechó. Desde que comenzó la etapa de Mou se empezó a hacer lo mismo que se llevaba haciendo durante años en los principales medios de comunicación españoles: no hablar de fútbol, pero esta vez de una forma mucho más bestial y enfermiza. Se encontró la excusa perfecta para tratar temas cómodos, que hasta el periodista con menos idea de fútbol puede desarrollar sin esfuerzo, hablando continuamente de temas extradeportivos, siempre desde la perspectiva del ataque hacia la figura del entrenador.

Estamos en la época negra del periodismo deportivo. Los principales referentes (que por calidad ofrecida no deberían tener tal status) apuestan por escribir y hablar sobre intrascendentes datos que sólo llaman la atención del fanático y son objeto de mofa para la gente corriente. Todas esas páginas rellenas de debates banales y repetidos cíclicamente sobre asuntos que no interesan a nadie crean aburrimiento en el lector coherente, y hacen que el periodismo dedicado al fútbol pierda credibilidad y consideración. Si los trabajadores del gremio no respetan su propio trabajo no pueden esperar que sí lo hagan los de fuera.

No sé cómo lo consiguieron, pero en España hicieron que uno de los puntos fuertes de Mou (centrar la atención hacia su figura para que nada desestabilice al equipo) se volviese contra él. No sé si es esa ambición que existe en este país por juzgar al prójimo, la de envidiar el éxito del que cae mal o por simple gusto por incordiar, que también es deporte nacional. El resultado es que la acumulación de información y la iracunda, ciega y multitudinaria corriente de mala opinion sobre 'el ogro de Setúbal' (mote que me acabo de inventar para dar ideas) hicieron gradualmente que todo el mundo en el vestuario del Real Madrid (incluido el entrenador) se cansase de la situación

Siempre defendí que Mourinho era un gran entrenador, y que como personaje no sobraba en el fútbol español, pero esta situación logró hacer que me equivocase. A estas alturas de la película, me vi obligado a cambiar de opinión, pero no toda la culpa recae en la forma de ser del portugués. El luso se irá, seguramente, pronto, pero hay algo que me preocuparía mucho más que su marcha (aunque realmente no me importa ni lo más mínimo, bastante tengo con la situación de mi equipo): los 'líderes de opinión' del periodismo deportivo más bajo se vanaglorian diciendo que el Real Madrid está por encima de las individualidades, pero lo que nosotros, los coherentes, sabemos es que el fútbol también esta por encima del sector fanático de la prensa, y ese es un mal mucho más difícil de extirpar.

Debemos buscar hablar de fútbol de una forma sana, en la que importe el deporte y no la información rosa. En la que lo importante sea lo que ocurre en el campo, y no en los garajes. Siempre me resultaron curiosas las protestas por la presencia de Karanka en las ruedas de prensa, ya que para hablar de fútbol está autorizado, por lo que supongo que el problema será que no da titulares ni encierra a periodistas en cuartos contiguos. Hagamos que las noticias tengan que ver con el balón, y no con el micrófono, y tendremos un periodismo respetado. Mientras tanto se hará el ridículo y sólo se creará odio.

Lo peor de todo es que este artículo no es más que una obviedad más que repetida, pero estamos muy lejos de que el panorama cambie lo más mínimo. La esperanza es pensar que no todos son iguales, pero a menudo es el menos indicado el que más se hace notar.

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