28 dic 2010

El Boxing Day se reservaba un regalo


Por Rubén López | ruben@futbolconpropiedad.com

La Premier es un mundo aparte. Mientras en La Mejor Liga Del Mundo (así en mayúsculas, para que la gente se lo crea) los jugadores ponen el grito en el cielo por jugar un día 2 de enero, día laborable para el resto de la población (cosa que no critico, ya que tienen razón, si hay un acuerdo hay que cumplirlo, pero las comparaciones son odiosas), desde Inglaterra nos regalan el 'Boxing Day', es decir, el considerado en este ámbito como el día del fútbol en familia, tradicional festivo en Inglaterra y en el que los jugadores saltan al campo con ganas de dejar buenas sensaciones, no en vano, les va en el sueldo jugar ese día.

La inglesa no sólo es la verdadera mejor liga del mundo, sino que además es también uno de los mejores negocios deportivos del mundo. Claro está que no es una ONG, no hacen lo que hacen por caridad cristiana, sino que saben que jugando en días así ganan espectadores y además también una buena reputación. Los escándalos que salen a la luz (aunque algunas veces graves, como el caso de los jugadores del Leicester en La Manga hace unos años) en rarísimas ocasiones, por no decir en ninguna, son protagonizados por la organización, lo que ya dice mucho del funcionamiento de una liga seguida en todo el mundo. Dicho esto sería lógico pensar que una competición como la nuestra, que aspira a competir con la del país anglosajón, intentaría aplicar ideas como estas, ya que afectan a aspectos especialmente sangrantes de nuestro fútbol: Organización pésima, deficiente planificación de horarios de cara a los espectadores...¿Lo hacen? No hace falta ni responder.

Pero volvamos al Boxing Day. Celebrada el día 26 de diciembre, esta festividad británica consiste en la donación de regalos a los más desfavorecidos, pero este año se dejaron un obsequio para el día siguiente en forma de Arsenal - Chelsea. Si el domingo disfrutamos de partidos como el Newcastle - Manchester City, el epílogo de la jornada fue un auténtico espectáculo encarnado en el juego del Arsenal ante un Chelsea apagado y que casi en todo momento se dejó hacer, exceptuando una decente media hora inicial y un sprint final a la desesperada. Vimos a la mejor versión de un juego colectivo con altas aspiraciones, un equipo que se mira en el espejo del Barça pero que por el momento les devuelve un reflejo disminuido (y así seguirá siendo, ya que conseguir crear una máquina definitiva como la que pueden disfrutar tanto los culés como todo aficionado al fútbol es casi irrepetible) en gran medida debido a la falta de un '9' de referencia y que tendrán una prueba de fuego dentro de dos meses en Champions precisamente ante el equipo de Guardiola.

El partido deja a Wenger pensando en el futuro, siguiendo con la búsqueda de la pieza clave que lleve al máximo nivel su proyecto actual y a Ancelotti aferrándose al presente, un presente en el que cada vez Abramovich está más cerca de apretar el botón rojo. Pero dejémonos de utilizar la nacionalidad soviética del presidente para hacer metáforas fáciles sobre la Guerra Fría, y finalicemos el artículo con lo poco que me queda por decir de este tema.

El partido de ayer nos dejó un órdago al Barça por parte de los de Wenger en uno de los últimos partidos ante rivales importantes que le quedan antes del primer enfrentamiento en octavos de Champions, una declaración de intenciones de que ni en un derby rodeado de una rivalidad forjada sobre todo durante la última década se encierran a esperar al contrario. Tendrán muy difícil quitarles el balón a los de Pep, pero si lo consiguen podemos estar ante la eliminatoria más atractiva de la siguiente ronda de la Liga de Campeones.

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