30 abr 2012

Cuando el destino nos alcance



Por Rubén López | ruben@futbolconpropiedad.com
"Sol: Alguna vez hubo un mundo.
  Thorn: Si, Siempre me lo dices.
  Sol: Yo estuve ahí, puedo probarlo.
  Torn: Lo se, lo se. Cuando eras joven la gente era mejor.
  Sol: Tonterías. La gente siempre ha sido mala. Pero el mundo era hermoso."


Cuando pensamos en lo que tenemos en la actualidad, es fácil caer en el pensamiento de que cualquier tiempo pasado fue mejor. El blanco y negro evoca sentimientos de sorda melancolía. Sentimos el ambiente de aquellos momentos como si fuesen hechos de otro mundo. El tiempo pasa tan deprisa que no somos capaces de asimilar que hubo otras épocas, otras formas de existir.

En el fútbol pasa igual. Estamos acostumbrados a un ritmo difícil de soportar, en el que es imposible estar al tanto de todo, y aún así procuramos estarlo. Nos olvidamos yade aquel tiempo en el que los aficionados al fútbol sólo pretendían conocerlo todo de sus equipos, y pasamos al consumo masivo. Especialistas, ojeadores aficionados y entendidos varios pueblan un mundo en el que todos quieren participar, un mundo que hasta hace poco estaba reservado para los privilegiados.

El hombre nace con el instinto de jugar, pero conforme crece, reprime el instinto, juega menos y observa más, hasta llegar a un punto en el que sólo nos queda ver la forma que tienen otros de divertirse, en un campo en el que cada vez hay menos lugar para la diversión y más para la exigencia. Preparación física, moderación de excesos, exposición a una devastadora opinión pública y exigencia competitiva, todo planteado para que el futbolista se gane el sueldo. El juego pasó a ser una empresa, y toda empresa tiene sus normas de estilo.

Aquellos tiempos de hombres jugando con un balón para obtener una alegría compartida con la afición empezaron a hacerse utópicos con la invención del Catenaccio allá por los años 60. Las bases de que primaba más el resultado que el espectáculo y la diversión estaban puestas. No se buscaba ya marcar más goles que el contrario, sino evitar que el rival llegara a portería. Los futbolistas dejaron de ser estrellas de rock para irse convirtiendo gradualmente en objetos inertes sometidos a exigencias como cualquier trabajador, que más tarde serían, por conveniencias del panorama, elevados a la categoría de dioses mediáticos.

Lejos quedan aquellos tiempos en los que los futbolistas charlaban con la afición cordialmente antes de los partidos. Asistimos a un deporte en el que se cerca completamente a sus participantes cuando están a punto de salir a actuar, algo que contrasta con el piloto de fórmula 1 o MotoGP atendiendo a la prensa minutos antes de jugarse el tipo. 

Cuando el destino alcance al fútbol, será el momento de mirar atrás, valorar los errores y darse cuenta de que este es un juego un día fue hermoso y que, más allá del dinero y las obligaciones, está hecho de gente, esa misma gente a la que apartan tras una valla para dejar bien claro que no estan a la altura de las estrellas.

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