5 abr 2012

El refugio



Vivimos el momento con demasiada avidez de novedades. La forma de actuar de la sociedad está basada en, una vez conocido las últimas noticias, darle su importancia durante un breve período de tiempo para, repentinamente, reciclarlas y pasar rápidamente a mantenerse a la espera de qué será lo siguiente que nos ofrezcan. Buscamos (o buscan, o hacen que busquemos) la tecnología más reciente, la ropa que se adapte a la moda actual o acudir a probar el último bar que abrieron en nuestro entorno, sin pensar que quizás lo que nos acompañó siempre no tiene por qué ser peor que lo que acaba de llegar.

En el fútol pasa lo mismo, pero tal vez la voracidad por conocer nuevos temas de los que tratar es áun mayor. El deporte no para, y la pluralidad de temas y gente sobre la que hablar es tal que cada hora ocurre algo nuevo, algo que nos hace olvidarnos demasiado rápido de lo anterior. La vorágine de información hace que pasemos página con insultante facilidad de todo lo que no sea última hora. Una facilidad a la que sólo se resisten (y a veces ni eso) nuestros ídolos infantiles, o nuestro equipo de toda la vida. Son los únicos supervivientes de una cultura basada en hacer obsoleto todo lo que nos rodea. La mayoría de nosotros recordamos con cariño nuestra primera bici, nuestra primera videoconsola o cualquier momento, persona u objeto que, en general, fue importante para nosotros en algún tiempo de nuestra vida, pero si nos paramos a reflexionar sobre ello, gran parte de todo eso formó parte de nuestra vida durante la infancia. Llegar a la edad adulta hace que seamos más frios con lo que nos rodea, que tendamos a olvidar con mayor facilidad y caer en el juego de la impersonalidad, sin identificarnos con casi nada.

Cuando nos damos cuenta (a veces ese momento no llega nunca) de que con frecuencia dejamos atrás cosas que no merecen el olvido es momento de reflexionar, hacer recuento y buscar recuperarlas y conservarlas. Crear un refugio en el que guardar todo lo que la actualidad, que pronto será pasado, nos deja cada día, es una forma de mantener con nosotros todo aquello que nos causó alguna sensación para poder recordarla cuando la echemos de menos. Aquel partido con el que llegamos a pensar que en el fútbol cualquier cosa es posible, aquella jugada que nos levantó de los asientos o aquella frase con la que nos quitamos el sombrero deberían seguir con nosotros, y no perderse en el mar informativo en el que, con mayor o menor habilidad, intentamos nadar sin hundirnos. Un mar con demasiados peces que hace que nos planteemos por qué no pescarlos todos, pero con frecuencia nos basta con observarlos sin interferir en sus trayectorias para darnos cuenta de que no es necesario poseer algo para disfrutar de ello. El pez más grande del río es así porque no se deja pescar.

Deberíamos evitar caer continuamente en el mismo error. Guardad muy cerca todo lo que en algún momento visteis como algo fuera de lo común, porque es probable que algún día consigan que lo olvidéis. Y sobre todo procurad tener en cuenta que este artículo no trata necesariamente de fútbol. De hecho, el fútbol es sólo una de las cosas más importantes de entre las menos importantes.

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